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'Gerrymandering' impropio en Barcelona
Es una palabra rara que consiste en alterar los límites de las circunscripciones electorales para que, hartos de perder, alguna vez te voten y ganes aunque sea agrupando a los tuyos. Es un término acuñado en la ciencia política que no es incompatible con admitir que se trata de una indecencia política y una granujería.
Todavía nadie ha planteado, que se sepa, alterar los límites electorales de Catalunya para que los resultados favorezcan al PP, ya que los catalanes, barceloneses o no, dan en cada comicio electoral la mala noticia de que no respaldan a la derecha española.
Con el gerrymandering, invento anglosajón, coexiste otra granujería, a saber, las migraciones masivas, ya practicadas con Nixon, pero no me imagino yo a cientos de miles de gente bien trasladándose a las veguerías catalanas para así poder votar al PP. Otra cosa es una excursión en autobús o AVE.
Pero, en fin, fiel a sus innovaciones, la derecha española ha inventado el gerrymandering impropio, es decir, hacer política en un sitio pero manifestarse en otro. Parece muy claro que las manifestaciones en Barcelona tienen más que ver con que te voten en las mesetas que con que te voten en Catalunya, en donde se han congregado para decirles a ellos, a los catalanes, que ya votaron, que la amnistía no les conviene.
Según fuentes piadosas de los excursionistas, se han congregado en Barcelona 300.000 manifestantes, es decir, que teniendo en cuenta que en las últimas elecciones votaron al PP algo más de 300.000 y que han venido excursionistas de todo el Estado, ni los suyos.
Pujol fue un maestro: la partitura o plantilla que puso en práctica con Aznar le dio resultado. Se la ha mostrado a Puigdemont como hizo el cardenal Cisneros con sus cañones
Pregonan sus inquietudes en las circunscripciones de Catalunya, gerrymandering a voces e insultos, en donde fueron los quintos en las elecciones generales, 13 diputados menos que el PSC a los que acusan de no hablar en nombre de los catalanes.
Esta actitud repetida de las derechas tiene mucho que ver con la ornitología –no puedo evitar ser alumno de Bourdieu y sus analogías–. Un poner, la presidenta de la comunidad uniprovincial de Madrid, pía en Barcelona pero donde de verdad empolla sus huevos es en el Madrid cortesano. En ese sentido, los huevos de Isabel puestos en Barcelona, como por todo el PP, son güeros. Pero ellos van a por los pollitos mesetarios. Y, a todo esto, los catalanes, anfitriones de los domingueros, observando.
Jordi Pujol –en estado de consentimiento estatal de lo suyo (amnistía impropia)– que sabe, le recomienda a Carles Puigdemont que no se deje engañar, que pida. ¡A los cuerpos!, que narraría Paco Giménez Alemán. A los cuerpos, significa a lo mollar, al cuerpo orondo de las cigalas y langostas, nada de cáscaras y patitas, a los jurdores. Pujol fue un maestro: la partitura o plantilla que puso en práctica con Aznar le dio resultado. Se la ha mostrado a Puigdemont como hizo el cardenal Cisneros con sus cañones.
El honorable, zorrón, no quería ni reformar el Estatut –era cosa de Pasqual Maragall–; además, de sus acuerdos con González y, sobre todo, con Aznar, Pacto del Majestic, no chistaron los excursionistas, ni siquiera la Guardia Civil dijo que los echaban de Catalunya. Aquellos polvos no produjeron inquietud alguna en el monarca, entiéndase metafóricamente y sin pancarta, como algo más que uno: ¡tranqui Juancar! Creo que aquella partitura se la ha recomendado a Puigdemont, que no deja de ser uno de sus hijos políticos, de la derecha catalana de toda la vida, que lo mismo peina pa levante que pa poniente, pero con gomina de la buena, grease.
La derecha catalana añora un nuevo pujolismo. En el prólogo a lo que se conoció como 'Informe Argullol', el presidente catalán afirmaba que “el desarrollo del autogobierno se puede profundizar considerablemente dentro del marco constitucional vigente”, y concluía: “Es tracta, en definitiva, de poder aconseguir que Catalunya disposi de més poder polític, juntament amb un nou pacte fiscal que asseguri l’adequat desenvolupament econòmic de la nostra societat”.
Lo de Granada ha estado bien; de Lola Flores, le escuché a su chófer, sabio y vecino: no sabe cantar ni bailar pero menea como nadie la bata de cola; pero hace falta algo más, los números van bien pero qué pasará luego de que se cansen los excursionistas. Como dice el propio Pedro Sánchez, no Flores, no se puede gobernar España sin reconocer sus diversidades territoriales. Si desde un PSOE reconstruido se entiende esto, España será mejor y eso es lo que temen los excursionistas.
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