ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
Los negros andaluces
Los Negros cuenta la lucha y la resistencia mostradas por una de las instituciones negras más importantes de la historia. Pocos conocían, ni conocen aún, esta verdad cuando ven procesionar en Sevilla a la hermandad conocida bajo el paternalista apelativo de “Los Negritos”. Tal es así que, cuando me ofrecieron escribir y dirigir un documental sobre ella, me parecía una película de encargo con la que no tenía conexión alguna.
Pero al leer las investigaciones de Isidoro Moreno sobre una metrópolis sevillana, no solo llena de esclavos negros, sino incluso hasta orientales, supe que esta era una historia que tenía que contarse. El problema es que cuando pensamos en nuestro pasado, nos basamos en las imágenes que nos dejaron los artistas. Para documentar la película, el reto fue encontrar las pocas figuras negras pintadas en los siglos pasados. Muchas veces aparecen en una esquina del cuadro, a la manera de curioso detalle. Es como si de Nueva York solo tuviéramos fotografías y películas en las que aparecen personas blancas.
En Andalucía, sobre todo en el siglo XVI, casi todos los grupos sociales poseían esclavos. No eran un lujo, algo propio de la nobleza. Cuando estos negros dejaban de servir, por enfermedad o vejez, se los abandonaba a su suerte. La situación era tan penosa que, a finales del siglo XIV, Gonzalo de Mena, arzobispo de Sevilla, creó una hermandad y un hospital para acogerlos. Por entonces no se había construido la Catedral, por tanto, esta congregación precede con mucho a la Semana Santa.
El orgullo sentido por mantener una hermandad entre el odio y el desprecio de la sociedad de su época les hizo mostrar un valor y astucia que aseguró su pervivencia hasta nuestros días
Lo que parecía una forma de civilizar, de controlar a los salvajes, bautizándolos y haciéndoles participar de los ritos cristianos, poco a poco se convirtió en un ejemplo de libertad y orgullo para unos seres humanos considerados meros animales. Los hermanos se reunían en cabildos lejos de la supervisión de sus amos blancos. Ahí podían elegir a sus cargos, administrar la cuentas o solucionar los problemas que surgían. No solo los negros, sino también las negras. Ellas tenían su propia congregación dentro de la hermandad, independiente de la injerencia de los varones.
Uno puede imaginar con facilidad como el ser parte de una institución constituida y regida solo por y para los negros afectó a su espíritu. El orgullo sentido por mantener una hermandad entre el odio y el desprecio de la sociedad de su época les hizo mostrar un valor y astucia que aseguró su pervivencia hasta nuestros días. Al procesionar por las calles, se los recibía con burlas, insultos, incluso, en alguna ocasión, con pedradas. La visión de esos esclavos y esclavas, pues ellas también acompañaban a las imágenes, inspiraba un odio que escondía un terror a una población sometida cuyo número cada vez crecía más y más.
Con el tiempo, el Imperio desapareció, Andalucía dejó de ser su gran portal, Sevilla pronto pasó de metrópolis a ciudad. Pero la presencia negra en el pueblo andaluz nunca nos abandonó. Los afroandaluces están en nuestra sangre, sus cuerpos abonaron nuestra tierra, sus nombres bautizan algunas de nuestras calles.
Para entender al pueblo andaluz hay que pensar en los negros tanto como se piensa en los gitanos. Aunque, a diferencia de estos, apenas tenemos canciones, ni poesía, ni literatura sobre ellos. Su memoria se borró porque nos hace daño. Vinieron cargados de cadenas, les insultamos y les apedreábamos cuando mostraban orgullo, pero nunca conseguimos silenciarlos del todo. Contar su historia no significa acusar a los que vivimos de los crímenes pasados, significa hacerles justicia.
Otra de las mayores satisfacciones que tuve fue darles papeles de personajes que se administraban, que tomaban decisiones, que luchaban por mantener su orgullo
Ellos se muestran orgullosos de ser llamados negros, no negritos, ni morenos. El actor principal Jimmy Roca nos sugirió el título de la película, pues le parecía un término mucho más claro y acertado. Sin su presencia y energía, el documental hubiera tenido menos fuerza.
Las pequeñas esclavitudes aún perviven en nuestros días. La película cuenta con un elevado elenco de personajes negros, lo que la convierte en un caso único del cine español. Al seleccionar un reparto tan amplio, se tuvo que recurrir tanto a actores profesionales como a aficionados. Cuando tenía a un actor ideal para un papel, era frecuente la llamada del mismo excusándose porque su jefe no le había dejado participar en la película. Otro se presentó la mañana de rodaje para decir que se tenía que marchar temprano, porque su jefe le había dicho que tenía que presentarse sin tardar. Tuvimos que cambiar su papel de más importancia por otro secundario y así cuadrar horarios.
También hubo alegrías. Gracias a su papel en la peli, un figurante pudo obtener su número de la Seguridad Social y dejar de ser un “sin papeles” penando en la economía sumergida.
Otra de las mayores satisfacciones que tuve fue darles papeles de personajes que se administraban, que tomaban decisiones, que luchaban por mantener su orgullo. O sea, nada de lo habitual que se les ofrece: la víctima desvalida, el delincuente, el extranjero. Kwame Ondo interpretó a Camilo Lastre, el responsable de la congregación que se enfrentó al clero con el fin de mantener el carácter étnico de la institución en el siglo XIX. Así pudo sentir el alivio de no volver a interpretar al personaje negro de siempre.
El impacto de la película en la comunidad negra ha sido para mí una de las grandes sorpresas. Nunca imaginé que se la recibiera con tanto entusiasmo. Abuy Nfubea, un veterano de la lucha del movimiento panafricanista, desde que la vio, dedicó todos sus esfuerzos a difundirla, en muchos casos, sin ser pagado por ello. Los negros fueron los primeros en premiar a 'Los Negros'. Al entrar en la sala en donde recibiría uno de los galardones Emilio Castelar, los reunidos allí me dieron un aplauso. Los únicos aplausos que uno oye suelen ser, con suerte, después de una proyección. Recibirlos por solo aparecer en un sitio, te descoloca, te das cuenta de que puedes afectar la vida de alguien. Hassan Sall, un joven de Guinea-Conakry residente en la capital, vio la película y se animó a poner en marcha Sevilla Negra, un juego sobre el pasado africano de la ciudad. Los jugadores se reúnen de lunes a jueves, en la boca de la estación de metro “Puerta de Jerez” para comenzar una gincana sobre la memoria esclavista.
En una de las escenas de la película, al tener que interpretar a la responsable negra que presenciaba la desaparición de la congregación de las mujeres, a la actriz Ayamey Villa se le escaparon las lágrimas. La emoción fue sincera. Su lloro es el símbolo del dolor de esos negros andaluces despojados de su propia historia.
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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
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