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Constantina: materia prima para transformar el futuro de la Sierra Morena sevillana

Panorámica de Constantina, en la Sierra Norte de Sevilla.

Charo Solís

Sevilla —

El 15 de junio está marcado en rojo en el calendario de una familia de Constantina. Rubén Rivera cumplía tres años en 1991 el mismo día que su padre Juan Antonio era investido alcalde de este municipio de la Sierra Morena Sevillana. Este año Rubén ha cumplido 31 años. La historia se repite pero ha sido él quien ha cogido el bastón de mando. Padre e hijo, una fecha y un mismo destino con 28 años de diferencia sirven para ver el antes y el después de una localidad que ha sufrido muchos vaivenes políticos, hasta el punto de haber tenido 10 alcaldes desde que se celebraran las primeras elecciones democráticas en 1979.

Juan Antonio Rivera, andalucista de pro, como acredita su discurso y las pulseras con la bandera de Andalucía que luce en su muñeca, tiene en su haber la experiencia de ser alcalde durante 14 años. A un mandato completo sin sobresaltos (1991-1995), sucedió otro de lo más convulso entre 1995 y 1999. Hubo dos alcaldesas socialistas en solo dos años, y fue Rivera el que afrontó los dos últimos años de mandato tras presentar una moción de censura. Luego gobernaría del tirón de 1999 a 2007. Ha sido el único alcalde andalucista, el resto fueron socialistas y uno independiente que apenas resistió siete meses (desalojado también por una moción de censura en 2016). Por edad y experiencia, Juan Antonio puede hacer balance de lo que supuso la llegada de la democracia al ámbito local.

Uno de los grandes cambios para Constantina está en los tejados. Una comarca que presume de ser el grifo que da de beber a Sevilla y que vivía a diario con restricciones de agua. “Sólo teníamos hasta las tres de la tarde, de ahí los depósitos que aún se ven en los tejados de la casas. Se logró que tuviéramos agua las 24 horas y cuando llegué al gobierno, creé una empresa municipal para su gestión”, relata Juan Antonio Rivera. Si el agua era vital para la vida de los constantinenses, no lo eran menos las infraestructuras. Y hacían falta de todo tipo: carreteras, alcantarillado, no había guardería ni instituto de bachillerato, tampoco biblioteca o polideportivo municipal.

“Los alcaldes de entonces éramos como mendigos que íbamos a la Diputación de Sevilla a pedir y, aunque yo era del PA y el PSOE controlaba casi toda la provincia, no me puedo quejar porque a mí me trataron bien”, matiza. Sin embargo, es muy crítico con la gestión en el ámbito provincial, por entenderla como una duplicidad de administraciones e incluso llega a cuestionar su papel por ser instituciones “de tiempos de Franco que hoy en día, con la autonomía y un delegado provincial, una diputación no es necesaria. Su presupuesto debería repartirse entre los pueblos”. Considera que si antes la figura del alcalde no era escuchada y que las inversiones no se adecuaban todo lo que debieran a la singularidad de cada municipio, ahora no ha cambiado demasiado.

“La autonomía local es mentira”, sentencia, sosteniendo su afirmación en la falta de financiación, pese a ser la primera puerta a la que llaman los vecinos cuando tienen un problema. “Es la última administración. Mientras el esquema en la UE es del 50% para el Estado, 25% para las autonomías y 25% para los ayuntamientos, aquí nos quedamos en el 13%. ¿Para cuándo la financiación local”, se queja.

Opina que la clave está en aquel “el que se mueve, no sale en la foto” que pronunciara el ex dirigente socialista Alfonso Guerra y en la obediencia que ha impuesto la disciplina de partido a los alcaldes. Eso, unido a que cada alcalde iba a lo suyo, cree que ha sido un lastre para Constantina y la comarca de la antes conocida como Sierra Norte de Sevilla.

Pero algo ha cambiado. Los diez alcaldes de la zona, pese a ser de distinto signo político, tienen ahora un grupo de whatsapp y tienen claro que tienen que sus decisiones tienen que ser complementarias. Lo que beneficia a uno, repercute positivamente en todos. Rubén Rivera habla abiertamente de “compañerismo”.

La herencia recibida

Si hay una asignatura pendiente en Constantina desde la llegada de la democracia a los ayuntamientos, es la necesidad de una circunvalación y de un polígono industrial. Alcalde tras alcalde, alcaldesa tras alcaldesa, es una suerte de herencia recibida que ha llegado hasta Rubén Rivera, pero que ahora apremia resolver ante el problema de la despoblamiento que se cierne sobre esta localidad. Si en 1996, primer año del que el Instituto Nacional de Estadística tiene datos de su padrón, Constantina tenía 7.390 habitantes, ahora son 5.954 personas las que allí residen. Una pérdida de un 20% de población derivada no sólo del envejecimiento y la caída de la natalidad, sino de la falta de alternativa económica y laboral.

