El activismo trans ha conseguido un gran logro introduciendo en el discurso términos que responden a la lucha transexual por ser iguales en derechos, dignidad y para combatir la discriminación. “Despatologización”, “diversidad”, “libre autodeterminación del género”, “binario” o “derecho a ser” forman parte ya del lenguaje mediático, político y del activismo social. Hemos conseguido que sea políticamente incorrecto decir lo contrario en público. Esto ya es un avance.
Pero el tutelaje médico y la colonización cisexista (término que designa a las personas no transexuales) de que hemos sido objeto históricamente se resiste a perder su privilegio de control y superioridad. Por ello no es extraño ver que los colonizadores verbalicen estos términos de los que se han apropiado para poder mimetizarse, camuflar y justificar su intrusismo.
Sin embargo, ello no quiere decir que tengan asumido algo que, debido al privilegio cisexista, no viven y sufren en carne propia. Sólo quien sufre la discriminación puede con voz propia pedir para ganar. Quien usurpa esta voz hablando desde una situación de privilegio, siempre pedirá para perder: en ningún caso querrá perder esos privilegios. De ahí las grandes contradicciones a la que estamos asistiendo en este teatro social, donde se mezclan el servilismo político, el afán de notoriedad y una agresiva invasión de un espacio que no les corresponde. Y lo saben.
Hablan de libre autodeterminación del género, pero defienden los intereses del lobby médico. Hablan de diversidad pero imponiendo modelos cisnormativos y binarios. Hablan de igualdad y nos siguen segregando.
Se refieren a la transexualidad como condición humana y como expresión de la diversidad y siguen hablando del “cuerpo equivocado” o “cuerpo atrapado”. Repiten que existen mujeres con penes y hombres con vulvas y fomentan el genitocentrismo (mujeres con vulvas, hombres con pene).
Lo grave es que no son trans ni sufren transfobia, pero están en mesas de trabajo decidiendo y proponiendo leyes que sólo conciernen a las personas trans, imparten charlas y dan entrevistas usurpando la voz de las personas trans, distorsionando el discurso e imposibilitando la tan necesaria visibilidad transexual.
Estamos viviendo un sutil acto de transfobia. Han hecho de lo trans un negocio y un ocio: mercadeando con nuestras necesidades y derechos, cediendo en nuestro nombre a intereses partidistas, clasistas y médicos. Para legitimar toda esta salvaje y agresiva invasión, se rodean de personas trans acríticas y no empoderadas, a las que utilizan en sus charlas y eventos exhibiéndolas como personajes de un circo y siempre en el patético registro del testimonio del “pobrecito” trans. Para teorizar ya están ellos, los académicos y doctores.
Igualmente se hacen rodear de pseudoprofesionales novísimos con pátina de progres, que se autoproclaman expertos y que buscan un hueco en algún ‘chiringuito institucional’, notoriedad y sustituir a los viejos expertos. Una operación de centrifugado, un lavado de cara para que nada cambie excepto quitar la T de las Unidades de Trastorno de Género (UTIGs) o crear otras nuevas. Una operación de maquillaje que acompañan con palabras amables y bien sonantes que esconden tutelaje medico: “Tienes derecho a ser, pero cuando yo lo certifique”. Es lo se esconde detrás de esta neocorriente transfóbica con cara de progres.
0