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Mezquindades en la tragedia

Embajada de Ucrania en Berna

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Siempre he sentido un rechazo especial hacia quienes huelen una oportunidad lucrativa en la desgracia. Ese tipo de persona que es capaz de improvisar negocios de rédito inmediato y calcular ganancias glacialmente mientras el ulular de sirenas retumba en los tímpanos y otros se afanan en tejer redes de socorro. No se trata del miedo, una reacción natural desde el principio de los tiempos, que en ocasiones nos empuja a correr despavoridos sin reparar en nada, derribándolo todo en la escapada, y suele devolvernos una versión depreciada de nosotros mismos que enseguida borramos porque avergüenza en lo más íntimo. Hablo de los aprovechados, ventajistas y buitres que sacan tajada de las tragedias colectivas y que ahora, entre los cascotes del horror de una guerra, lustran sus cajas registradoras. La periodista Mavi Oñate, corresponsal de TVE en París, relata en un hilo de Twitter cómo unos guardias ucranianos de frontera intentaron estafar 5.000 euros a una conocida suya a cambio de que el marido cruzara a Rumanía, solo una muesca del menudeo de mezquindades que en los despachos de los altos ejecutivos se manejan al por mayor y en cantidades gigantescas.

En Suite francesa (Salamandra), la obra de Irène Némirovsky publicada 62 años después de su muerte en Auschwitz, la escritora ucraniana afincada en Francia compone, casi a tiempo real, una serie de cuadros del lado oscuro de la condición humana, un fresco sobrecogedor y lúcido de las pequeñas vilezas de la huida de la invasión nazi de París, muy lejos de la épica. Fue asesinada antes de terminarla y durante decenios sus hijas, que sobrevivieron tras una angustiosa peripecia, acarrearon sin saberlo el manuscrito en una desportillada maleta hasta que vio la luz en 2004. Unas vicisitudes que añaden fascinación a la novela. El cine está repleto de bosquejos de especuladores y acróbatas del trapicheo; desde los nuevos ricos patanes de Lo que el viento se llevó a los que depreciaba el altivo señor O'Hara (pese a que su hija Escarlata amasó luego una fortuna con la explotación esclava de prisioneros torturados), a los abusadores a escala voluminosa de El lobo de Wall Street o La gran apuesta. Al calor de las mesas camilla hemos escuchado de boca de las abuelas los relatos susurrantes de los que se forraron en los pueblos con el trajín del estraperlo o el tráfago de penicilina de Chicote, preludio de los pingües beneficios de la futura industria farmacéutica.

Cuando amaina la pandemia (crucemos los dedos), están empezando a borbotear los suculentos pelotazos que acopiaron en los días más sombríos intermediarios y mercachifles, como el de las mascarillas del hermano de Isabel Díaz Ayuso, que algunos se afanan, con más voluntad que eficacia, en cubrir con la pátina de la respetabilidad de las relaciones comerciales. ¿Qué hay de decente en utilizar la laxitud de una legislación de emergencia y beneficiarse de un contrato adjudicado por la administración que preside tu hermana (Pablo Casado dixit) en el momento que se apilan los féretros en los polideportivos? Me temo que lo que asoma es la punta de un iceberg de basura que se diluirá por las cañerías de la insoportable lentitud de la judicatura. En el ámbito de lo político, tampoco es que determinadas estrategias (un boomerang que luego ha impactado sobre sus lanzadores) brillaran por su ejemplaridad. Me refiero a la incapacidad del PP de alcanzar acuerdos de Estado en circunstancia críticas y su obcecación por bloquear las instituciones con tal de derribar al Gobierno. Una táctica que, a la postre, se ha traducido en el refuerzo de la rebeldía asilvestrada de Vox y su antipolítica.

El ensayista y poeta alemán Hans Magnus Enzensberger sostiene que en las visiones retrospectivas de la literatura de memorias se pierde precisamente la contemporaneidad del observador

En Andalucía uno de los espectáculos ruborizantes en pleno confinamiento, por su vocación burdamente arribista, ha sido la contratación por parte de la Junta de publicidad, travestida en noticias veraces, que enaltecía su fabulosa gestión de la Covid. Firmadas en inglés (powered by, que significa “contenido patrocinado”), de modo que no pareciera propaganda. Ahí están para bochorno de las hemerotecas titulares como “Brutal reacción de Andalucía ante el coronavirus: saca 1.600 respiradores, 26.000 camas y 1.400 sanitarios de la nada” --eran solo proyectos sin activar--, o “Andalucía toma la delantera”, escritas con una pueril retórica aduladora. No quiero que se traspapele del inventario de carencia de escrúpulos otros comportamientos poco edificantes, por no decir ignominiosos, cual fue la romería de alcaldes, consejeros, altos militares, obispos y miembros de la realeza que quebrantaron el orden de vacunación contra la Covid mediante infames artimañas para ponerse a salvo. Por delante de los trabajadores esenciales que de verdad se jugaban entonces la vida y de enfermos frágiles que quizás fallecieron (nunca lo sabremos) al escamoteárseles su turno de manera indebida.

La mayoría de las veces apuesto por lo luminoso (afortunadamente, la balanza del género humano se inclina para esa parte), pero estimo también necesario tener presente las minúsculas y grandes miserias antes de que nos atrape la amnesia colectiva y que, con la perspectiva del tiempo, la autocensura y demás conveniencias, estas bajezas adquieran el color desleído de las acuarelas. El ensayista y poeta alemán Hans Magnus Enzensberger sostiene que en las visiones retrospectivas de la literatura de memorias se pierde precisamente la contemporaneidad del observador. En 1990 recopiló las mejores crónicas de los reporteros y escritores que siguieron a los ejércitos aliados en su avance hacia Alemania en la Segunda Guerra Mundial. En España se publicó en 2013. Con Europa en ruinas (Capitán Swing), Enzensberger quiso recuperar a través de la frescura de los testimonios las imágenes de lo que ocurrió, que no halló en los artículos de opinión y análisis de los periódicos y revistas a partir de 1945. Según sus palabras, “(...) no solo había quedado devastado el entorno físico, sino también la capacidad de percepción. Toda Europa estaba, por así decirlo, como si le hubieran propinado un porrazo en la cabeza”. Un libro éste, por cierto, que no estaría mal revisitar ahora que Europa vuelve a estar en la encrucijada.

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