El recién elegido alcalde tiene de nuevo sobre la mesa el proyecto sobre el que su padre ya trabajó y casi dejó listo para su aprobación para dotar de suelo industrial al municipio. Cree que es una pieza clave para frenar la huida de constantinenses por falta de oferta laboral e impulsar el emprendimiento. “Constantina es muy rica en materias primas que podrían aprovecharse y dar pie a empresas transformadoras vinculadas a la biomasa, la agricultura, la leña para la producción de pellet, el corcho y la industria cárnica del cerdo”, analiza, mientras puntualiza que “si bien sería un balón de oxígeno para el pueblo y la comarca, tampoco es la salvación”.

Rechaza por completo que el polígono acabe convirtiéndose en un mero espacio para el traslado de los talleres y negocios que ya operan en la localidad y apuesta porque se impulse un vivero de empresas. En este caso, confía en el apoyo de otras administraciones y más aún, cuando es una zona que sufre los inconvenientes de estar dentro de un parque natural, una figura de protección que impone límites a determinados proyectos empresariales y que es un “pulmón verde” para la provincia pero que condiciona a los pueblos de la zona sin tener a cambio ninguna compensación.

La circunvalación de Constantina es otra piedra angular para el desarrollo de la zona. Para ir a Alanís, San Nicolás del Puerto o Las Navas de la Concepción hay que atravesar su casco antiguo. Los atascos en algunas de sus estrechas y empinadas calles están a la orden del día, con los riesgos que ello conlleva por el paso de camiones. El reciente incendio de un tráiler cargado de paja, que quedó calcinado en medio del pueblo es recordado por el actual alcalde aún con el susto en el cuerpo. Además de por razones de seguridad vial y por la descongestión del tráfico, y más cuando este municipio cuenta con un hospital, esta reivindicación histórica, cuyo proyecto arrastra años de retraso, ayudaría mucho al despegue turístico de un pueblo y una comarca que “están a 50 minutos del aeropuerto de Sevilla y del AVE, y a 20 minutos de la estación de Lora del Río”, como destaca su alcalde.

“En este sentido, la Sierra de Huelva es un ejemplo y está siendo muy bien explotada turísticamente”, lamenta, y recalca que además de un su patrimonio histórico y artístico, pueden potenciar el turismo de naturaleza, además del turismo enológico, ya que hay bodegas y destilerías. El punto de partida es positivo ya que cuentan con infraestructuras hoteleras, aunque algunas estén infrautilizadas como el albergue juvenil de Inturjoven. Está convencido de la necesidad de que los alcaldes remen en la misma dirección y que haya una inversión fuerte en la promoción turística como la hubo en los 90, “cuando tuvimos stand en Fitur o cuando el Sevilla Fútbol Club promocionaba Constantina”, anota su padre.

Política millenial

Pese a que por edad se le podría clasificar como un político millenial, lo cierto es que Rubén Rivera acumula experiencia. Se afilió a las Juventudes Andalucistas con tan solo once años y a los 18 entró en el PA. Además de haber vivido de primera mano la política en casa, también la vivió en la calle, porque aún se recuerda repartiendo pasquines y pegando carteles en cada elección, y también fue concejal en la oposición. Tras la desaparición del PA y las divisiones en la agrupación local, se creó el partido Constantina en tus manos (CentuM) y a la primera, han logrado la alcaldía por mayoría absoluta.

“Tengo el listón muy alto”, piropea Rubén a su padre, más que nada por la dificultad a la que este se enfrentó al encontrarse un ayuntamiento en quiebra técnica y asfixiado por las deudas. Asegura escuchar sus consejos, “pero las decisiones las toma el equipo de gobierno”, apostilla entre risas, ya que mientras Juan Antonio le dice cómo resolvería de un plumazo los problemas, su hijo le frena recordándole que las cosas ahora son muy distintas a como lo eran en su época. La burocracia administrativa y las leyes han cambiado mucho, son más restrictivas y garantistas, pero también la política ha evolucionado.

En lo que desoyó por completo Rubén a Juan Antonio Rivera y al resto de su familia es en aspirar a ser regidor. La política en un pueblo es una exposición continua. No se desconecta nunca. “Ni siquiera aunque hayas dejado la alcaldía”, advierte Juan Antonio, al que siguen parando por el pueblo vecinos para pedirle ayuda aunque hayan pasado doce años desde que salió del Ayuntamiento. Si en las grandes urbes las críticas llegan por los medios y por las redes sociales, en los pequeños municipios las quejas están a pie de calle, en la barra del bar o llegan hasta la puerta de casa. No hacen falta trolls ni haters. Y eso es en lo que la política no ha cambiado en cuarenta años en Constantina.

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