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¿Dejamos de sacarnos los ojos para al fin ver?

Un contenedor en llamas tras una protesta de negacionistas de la pandemia en Bilbao.
25 de enero de 2021 21:47 h

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Todos sabíamos en Navidad que vendría este tsunami de contagios y muertes. Yo lo escribí el 28 de diciembre. Debió tomarse a broma de Santos Inocentes. Otra vez en España más de 400 muertos diarios y leo y oigo y veo que “nos pilla cansados”. Y yo misma pienso: ¿para qué escribir de nuevo que hay que parar la masacre? Pero, ¿acaso no haríamos algo si durante tres meses, cada día, pudiendo evitarlo, se nos estrellara un avión lleno? 45.000 muertos desde marzo. Estaremos agotados, pero nunca perdemos brío para enfrentamientos vanos. Nos ciega la polémica. Nos la pasamos llorando errores de ayer y metiendo la pata en lo clave para mañana. Los políticos y también nosotros, los ciudadanos. Afrontémoslo.

Del discurso de investidura de Biden, la semana pasada, nos venía como un guante lo de sanar heridas de una sociedad polarizada. Antes, en la toma del Capitolio el 6 de enero, el mundo comprobó cómo la agresividad verbal desde tribunas políticas y mediáticas lleva a las masas a la violencia. Pero, ¿cómo reclamar responsabilidad a los representantes cuando los ciudadanos estamos desbocados?

Tres ejemplos recientes: la fecha de las elecciones catalanas, la equiparación por el vicepresidente Pablo Iglesias de Puigdemont con los exiliados del franquismo y el choque en el feminismo a partir de los derechos trans.

Yo era partidaria de atrasar la votación en Cataluña por la situación sanitaria y los precedentes de las votaciones gallegas y vascas hasta que la noche antes del dictamen del Tribunal Superior Catalán escuché en la SER los argumentos del director adjunto de la Vanguardia Enric Juliana y el ex director de ABC José Antonio Zarzalejos. Aclararon que en Galicia y País Vasco fueron elecciones anticipadas, pero en Cataluña la legislatura acaba. Subrayaron la anomalía democrática de salirse del marco legal. ¿Qué habría pasado si Trump, con la excusa del Covid, hubiera prolongado su mandato tras el silbido del árbitro? ¿Con qué legitimidad criticarán Cs y el PP el referéndum unilateral si ellos avalan incumplir la ley?, se preguntó haciendo gala de independencia el conservador Zarzalejos. Cambié de criterio. No me he muerto por ello.

Sobre la comparación de Iglesias, a mí me indigna. Y en la cuestión de los derechos trans soy de las feministas que no me siento amenazada porque se proteja a quienes igual que mujeres, gays, lesbianas… vienen sufriendo discriminación. Pero esta columna no va de esos temas, sino de la injustificable virulencia de ciertas reacciones al debate.

Discrepar como demócratas

Me refiero a la agresividad ante el artículo de Joan Coscubiela en que calificaba de “jurídicamente impecable” el auto del TSC, al trincherismo de “o con Iglesias o contra mí” que emerge en las reacciones a los análisis sobre la declaración de Iglesias a La Sexta por Marco Schwartz y Antonio Maestre, a las presiones denunciadas por Andrea Momoitio, coordinadora de La Píkara, para boicotear a Lucía Extebarría por ser contraria a la equiparación de derechos trans.

Ni conozco a estas “dianas de la ira”, ni escribo esto por corporativismo. Seguramente los artículos polémicos, al generar más imputs, “convengan” desde una perspectiva economicista. Esta es mi llamada de alerta: ojo a decir que se quiere un “periodismo independiente”, pero alzarse furibundo ante cuanto se sale de la fe del “bando”.

Enzarzados en purezas de sangre sobre el grado de izquierdismo, libertarismo, feminismo somos cada vez más incapaces de articular una convivencia fructífera para la mayoría social frente a esos poderes económicos que se frotan las manos viéndonos correr, como a perros, tras su propio rabo. En días en que nos jugamos literalmente la vida.

Cegados a los temas urgentes

Alarma que justo el primer Gobierno de coalición progresista de la democracia permita este sacrificio en vidas humanas en el altar del consumismo capitalista. Que eso es lo que han sido las operaciones Salvar el verano y Salvar la Navidad.  

Horroriza que las democracias europeas estén siendo tal desastre en vacunar.  

Pone los vellos de punta que esté pasando inadvertido cómo la democracia global pone la educación de las futuras generaciones en manos de Google, a través de Classroom sin control alguno. ¡Exijamos plataformas educativas públicas! Classroom es un troyano al que le abrimos la puerta encantados, pero viene a saquearnos y controlarnos.

Es alucinante cómo, al llegar Biden, se subestima al fascismo. Aunque replegados, los fachas aguantan y crecen. En Portugal acaban de pasar del 1% al 12%. En nuestro país, determinan las políticas de “hombres tranquilos” del PP como Almeida en Madrid y Juan Manuel Moreno en Andalucía que hoy obedecen a Abascal como McConnell obedecía a Trump por más que se desmarque tras el golpe. Todo apunta a que Vox desbancará al PP en Cataluña.

A la ultraderecha le conviene la polarización. Cree en la violencia. Si no se hacen ya profundos cambios económicos y fiscales la mayoría social no podrá vivir con dignidad. La insurgencia estará tan cantada a día de hoy como esta tercera ola lo estaba en Navidad.

¿Acaso un poder económico capaz de anticipar qué serie de Netflix lo petará este año no prevé qué cóctel de decisiones lleva al estallido social? ¿O es que le interesa el incendio?

Y nosotros, que como desenmascara el documental El año del Descubrimiento, nos dejamos timar en el 92, ¿hoy a qué estamos atentos? ¡Despertemos!

 

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