Estos días, tras el fin de curso, las puertas de los colegios se han cerrado. Tras la alegría del acceso a las vacaciones, para muchos niños y niñas se abre otra realidad: la de la pobreza. Y es que cuando cierra el colegio se abre en canal el drama de muchas familias que empiezan a tener serios problemas para atender a sus hijos e hijas y para poder ofertarles lo más básico. Son momentos del curso donde se visibiliza de una forma clara la más absoluta desigualdad en la que vive la infancia de nuestro país, sobre todo en los entornos más desfavorecidos.
Las cifras son demoledoras. Queremos hacernos aquí eco de un estudio de la ONG EDUCO que con el título de “Los otros niños de la llave” ha pasado desapercibido pero que, desde el área de educación de la APDHA, nos parece esencial que le dediquemos una breve reflexión.
Las personas que nos dedicamos a la educación ya habíamos oído hablar de los niños de la llave, es fácil identificarles al cruzarnos con ellos y con ellas. Llevan colgadas las llaves de su casa y en muchos casos no es un ejercicio de autonomía personal. Se trata de niñas y niños que están solos en casa. Sus padres no pueden ir a llevarlos ni a recogerlos de ninguna de las actividades extraescolares, ni pueden asumir el coste de los talleres, colonias o campamentos de verano que surgen en estas fechas.
Y, lamentablemente, no solo estamos hablando de un problema lúdico y/o formativo. Es que el comedor escolar también ha cerrado. Y con él ha cerrado también la dieta saludable, la fruta y la verdura. Y se abre la veda de los “tres baguettes, un euro”. Bocadillos para comer solo, frente a la tele.
Los datos no dejan lugar a la duda, y precisan de una seria reflexión: una de cada tres niñas y niños en España está en riesgo de pobreza y exclusión social, cifra solamente superada por Rumanía y Grecia entre los países de la Unión Europea.
Recuperación económica vs desigualdad
Para la APDHA, lo que hay tras los niños de la llave es la pobreza, una nueva forma de pobreza que es la de los trabajadores y las trabajadoras cuyo empleo (o empleos) no es estable ni les asegura salir de esa pobreza. Al contrario, se trata de empleo precario: de bajas remuneraciones, temporal y a tiempo parcial.
Hemos podido leer que el 13,4 % de las personas trabajadoras españolas viven en condiciones situadas por debajo del umbral de la pobreza, y que 1 de cada 7 personas ocupadas son trabajadores pobres. La estrategia frente a la falta de recursos económicos es muy mediterránea: apoyarse en la familia, los amigos u otras personas. Volver a la casa familiar, compartir piso, alquilar entre varias familias o alquilar una habitación.
Pero las consecuencias a nivel educativo son demoledoras: en entornos de exclusión, compartir piso con otros en condiciones de hacinamiento implica, para niños, niñas y adolescentes, un menor espacio personal de desarrollo y una convivencia con distintos adultos, dando lugar a un clima de inestabilidad familiar, pérdida de referentes, confusión de roles o un menor acompañamiento parental.
Dando el callo
La APDHA de Cádiz tiene su sede en una ZNTS (una Zona con Necesidades de Transformación Social) y desde nuestras ventanas podemos ver la solidaridad. La solidaridad de pequeñas organizaciones hermanas que están dando la cara para evitar que estos dramas personales puedan paliarse un poco. Son pequeñas organizaciones llenas de gente grande. Siempre presentando proyectos, siempre a la búsqueda de alguna subvención que les permita mantener abierta alguna guardería, ludotecas que garantizan espacios para que los niños de la llave puedan vivir su infancia, comedores que sobreviven de forma milagrosa, colonias y campamentos de verano que permitan a los chicos y chicas salir a conocer la vida que existe más allá del barrio.
Gente generosa y solidaria que están sacando adelante a generaciones enteras en riesgo de exclusión, eso sí, ante la pasividad institucional.
El derecho a la educación
Desde la APDHA consideramos que es preciso insistir más en qué consiste el derecho a la educación. Y es que el derecho a la educación va mucho más allá del hecho de tener un puesto escolar donde sentarse. Es necesario seguir luchando por el pleno derecho a la igualdad de oportunidades. A que niños y niñas puedan tener una infancia plena, con todas sus necesidades cubiertas y que tengan opción de desarrollar sus capacidades intelectuales sin ningún tipo de limitación.
Mientras esto no ocurra no seremos un país digno, eso lo tenemos claro, ya que 580.000 niños y niñas de seis a trece años, con las llaves de su casa, seguirán pasando los días en soledad, ya sea en casa o en la calle.
Y mientras escribo estas líneas, dicen en los informativos que Donald Trump ha exigido al Gobierno Español que suba los gastos de Defensa al doble… Tremendo.