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Alcaldesa cañaílla de París y tostada con aceite made in Italy

La franco-española Anne Hidalgo es ya formalmente la primera alcaldesa París

María Iglesias

Hoy lo lejano está al lado y lo próximo es remoto ya que no podemos meterle mano y cambiarlo. Así leemos que el Ébola se extiende por África o que Chile sufre terremotos y nos estremecemos, pero también que España está obligada a pelotear al dictador Obiang porque necesitamos el petróleo guineano, y que hemos de asumir que, en adelante, el poco empleo que se cree será más propio de esclavos que de ciudadanos.

A pesar de lo cual, sigue el rito de las noticias. Generadas, consumidas. ¿Por inercia? ¿Esperanza? ¿Necesidad de ese runrún de cuento para adormecernos?

Las elecciones municipales francesas nos son reportadas como si importasen. ¡En España ni sabemos el cabeza de cartel para las Europeas del PP! ¡Ni si la abstención será máxima o espectacular! ¿Qué van a interesar los ayuntamientos de Francia? ¡No les importan ni a los francesas, cuatro de cada diez pasaron de votar! Permitiendo así el mejor resultado en 42 años del ultraderechista Frente Nacional (por no hablar de esos siete de cada cien que se levantaron con ganas de pecar no por omisión sino por acción).

Según se infiere de las informaciones, los españoles deberíamos alegrarnos por la circunstancia de que dos de las esperanzas blancas del socialismo en Francia sean españoles: el nuevo primer Ministro francés, Manuel Valls, barcelonés, y la primera mujer alcaldesa de París, Anne Hidalgo, de San Fernando, “como Camarón y Sara Baras” -se destaca.

Sea Valls español o taiwanés, lo que me asombra en su caso es que el mérito para ascender como referente del socialismo galo sea parecer de derechas tanto en materia económica como migratoria. Y no de derechas-demócrata en plan Sarkozy, sino a lo Le Pen -recordemos que él impulsó la expulsión de una menor kosovar en plena excursión escolar. Si el Frente Nacional no sólo gana votos, sino que consigue influir en la elección del líder del país, ¿quién si no ellos han vencido en los comicios?

Pero en relación al origen de Valls e Hidalgo, no sé cómo no nos sonroja atribuirnos sus éxitos -como si fueran dos seleccionados de Del Bosque triunfando en el Mundial o la Eurocopa- cuando siendo ellos niños, este país madrastra que integramos los condenó a ser exiliados. Y si se han abierto camino en la vida no es gracias, sino a pesar del abandono y la hostilidad de su tierra natal.

Si fuera algo propio del pasado, de los tiempos de la guerra, que no ha vuelto a suceder... ¡Ojalá! Pero, ¿cuántos conciudadanos arrojamos al exilio hoy mismo? ¿Cuántos darán lo mejor de sí a otros proyectos colectivos (que eso son los países, no terruños transidos de raíces)? ¿De cuántos presumiremos hipócritas dentro de veinticinco o treinta años? ¿Y cuántos otros, muchos más, llevarán vidas de posibilidades cercenadas, frustradas porque su país, su región les volvió la espalda?

Así somos. Palmeros del éxito cuando éste se consigue a pesar de todas las piedras con las que sembramos el camino de nuestros hermanos, hijos. Y lloricas que miramos impotentes a Sísifo con su roca sin ponernos de acuerdo en un plan para librarle de ella. Personifique el mito a personas concretas o empresas, de ésas en las que legítimamente deberíamos poder cifrar las esperanzas de empleo a corto, medio y largo plazo. Pienso en la aceitera Deoleo.

No sé si la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI) debe ser quien compre ese 31% de acciones que si sé que está interesado en apropiarse el Fondo Estratégico Italiano -además de inversores privados, entre los que no falta la empresa en que trabaja el hijo menor de Aznar. No me gusta la perspectiva proteccionista/nacionalista en el vasto arco que va de lo económico a lo cultural. Ahora bien, ¿no nos escandaliza que el 80 por ciento de nuestra producción aceitera se venda a Italia como materia prima que luego revenden más cara por hacerse cargo del embotellado y etiquetado? ¿No es un caso tan claro que llevamos décadas usándolo de ejemplo de lo que no podemos seguir permitiendo?

Y bien, puesto que lo sabemos, estamos informados y de acuerdo trabajadores, empresarios, administración, ¿vamos a lograr, juntos, una solución? ¿O dejaremos que se malogre este sector fundamental para nuestra economía, en el que ya somos líderes mundiales? ¿Lo haremos mientras nos devanamos los sesos en re-inventarnos, intentar negocios -por peregrinos que sean- con la ilusoria esperanza de que un hoy inimaginable pelotazo andaluz abra portadas internacionales y alegre la mañana a una alcaldesa de París, que se siente cañaílla a pesar de los pesares, mientras desayuna una tostada con aceite de oliva etiquetado toscano, pero que ella juraría que es de Andalucía... Por cálculo de probabilidades, no porque su sabor sea inigualable. No caigamos en estúpidos orgullos provincianos. Sobre todo si son vacuos. Menos golpes de pecho acerca de lo nuestro, y más defenderlo en serio cuando aún estamos a tiempolo nuestro.

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