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Ucrania 1, Sáhara Occidental 0
¿Se imaginan que un país extiende sus alas de forma aviesa sobre un territorio del que no es soberano? Pongamos que hablo de Rusia sobre Ucrania. O de Marruecos en 1975 sobre el Sáhara Occidental… Está claro que el orden mundial no puede tolerar que ningún país trace las fronteras por la fuerza de las armas. Ah, no, disculpen, que resulta que no es lo mismo; me olvidaba de que en la crisis de Ucrania hay en juego cosas aún más suculentas que los derechos humanos, civiles y políticos de un pueblo.
¿Se imaginan que ese país con afán expansivo finalmente acomete una invasión? ¡Ni Estados Unidos ni, por supuesto, España lo tolerarían, y la opinión pública europea pintaría con cuernos y rabo al dirigente que ordenara semejante tropelía! Bueno, dependerá de nuevo si miramos a Putin o a los monarcas alauitas. Se ve que la doctrina Biden, qué malaje, no tiene la misma cobertura en todas las zonas del mapa. Tampoco me veo a Pedro Sánchez con cara de intenso, colgado al teléfono con Boris Johnson, Macron y el presidente del Consejo Europeo, para resolver de forma inmediata dicha situación intolerable si se trata del Sáhara y, sin embargo, –ironías de la historia- la responsabilidad moral de España en el conflicto saharaui es infinitamente mayor que en el ucraniano.
Sigamos para bingo: volvamos a imaginar que un país atenta o pretende atentar contra la territorialidad, la autonomía y los derechos humanos de otro pueblo. ¿Amenazaría Estados Unidos con duras sanciones, o en cambio reconocería unilateralmente la soberanía del invasor sobre el territorio invadido? Otra vez va a depender de la parte del mundo de la que hablemos. ¿Cuánto tardaría la comunidad internacional en reaccionar para establecer el orden en la zona y hacer respetar la voluntad democrática del pueblo sometido? Quizá días… o quizá casi medio siglo. ¿Soportaríamos que el Jefe del Estado reforzara los “sólidos lazos de amistad” con quienes condenan al exilio a una comunidad que para colmo sentimos hermana porque lo es? ¿Toleraríamos que el invasor, para colmo, nos exigiera una postura clara a su favor? ¿Se tragaría Estados Unidos que Putin va a implementar una “agenda de reformas” y a impulsar los derechos humanos y las libertades fundamentales en Ucrania? Pues Mohamed VI le ha vendido esa moto con respecto al Sáhara Occidental, y la administración Biden se la ha comprado. Dice Estados Unidos que el plan de autonomía presentado por Marruecos para la antigua colonia española es “serio, creíble y realista”, y que seguro que va a satisfacer las aspiraciones de los saharauis. Sería para reír, si no fuera para llorar.
Quienes me quieran reprochar que no es lo mismo el caso ucraniano y el saharaui, ya pueden hacerlo. Las diferencias entre uno y otro conflicto cursan a favor de mis argumentos
Quienes me quieran reprochar que no es lo mismo el caso ucraniano y el saharaui, ya pueden hacerlo. Las diferencias entre uno y otro conflicto cursan a favor de mis argumentos, incluido el hecho de que el saharaui sea un pueblo en tierra de nadie, sin estado universalmente reconocido. De siempre ha sido intolerable que Estados Unidos se persone en los conflictos en nombre de la libertad, cuando su agenda encubierta es, de toda la vida, muy otra. Es intolerable que España y, en su nombre, el presidente español de turno, esté a dos telediarios de poner buques y cazas mirando a Moscú, mientras que en el caso del Sáhara Occidental tengamos el cuello roto de mirar hacia otro lado. No propongo, obviamente, sacar los tanques en el Aaiún, ni de enseñar los dientes al vecino, sino de impulsar, aunque sea por vergüenza patria, las presiones diplomáticas de la comunidad internacional para que el pueblo saharaui pueda resolver de una vez por todas su situación, volver de pleno derecho a su tierra y elegir su destino, que nunca llega. Ante la cuestión saharaui, no se nos puede seguir desdibujando el rostro de la vergüenza de pensar que no hemos sido fieles a quienes fueron nuestros compatriotas, hablan nuestro idioma porque también es el suyo, y compartimos historia, memoria y raíces. Rabat nos advierte de que no caben “posiciones vagas o ambivalentes” en lo relativo al Sáhara Occidental. Ahí llevan razón: ni España ni la comunidad internacional le están diciendo con la suficiente nitidez que la solución aceptable no es en ningún caso imponer la soberanía marroquí.
Los conflictos que se hacen crónicos se emponzoñan hasta la perversión, y sólo ponen de manifiesto la hipocresía internacional y el abandono de ciertos pueblos y partes del mundo. Por el contrario, los conflictos que, aunque con hondas raíces (si tienen amigos ucranianos, pregúntenles sobre la situación, les admirará el contraste entre su mirada y la nuestra) piden inmediata intervención y, de súbito, nos quitan el sueño a miles de occidentales que quizá no acertemos a situar Kiev en el mapa, delatan la primacía de las grandes potencias en el campo de batalla.
Me pregunto si el nuevo enviado especial de la ONU para el Sáhara Occidental, Staffan de Mistura, tiene previsto resolver lo mismo que resolvieron sus cuatro antecesores: nada. O peor aún, pues la suerte parece echada de antemano, desde que Trump reconoció la soberanía marroquí a cambio del pleno establecimiento de relaciones diplomáticas de Marruecos con Israel. ¿Dónde está España?, ¿acaso dando la cara –con presión diplomática, con presencia institucional en los campos de refugiados, con actitud proactiva en la diplomacia…- por un pueblo que sentimos hermano?, ¿ha hablado ya Pedro Sánchez con Staffan de Mistura para contarle nuestra firme posición de defensa de los derechos humanos y civiles del pueblo saharaui, y de impulso de la preparación del referéndum conforme a lo aprobado en su día por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas? Sospecho que no: estamos demasiado ocupados en gesticular en Ucrania.
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