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Aritmética electoral
Se acercan las elecciones y ya me empiezan a temblar las canillas como hace cuatro años, cuando el Gran Registrador de la Propiedad y sus compinches, prietas las filas, se preparaban para salvar a España, aun a costa de hundirnos a los españoles (y mucho españoles), como así ha sido, que a fuerza de registrarnos los bolsillos hemos acabados más tiesos que los gatos de porcelana.
Y aunque los temblores me hacen castañear hasta las uñas de los pies, un pequeño rayo de esperanza ilumina mi tenebrosa y larga noche, ya que don Mariano el Veraz no obtendrá esta vez la mayoría absoluta para seguir registrándonos a su antojo, que no es que quede mucho por confiscar, pero al menos dejaría de tocarnos las partes pudendas. Con un poco de suerte, a lo mejor viene en nuestro auxilio la aritmética electoral y con los resultados en la mano sería posible que pudiéramos mandar a Rajoy a registrar los apareamientos de la almeja macha en su Pontevedra natal.
Lo malo de la aritmética electoral es que funciona para todos y puestos a hacer cuentas a lo mejor las del PP le salen sumando con Ciudadanos o incluso con Podemos, y no se me rían, que en Andalucía ya hemos visto a los comunistas dándose el pico con los populares, eso sí, por el bien del pueblo. También es cierto que el PP (Partido Pútrido) lo tendrá difícil, ya que el pus da mucho repelús y eso dificulta encontrar pareja. Y no es de extrañar, ya que durante más de 20 años los líderes del PP han estado practicando su particular aritmética, muy rentable por otra parte: dos más dos son cuatro y me llevo dos, cuando no 200.000, que el amor a España es muy caro y no hay sobre que lo compense, excepto los que llevan billetes de 500 euros sin pasar por Hacienda, que para eso ya estamos ustedes y yo.
El teorema del punto
Para evitar que don Mariano el Tempranillo siga merodeando, confiaba yo en Podemos, aunque mi fe se tambalea, ya que el tal Pablo, tras caerse del caballo, ha dado en pensar que de mayor quiere ser Felipe González, eso sí, sin ponerse siquiera una mala chaqueta de pana. Para ello, está ensanchando sus bases (incluidas las de la OTAN) para acoger a la clase obrera, a la clase media e incluso a la clase más alta de generales, magistrados, fiscales, profesores universitarios y demás patulea; a los nacionalistas catalanes e incluso a los catalanes españolistas. Y a las cofradías de Semana Santa.
Todo ello aplicando geometría electoral y el principio del punto determinado, que se enuncia así: por un determinado punto pueden pasar un infinito número de líneas paralelas, siempre que el punto sea lo suficientemente gordo. Un mensaje para lelos que no colará en toda la parroquia y que hará que el voto a Podemos sirva para hacer presidente a Rajoy.
Aunque peor es lo del otro partido emergente, Ciudadanos, que se ha tirado a la piscina proponiendo copagos, reformas laborales, bombardeos en Siria o rebaja de penas a los maltratadores. Aun así, sigue su líder unipersonal subiendo en las encuestas y arañando votos al PSOE, para alegría de Rajoy. Se puede aplicar en este caso el Principio de Arquímedes, que dice: un cuerpo que se sumerge recibe un empuje emergente igual al peso del fluido que desaloja. Y si la piscina estuviera llena, pues mejor que mejor. A lo mejor va a ser de eso lo de la cabeza de Rivera.
Tampoco contribuye a tranquilizar mi ánimo el socialista Pedro Sánchez, que, entretenido con los ataques que recibe por los cinco costados, está a la espera de que sus votos se multipliquen por generación espontánea. La aritmética de los panes y los peces, aunque puestos a esperar prodigios, mejor nos vendría el de “Lázaro, levántate y anda”.
Como ven, un panorama desalentador, del que se desprende que el PP seguirá hurgando en nuestros bolsillos cuatro años más. Así que afinen bien su voto y acuérdense del viejo refrán: más vale “un por si acaso” que cien penseques.