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Lo que hemos aprendido de Sofía Vergara y Taylor Swift

Taylor Swift y Sofía Vergara.

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Esta semana dos mujeres se han hecho virales en las redes sociales. La razón: haber plantado cara a los chistes y bromas que pretendían ridiculizarlas.

Como muchas otras personas, yo también he disfrutado mirando los vídeos en los que Sofía Vergara respondía de forma magistral y sin un ápice de complacencia una tras otra a las clásicas preguntas machistas de Pablo Motos. “¿Eres rubia natural?”, “¿Por qué las mujeres os ponéis más pelo en los ojos?”.

Pero la periodista Laura Barrachina puso el foco sobre algo que llamó mucho más mi atención y que me parece verdaderamente revolucionario. Pensarán que soy una exagerada con este calificativo, pero déjenme que les explique.

Barrachina se fijó en la ausencia total de sonrisa en estas dos mujeres ante los comentarios o chistes sobre ellas. Y esto, justo esto, es lo que me parece una revolución.

si ustedes también suelen autocastigarse por esto, déjenme que les diga. No es nada fácil. Porque estos comentarios no suelen hacerse con un tono agresivo, algo que facilitaría una reacción consecuente por nuestra parte

Verán, durante toda mi vida he aguantado este tipo de comentarios, o “bromas”, como gustan llamarlas quienes las hacen, que encierran una intención machista, misógina y ridiculizante. ¿Y qué he hecho yo? Sonreír.

Esa maldita sonrisa que llevamos grabada a fuego muchas mujeres y que sale como un resorte, de manera incontrolable, por poca gracia o mucho daño que nos haya hecho el comentario. Siempre la sonrisa amable, la sonrisa de quien tiene miedo de parecer una borde, de quien no quiere ser acusada de exagerada, de loca, de histérica, de aguafiestas. La sonrisa de ser simpática, de querer caer bien, de ser aceptada. La sonrisa de siglos de educación patriarcal. De “sonríe, que estás más guapa”.

Esa sonrisa me ha hecho enfadarme mucho conmigo misma por no haber sido capaz de reaccionar y de contestar como debería haberlo hecho. Me he vuelto a casa con rabia en muchas ocasiones, con la respuesta buena, que aparece siempre demasiado tarde, guardada en la recámara para la próxima ocasión. Pero lo cierto es que en las próximas ocasiones me vuelve a pillar por sorpresa, y ahí está de nuevo, mucho más rápida que la capacidad de mi cerebro de procesar la situación, la sonrisa.

Pero si ustedes también suelen autocastigarse por esto, déjenme que les diga. No es nada fácil. Porque estos comentarios no suelen hacerse con un tono agresivo, algo que facilitaría una reacción consecuente por nuestra parte. Por el contrario, aparecen en un entorno de risas, aparentemente seguro, el autor muestra un rostro amable, suele hacerte algún cumplido antes, así que nuestro cerebro no está preparado para recibir un mensaje dañino procedente de una enorme sonrisa. Se provoca un cortocircuito. Está desarmado.

A esto se suma el saber que si en este entorno de jiji jaja, respondemos, inmediatamente seremos acusadas de tener poco sentido del humor, de no saber aceptar una broma, de “hay que ver cómo te pones si sabes que te lo digo con cariño”: en definitiva, seremos las malas. Y nadie quiere eso.

Creo que este simple gesto puede ser toda una revolución, como decía al principio de este texto, lo creo de verdad. Porque los grandes cambios siempre empiezan por pequeños gestos

Pero esta semana, Sofía Vergara y Taylor Swift nos han mostrado un camino que pienso tomar como ejemplo. Ante este tipo de comentarios, ante las bromas que nos hieren, cero sonrisas. Empecemos a deconstruir esas sonrisas y todo lo que llevan implícitas, empecemos a eliminarlas de nuestro rostro cuando bajo el amparo del humor se nos pretende dañar, perpetuar estereotipos falsos y horribles o ridiculizarnos con la intención de que no nos salgamos del camino marcado.

Creo que este simple gesto puede ser toda una revolución, como decía al principio de este texto, lo creo de verdad. Porque los grandes cambios siempre empiezan por pequeños gestos.

Así que gracias Taylor, gracias Sofía, por cambiar las reglas. Gracias, querida y admirada Laura Barrachina por poner el foco donde había que ponerlo. Yo ya estoy practicando mi rostro impasible, aunque me cueste años de ensayo y error, aunque tenga que sujetar las comisuras de mis labios con mis manos. Lo haré por mí, y por todas.

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