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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

#NuncaSerán

#NuncaSerán

Javier Cuenca

El pasado 13 de abril Sevilla amaneció con una escuela vacía a la orilla del río Guadalquivir. Pupitres sin alumnos que pretendían recordar a todos aquellos niños sirios que no asisten a clase -en concreto, más de dos millones y medio- porque sus escuelas están destruidas, sus profesores han muerto o han huido.

Un estado como Siria, dónde tras siete años de conflicto hay tres millones de niños que sólo han conocido la guerra y muchos de ellos nunca han pisado una escuela, muestra unos niveles educativos muy preocupantes. En una consulta realizada por Save the Children a dos mil niños, los resultados evaluativos son angustiosos. Niños de nueve a once años, que deberían estar finalizando sus estudios de primaria o iniciando la secundaria, muestran niveles de lectura de niños de cinco años. Algunos apenas son capaces de reconocer las letras y los números y la mitad de los niños consultados no pueden realizar operaciones matemáticas básicas que se enseñan a niños de cinco años.

Esta es la realidad de la infancia siria. Más de medio millón de muertes en siete años de guerra, miles de niños han perdido la vida o han perdido a sus familias y cada día asistimos a más muertes de niños, más escuelas convertidas en escombros bajo la máxima de escuelas como objetivos militares.

Mientras, en Naciones Unidas, la pantomima continúa. Se incumplen sistemáticamente todas las resoluciones del Consejo de Seguridad intentando encontrar una solución al conflicto o minimizando el impacto que el mismo tiene sobre la población civil.

Dentro del Consejo de Seguridad, los cinco miembros con derecho a veto se disputan el cetro de la hegemonía global, geopolítica y económica. Reino Unido, Estados Unidos y Francia atacan al régimen de Al-Assad mientras que Rusia lo defiende y asegura que “esto no quedará así”. China, entretanto, observa de lejos y mueve ficha cuándo por otros intereses necesita sacar pecho en la región, normalmente por oposición a los miembros occidentales del consejo.

El presente de Siria es devastador y aún más lo es el presente de sus niños y niñas. Al negarles  su derecho fundamental a la educación se les está convirtiendo prácticamente en muertos vivientes con secuelas psicológicas que les acompañarán de por vida y, que no sólo impedirán que puedan ser niños y disfrutar de una infancia feliz, sino que se les estará socavando gravemente su desarrollo. Llegarán a adultos en unas condiciones que ni siquiera nos atrevemos a calibrar, pero que no serán, desde luego, las necesarias para convertirse en la generación que debería reconstruir su país, una vez que, hipotéticamente, acabara el conflicto.

Para nosotros casi nunca es tarde, creemos que todavía hay esperanza en mitad de tanta destrucción y olvido de tantos niños inocentes. Por esta razón, Save the Children ha lanzado la campaña #NuncaSerán con el objetivo de recabar apoyos en toda la sociedad y decir basta a la masacre que se está viviendo en Siria.

Exigiremos a la Unión Europea, a través de una carta dirigida a Federica Mogherini, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, que lidere una repuesta centrada en la infancia siria, tanto la que está dentro como fuera de su país; que abra sus fronteras y acoja a la infancia refugiada y sus familias; que exija que las escuelas dejen de ser objetivo bélico y que insista en la necesidad de que se asegure el acceso a la ayuda humanitaria de todas las personas que lo necesiten. Actualmente se estima que hay más de trece millones de personas en Siria que necesitan ayuda humanitaria urgente, especialmente ayuda médica y alimentación.

La clase política no suele prestar mucha atención a ciertos asuntos si no son demandados de manera clamorosa por un gran número de ciudadanos. Así que, nuestra capacidad para cambiar las cosas pasa por convertirnos en protagonistas de las demandas y exigirles a los representantes púbicos que se impliquen. En esta ocasión, esos niños que nunca serán lo que sueñan ser necesitan que hagamos algo por ellos, precisamente para poder ser lo que sueñan.

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