‘El Cascanueces’, el mejor modo de regalar cultura

Si está cansado de regalar por estas fechas juguetes, perfumes o corbatas, y quiere destacarse con un detalle diferente, tal vez sea hora de apostar por la cultura. El Teatro de la Maestranza de Sevilla brinda un plan que lo tiene todo: calidad, espectáculo y sabor navideño a más no poder. Desde el próximo día 9 de enero hasta el 12 del mismo mes, la Compañía Nacional de Danza llevará al escenario del coliseo hispalense El Cascanueces, un clásico de todos los tiempos que ha despertado el interés por el ballet en niños de varias generaciones, y que sigue conquistando el corazón de los espectadores de todas las edades.

La inmortal partitura de Tchaikovski será interpretada en esta ocasión desde los atriles de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS), bajo la batuta del jiennense Manuel Coves, mientras que al frente de la Compañía Nacional de Danza figura como director Joaquín de Luz. Según adelanta el programa del Maestranza, El Cascanueces que visitará Sevilla para arrancar 2020 tendrá toda la magia que es propia al espectáculo, pero pondrá el acento en su lado más inquietante y perturbador, donde se dan cita el mundo infantil y el mundo adulto.

Fascinaciones en el tiempo

La propia cronología de la elaboración de El Cascanueces nos habla ya de una larga sucesión de fascinaciones comunes por el relato de cómo el amor infantil por un muñeco destrozado –en apariencia, un pueril episodio en el que, sin embargo, se comprimen la vida y la muerte– puede convertir el dormitorio de una niña en todo un maravilloso retablo mágico donde estallen sus sueños… y sus pesadillas.

Desde E. T. A. Hoffmann, que en 1816 ideó la historia planteándola como un cuento de hadas para la Navidad; Alejandro Dumas, que lo adaptó; P. I. Chaikovski, quien en 1892 compuso bellísimas melodías para un ballet por encargo del director de los Teatros Imperiales rusos; Marius Petipa, que volvió a adaptar la versión de Dumas y Lev Ivanov, que coreografió ese libreto convirtiéndolo en un ballet que se estrenó en 1892 en el Teatro Mariinski de San Petersburgo y, ahora, José Carlos Martínez (Cartagena, 1969), que tras ser Bailarín Estrella de la Ópera de París y Premio Nacional de Danza, vuelve a reelaborarlo como director artístico para celebrar el 40 aniversario de la CND.

Adaptación al siglo XX

La actualización que propone Martínez pasa por trasladar la acción a principios del siglo XX. Una hora y media de espectáculo de gran elegancia, tanto por la estilizada puesta en escena como por el lujoso vestuario desplegado sobre un decorado minimalista que deslumbra al espectador y que reivindica la belleza del ballet clásico con un dinamismo y una potencia extraordinaria. En su versión, la realidad y la fantasía quedan íntimamente entrelazadas, y los vasos comunicantes del inconsciente y del consciente, conectados.

Si en fechas recientes el CND ya deslumbró en el Maestranza con su interpretación de otro clásico como es Don Quijote, esta vez ha querido, en palabras del propio José Carlos Martínez, “acentuar el contraste entre el realismo burgués de una fiesta familiar y el imaginario de Clara, donde cohabitan sus deseos con sus miedos, imágenes maravillosas con otras mucho más inquietantes y fantásticas. La estrecha frontera entre el mundo real y el de la fantasía permite transportar al espectador a un universo mágico por el que viajará a través de los recuerdos de su propia historia”.

Un toque personal

Martínez viene avalado por el hecho de haber bailado varias versiones célebres de El Cascanueces –entre otras, la de Nureyev–, por lo que es consciente de que el reto de este ballet es contarlo “de una forma tradicional pero aportando un toque personal”. En ese sentido, y alejándose de las versiones más naif y aniñadas, ha rescatado “la cierta violencia y maldad contenida en el cuento original”. “Creo que esas pinceladas aportan a la obra un toque más actual”, apostilla.

Las entradas están disponibles en la página web oficial del Teatro con precios comprendidos entre los 35 y los 65 euros. Si la navidad es el momento del año en que la fantasía se exacerba, nada como El Cascanueces para alimentarla desde el arte, la belleza y la sensibilidad.