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Un modelo sanitario que sacude los prejuicios
En España, es un hueco muy importante, que crece y que llama la atención internacional aunque aquí pocos saben de su singularidad: la Fundación Espriu —la plataforma donde converge este espacio— cumplió el pasado octubre 25 años en un estado de salud envidiable que coincide, además, con la conmemoración del centenario del nacimiento del fundador del modelo, el médico Josep Espriu (1914-2002).
La fascinación que Espriu sintió por el movimiento cooperativo de Mondragón le llevó a tratar de extender el modelo cooperativo hacia la Sanidad como la mejor forma de garantizar el acceso a la salud de las clases populares en pleno franquismo, cuando la sanidad pública universal era una quimera. A partir del clásico igualatorio —entre todos los pacientes potenciales pagaban cada mes a un médico— fue tejiendo una red basada en el cooperativismo que hoy incluye a gigantes como Asisa-Lavinia y Assistència-SCIAS, además de hospitales de referencia como el Hospital de Barcelona y Hospital Moncloa, en Madrid.
El grupo de empresas que en última instancia son propiedad de la Fundación Espriu facturó 1.448 millones de euros en 2013 —casi el 70% más que en 2007—, se ha convertido en el tercer grupo sanitario cooperativo del mundo, según el ranking de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), y en fuente de inspiración de iniciativas en muchos países y particularmente en Brasil. Entre los diez primeros puestos de la clasificación hay seis cooperativas brasileñas.
El primer ejecutivo de la Fundación Espriu, el médico José Carlos Guisado, preside la Organización Internacional de Cooperativas de Salud y es miembro del Consejo Rector de la Alianza Cooperativa Internacional.
Relación Médico-Paciente
“Como somos profesionales sanitarios gestionando, sabemos que lo más importante es la relación entre el médico y el paciente y pensamos que esto nos distingue”, explica Guisado, quien recalca el “absurdo burocrático” de establecer minutajes predeterminados a las visitas: “Cada paciente es un caso y hay que adaptarse a él; en ocasiones lo que necesita es básicamente que se le escuche y no se puede estar con el cronómetro”, señala. Y añade: “Si esto se tiene claro, el resultado es que se evitan en muchos casos medicaciones innecesarias y, por tanto, gasto en fármacos”.
No todo el grupo funciona con el modelo puro al que aspiraba Espriu, de cooperativa mixta de médicos y usuarios. Este modelo ideal dificulta muchísimo que los intereses de unos —por ejemplo, el de los médicos, que son también los propietarios— puedan prevalecer sobre el de los otros —el de los usuarios, que son los enfermos.
La realidad es que el modelo mixto es muy difícil de aplicar a gran escala —Guisado lo considera “muy complejo” y cercano a la “utopía”—, pero sí funciona en cambio en el Hospital de Barcelona: existe la cooperativa de médicos y también la cooperativa de los usuarios —SCIAS, propietaria del hospital— y cada miércoles del año los representantes de ambos —elegidos democráticamente por los respectivos socios— se reúnen para analizar la situación y tomar conjuntamente las decisiones que afectan a la gestión del modelo.
El esquema tiene un efecto importante en la reducción de los costes porque ambos grupos estarán obligados necesariamente a encontrar un equilibrio que favorezca los objetivos comunes sin empeorar el servicio sanitario. E implica mucha pedagogía por ambos lados para hacer entender a los pacientes, por ejemplo, que el gasto en medicamentos es en ocasiones superfluo cuando no directamente nocivo. O a los médicos que determinadas estructuras directivas pueden ser el germen de una burocracia costosa y a la larga ineficiente.
Guisado estima que el resultado final es que las empresas del grupo funcionan con unos costes que equivalen apenas al 60% de los de la sanidad pública. “Si los ciudadanos se hacen conscientes del coste de la sanidad y participan en sus decisiones, la gestión de estos costes mejora”, afirma Teresa Basurte, presidenta de la Fundación Espriu, en el número de la revista corporativa Compartir dedicado a la conmemoración de sus 25 años.
Segundo paraguas
El Hospital de Barcelona es el gran escaparate del modelo puro que ideó Espriu. En el resto de España el esquema alrededor de Asisa-Lavinia funciona como cooperativa de médicos con un origen muy orientado hacia los funcionarios, que pueden elegir entre el cooperativismo sanitario a través de Asisa y la sanidad pública. Es por ello que se sienten un “segundo paraguas”, después del que representa la Seguridad Social.
Basurte reivindica los matices cuando se analiza la sanidad como si solo existieran dos bloques graníticos y antagónicos: la pública y la privada. En este esquema binario, el cooperativismo sanitario es técnicamente privado —incluso en el modelo mixto del Hospital de Barcelona—, por mucho que priorice el interés público.
“No se nos puede poner en el mismo saco que al resto de entidades de la medicina privada”, subraya Basurte, quien añade: “Nuestra base es el usuario —el enfermo— y también el médico; en nuestro planteamiento no entran los intereses del capital, estamos lejos de las grandes empresas multinacionales y sus lobbies. Nuestra misión es una medicina bien hecha, al servicio de todos, sin tener que cargar el peso de una burocracia tan pesada como la de la sanidad pública”.
CENTENARIO: Espriu, el gran embajador de la “tercera vía”
Este año se conmemora el centenario del nacimiento, en Santa Coloma de Farners (Girona), de Josep Espriu i Castelló, hermano del poeta Salvador y gran embajador mundial del cooperativismo sanitario como una “tercera vía” que ayude a “cooperativizar la salud” para que nadie quede excluido.
La trayectoria singular de Espriu arranca con la creación en Barcelona de Asistencia Sanitaria Colegial, en 1957, y luego con la cooperativa de médicos Autogestió Sanitària, modelo que en parte se extenderá al resto de España con ASISA y la cooperativa de médicos Lavinia.
En 1989 impulsa la Fundación Espriu, paraguas de las iniciativas empresariales en España y promotor del modelo en todo el mundo, que él mismo presidió hasta 1996 y de nuevo a partir de 2000 hasta su muerte, en 2002. La Fundación fue admitida como socia de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) en 1990 y fue uno de los motores en la creación, en 1996, de la Organización Internacional de Cooperativas Sanitarias.
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