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Herederos del franquismo
Hoy es 20N, un día que nos trae a la memoria el fin de una etapa oscura de España, la muerte de un dictador que condenó a los españoles al ostracismo de la falta de libertad. Han pasado 45 años de su muerte, pero su fantasma sigue presente en cada uno de los discursos de odio que añoran su legado, que nos devolverían a esa sociedad temerosa y maniatada, que defienden una España como la de Franco pero sin Franco.
Aún resuenan en el Parlamento las voces y exabruptos que el portavoz de Vox, Alejandro Hernández, profería hace unas horas en el Hospital de las Cinco Llagas, sede de la soberanía popular andaluza que ellos desprecian, pero de la que se sirven. Con su actitud violenta y machista vino a demostrar lo que realmente son, lo que realmente sienten. Se ofendió porque Susana Díaz le dijo a Moreno Bonilla que para gobernar se había abrazado a los herederos del franquismo. Y eso desató la ira, la ira contenida y el odio irracional de quien no cree en la democracia, de quien asiste como espectador a una obra que le incomoda, de quien finge formar parte de algo que realmente quiere destruir.
Ayer Alejandro Hernández se quitó la careta y se la quitó a su partido. Lejos quedaron las buenas formas impostadas y la falsa buena educación de la que presumen y que no es más que una pose. Salió el verdadero monstruo que lleva dentro. Y al hacerlo dejó al descubierto su nulo sentido democrático y su falta de respeto al pueblo andaluz que dice representar.
Nadie duda en este país de que los miembros de Vox son herederos del franquismo. Han llegado a la política para defender una España centralizada, sin autonomías, libre de inmigrantes y homosexuales a los que quieren mandar a terapia; no reconocen que exista la violencia de género y se oponen a todos los avances en igualdad. En definitiva, representan el legado de ese fantasma que aún vive llamado Franco. Lo quieran reconocer o no, son los herederos del franquismo.
Su ira, su odio y su violencia se hicieron aún más grandes al ser una mujer la que la había desatado, Susana Díaz, y creció cuando otra mujer, la presidenta del Parlamento, Marta Bosquet, en cumplimiento de sus funciones, hizo callar a Hernández. Dos mujeres con responsabilidades. Dos mujeres con mando. Justo lo que ellos no soportan, justo un buen ejemplo de nuestra democracia, por eso la ira se abrió camino en su mirada, en sus ojos, en sus acciones y en su lengua. Una violencia fruto de la rabia contenida. Me pregunto cómo se habría desatado esa furia en un acto privado. Prefiero no responderme.
Mi apoyo y solidaridad a ellas dos, mujeres, políticas, representantes de los andaluces y andaluzas que merecen todo el respeto, se compartan o no sus ideas, por eso no alcanzo a entender el atronador silencio de los dirigentes de PP y Ciudadanos. Ni Moreno Bonilla, ni Marín, ni nadie de sus partidos ha condenado los hechos ni se ha solidarizado con las mujeres que lo sufrieron en primera persona. Todos sabemos que le deben el Gobierno de Andalucía, pero ¿tanto miedo les tienen como para no reprobar unos actos absolutamente intolerables? La coherencia y, por supuesto, la dignidad nunca deben perderse en la vida y, menos aún, en política. El lamentable espectáculo que se vivió en el Parlamento es una ofensa de tal calibre a la institución y, por consiguiente, al pueblo andaluz que exige una disculpa pública a Andalucía y no una supuesta rectificación en el transcurso de una conversación privada. Aceptarlo sería denigrar al Parlamento de Andalucía.
Silenciar acciones de este tipo es absolutamente indigno. Estar en política implica escuchar críticas o reflexiones que no compartes, pero siempre desde el absoluto respeto a quien no piensa de la misma manera que tú. Desgraciadamente, el nivel del debate parlamentario en esta legislatura deja mucho que desear. Lamento profundamente esta deriva porque le hace un flaco favor a la institución de la que formamos parte y, por supuesto, al pueblo andaluz al que representamos. Lo que no podemos olvidar es que hoy es 20N, día para recordar que hay un pasado triste de una España silenciada que no es tan lejano y a la que algunos desearían devolvernos porque efectivamente son los herederos del franquismo.
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