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'Demoscracia' en tiempos del cólera
No me he vuelto fino, esa “s” de más pretende aproximarse a un neologismo que vendría a significar que la democracia empieza a flojear en sus reglas, las de control y exigencia de responsabilidades, singularmente, para ser sustituida por la demoscopia.
Se vienen las elecciones en Andalucía y, machaconamente, desde el primer día de esta legislatura estamos entre sondeos hasta tal punto que incluso los que deberían ser más proactivos y confiar en el sentido crítico y responsable del electorado, sitúan el resultado del 19 de junio, día del escrutinio, en un fatalismo ya determinado por empresas de sondeos y sus mandantes a los que no controla nadie, ni siquiera el mercado por haber fallado en otras ocasiones. No hay sector más ajeno e indoloro a la pérdida de reputación.
Llegamos tarde a casi todo. Los franceses, que inventaron esto, ya han pasado y pasan por eso. Es una manera de pudrir la democracia, de sustituir las políticas por los politólogos, de hurtar el control democrático por el interés económico y rentar en términos de influencia en una carrera desmedida por la comercialización y venta de sondeos. Los grandes beneficiarios son la prensa y las empresas de sondeos, pero sobre todo los políticos que no quieren verse controlados cuando gobiernan o esforzarse con una oposición firme pero argumentada cuando les toca oponerse; la gran perjudicada es una democracia saludable, entendida la salud como contraria a la enfermedad de la mercantilización y cosificación de la política vía sondeos.
Mucha gente me pregunta si me creo los sondeos sobre Andalucía, pero casi nadie por la gestión de Moreno Bonilla o por la oposición, primero de Susana Díaz y, brevemente, de Juan Espadas. Ni siquiera se sienten interesados por la oposición de la otra izquierda, la única que parlamentariamente ha dado un cierto tono. Los sondeos y la prensa hacen su trabajo, otra cosa es el balance y responsabilidad de una legislatura en la que PP y Ciudadanos inauguraron la entrada de la extrema derecha en el campo institucional que apenas les merece una reflexión.
Dentro de poco habrá que ir a votar, la opción es confiar en el criterio del pueblo, en su fuerza transformadora o en el azar, la meteorología de los sondeos
Con todo, aparece Moreno Bonilla como si no hubiera gobernado con Ciudadanos y Vox, como si Juan Marín no hubiera sido el pilar indiscutible de sus tamaños desafueros, como si la extrema derecha no estuviera en Andalucía para acabar con sus instituciones de autogobierno y las políticas sociales, como si el PSOE no hubiera estado más de tres años descalabrado después de cerca de cuarenta años de hegemonía. Pero, seguimos con la cuestión, lo importante es ¿qué dicen las encuestas?
Las encuestas dicen lo que deben, sirven para lo que sirven, son una ciencia -sin científico, decía Pierre Bourdieu-, muestran ocultando, sustraen y jibarizan el debate democrático para sustituirlo por una especulación cercana a la meteorología. Y lo fundamental está conseguido, la gente, hasta la más progresista, cree en los astros.
Las encuestas de las vísperas de las únicas elecciones que ha ganado la derecha en Andalucía, las que ganó Javier Arenas con 50 escaños y no pudo gobernar por el acuerdo de las izquierdas, decían tajantemente -incluidos sus spin doctors (una suerte también de meteorólogos)- que el PP ganaría por mayoría absoluta. No fue así.
Las pasadas elecciones, los más reputados sociólogos electorales daban por ganadas las elecciones por el PSOE -acertaron- y afirmaban que el único problema lo tendría Susana Díaz que debería decidir gobernar con la izquierda o con la derecha ciudadana. Mientras, Moreno Bonilla se acariciaba el cuello en señal de despedida, amenazado por los cuchillos de la Corte. Ya ven.
Dentro de poco habrá que ir a votar. La opción es confiar en el criterio del pueblo, en su fuerza transformadora o en el azar, la meteorología de los sondeos. Hay que decidir con madurez, teniendo en cuenta que hace tiempo que una buena parte de la humanidad abandonó la creencia en los astros.
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