Los dos grupos andalucistas se alejan de la coalición Adelante Andalucía para las generales por no concurrir con su marca

Los dos grupos andalucistas integrados en la coalición Adelante Andalucía, impulsada por Teresa Rodríguez (Podemos) y Antonio Maíllo (IU), no pedirán el voto ni harán campaña para Unidas Podemos, la candidatura de Pablo Iglesias para las elecciones generales del 28 de abril. Izquierda Andalucista y Primavera Andaluza han decidido dejar “en suspenso”, “en hibernación”, “en paréntesis” su relación con la confluencia Adelante Andalucía, después de que la dirección política haya optado por no concurrir como partido autónomo a las generales ni optar a tener grupo propio en el Congreso de los Diputados.

Los dos partidos andalucistas -minoritarios y sin representación institucional- plantearon en el marco del grupo motor de Adelante Andalucía la opción de presentarse el 28A, y “la respuesta de Podemos fue que no era buen momento”, coinciden fuentes de ambas formaciones. Desde la formación morada coinciden en que ese era un escenario que se debatió en la dirección del partido y fue descartado “porque no se reunían las condiciones necesarias tras los resultados de las elecciones andaluzas del 2 de diciembre”.

La desmovilización de la izquierda andaluza el 2D lo ha cambiado todo. Las direcciones regionales de Podemos y de IU barruntaban la posibilidad de concurrir a las generales con la marca Adelante Andalucía, ya inscrita como coalición electoral en el registro de partidos políticos del Ministerio de Interior. La intención de Teresa Rodríguez era, en efecto, tener un grupo autónomo y andalucista en el Congreso y en el Senado, que estuviera integrado en la coalición Unidos Podemos, como lo están las mareas: En Comú Podem en Cataluña o En Marea en Galicia.

Los malos resultados electorales de las andaluzas enfriaron ese proyecto. La ejecutiva regional apuesta ahora por seguir profundizando en un modelo confederal de Podemos, pero hace unos meses ya decidió no concurrir con su marca en las próximas generales, que entonces aún no habían sido convocadas. Esa decisión ha abierto una fractura interna en la confluencia, que se ha saldado hace unos días con el “desmarque temporal” de los grupos andalucistas. “Hemos comunicado al grupo motor de Adelante Andalucía que su decisión de no concurrir a las generales nos genera a los andalucistas una contradicción importante en términos políticos, difícil de resolver, porque no habrá ningún proyecto andaluz con opciones de entrar en el Congreso”, explica Pilar González, de Primavera Andaluza. Desde Izquierda Andalucista, su portavoz Antuán Vargas confirma que “no tiene sentido estar ligado políticamente a una candidatura que no tiene una clara vocación andaluza”, dice, subrayando que la decisión es exclusivamente de cara a las elecciones generales. 

Los andalucistas reconocen su “decepción”, porque esperaban que Rodríguez y Maíllo “pelearan la marca Adelante Andalucía en Madrid, frente a las direcciones de sus respectivos partidos para concurrir a las generales en cualquier formato que hubieran negociado: dentro de una confederación o con cualquier otra relación jurídica, legal o política”. “Adelante Andalucía ya estaba inscrito como partido, habría sido sumamente fácil dar el paso”, advierte González. En consecuencia, estos dos partidos no pedirán el voto para Unidas Podemos, aunque subrayan que su ruptura con la confluencia andaluza es “sólo un paréntesis”. “La unidad en Adelante Andalucía no está en riesgo, de hecho, los andalucistas estamos trabajando con Podemos e IU en los pueblos para compartir listas en las elecciones municipales del 26 de mayo”, sostienen González y Vargas.

Después de casi dos años de negociación interna entre las direcciones de Podemos e IU, la coalición Adelante Andalucía se presentó finalmente como “sujeto político propio” en el verano de 2018. Estaba integrada entonces por cinco partidos: Podemos, IU, Equo, Izquierda Andalucista y Primavera Andaluza. Equo abandonó la coalición antes de las elecciones andaluzas del 2 de diciembre, porque se sintió infrarepresentada en las listas electorales, con una clara presencia en los puestos de salida de los miembros de Podemos e IU. La confluencia de Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo nació con una clara vocación andalucista, es más, la dirigente morada impuso su criterio a la dirección estatal de su partido, que hizo todo lo posible por frenar lo que entonces entendía como un intento de desgajarse de Podemos para crear otro partido.

La confluencia andaluza torció el brazo a Iglesias, apoyada en la militancia (que votó en primarias) y en el respaldo decisivo de IU, tanto en Andalucía como en Madrid. La victoria de aquel pulso interno disparó las expectativas de Rodríguez y de Maíllo de cara a las andaluzas. Ambos anunciaron entonces que el objetivo era doble: exportar el  modelo de la confluencia -de abajo arriba- a otros territorios de España; y pelear por tener grupo propio en el Congreso, asemejándose a las mareas -En Comú Podem en Cataluña o En Marea en Galicia- que están integradas en la coalición Unidos Podemos. Ambos objetivos estaban sujetos al resultado de las andaluzas, pero éste no cumplió las expectativas de sus líderes.

Adelante Andalucía, encabezada por la candidatura de Teresa Rodríguez, logró menos votos y menos escaños de los que Podemos e IU habían logrado por separado en los comicios de 2015. La confluencia perdió 300.000 votos y tres escaños, quedándose con 17 diputados en el Parlamento y el 16% del escrutinio (casi 600.000 votantes). Hasta entonces, las dos fuerzas de izquierda sumaban 20 escaños y el 21.75% de votos.

Durante la campaña de las andaluzas, la dirección estatal de Podemos abrió el proceso de primarias para elegir las candidaturas a las elecciones generales, aunque todavía no estaban convocadas. Este procedimiento acelerado dejó fuera a los afines de Rodríguez, que no presentaron a ningún candidato. Las candidaturas de Unidas Podemos para las generales en Andalucía se han fraguado en Madrid, con nula o ninguna participación de los dirigentes regionales de Podemos e IU. Es un proceso de recentralización de la política que se ha extendido a todos los partidos, incluido el PSOE andaluz, que hasta la fecha siempre había hecho valer su peso orgánico en el conjunto del partido, para negociar la lista de diputados al Congreso y al Senado.