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Violencia simbólica en el lenguaje jurídico y administrativo

Ilustración de María Sabater

Luis Navarro Ardoy y Carmen Lucía Jiménez Segovia

Departamento de Sociología. Universidad Pablo de Olavide —

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El ámbito jurídico y administrativo suele utilizar un lenguaje difícil de interpretar para las personas que no están familiarizadas con él. En sus definiciones y conceptos, se caracteriza por utilizar términos complejos que generan una violencia simbólica. ¿Ese lenguaje complejo podría estar relacionado con el hecho de que la ignorancia de los procedimientos permite a quienes ostentan el poder mantenerlo, sostenerlo y perpetuarse?, ¿se generan para la ciudadanía derechos en ocasiones incompresibles o inaccesibles y obligaciones de complicado cumplimiento? ¿Es, acaso, una manera de cribar, de dejar fuera a algunas personas?

La sociología, al igual que otras ciencias sociales, trata de descubrir y visibilizar lo que se encuentra oculto, lo que a simple vista no se ve. La aplicación de esta mirada puede contribuir a dar respuestas a algunas de las preguntas que hemos formulado.

Sobre la burocracia y sus implicaciones para la ciudadanía

A lo largo de los más de dos siglos en los que se ha ido desarrollando el Estado Moderno, se ha hablado y escrito mucho sobre la burocracia y sus implicaciones para la ciudadanía. En relación con ella, Max Weber, uno de los fundadores de la sociología, habla de tres componentes esenciales: una división en sectores jurisdiccionales, una autoridad que vela por su cumplimiento y un sistema de normas que la regula. Y numerosos son los documentos, tanto escritos como audiovisuales, en los que se reflejan las contradicciones y complejidad de los sistemas burocráticos. Películas como “Muerte de un burócrata” de Gutiérrez Alea y libros como “El castillo” de Kafka exponen la realidad de la burocracia y sus dificultades.

Entonces, después de haberse divulgado tanto conocimiento, ¿por qué el sistema burocrático, sus procedimientos y, concretamente, el lenguaje jurídico y administrativo siguen siendo tan poco accesibles para una gran parte de la sociedad?

Violencia simbólica en el lenguaje jurídico y administrativo

La especialidad técnica de los términos que regulan el sistema burocrático, la complejidad de sus definiciones, el total desconocimiento de su estructura y funcionamiento, y la rigidez de sus mecanismos constituyen una manera más de ejercer el poder en la sociedad, que definimos como violencia simbólica.

Los vínculos entre el poder, su discurso y esta violencia se nos hacen evidentes a diario. Y nos preguntamos al respecto si cuando quien transmite una información escogida, la estructura para mantener una posición de interés sospechosamente predefinida, muchas veces de manera sutil y quizás no de manera inocente dado los intereses en juego, ¿será que le conviene que dicho discurso no se entienda?

La propuesta consiste en destacar el laberinto que conforma el lenguaje jurídico y administrativo como un mecanismo más de dominación, de violencia simbólica, inconsciente para quienes la reciben

El sociólogo francés Pierre Bourdieu estudió en profundidad cuestiones relacionadas con el poder y la dominación. Él define la violencia simbólica como una relación social asimétrica donde quienes dominan ejercen una violencia indirecta, en lugar de una físicamente directa, en contra de las personas dominadas, quienes no la distinguen claramente o son inconscientes de tales prácticas realizadas en su contra. En la argumentación de sus diferentes trabajos, Bourdieu señala el lenguaje como un instrumento de poder con el que se ejerce esa violencia simbólica.

La propuesta consiste en destacar el laberinto que conforma el lenguaje jurídico y administrativo como un mecanismo más de dominación, de violencia simbólica, inconsciente para quienes la reciben y que aumenta y perpetua las desigualdades en nuestras sociedades contemporáneas.

Una carrera de obstáculos

Hay que tener muy en cuenta que la comprensión de este lenguaje es necesaria para comprar un bien inmueble, pagar un impuesto, gestionar el régimen de autónomo, conocer los derechos y obligaciones que se derivan de la condición de ciudadanía, entender las diferentes legislaciones por las que se rige nuestra vida, etc. Son estos algunos ejemplos de situaciones en las que nos topamos con una maraña de conceptos, nociones, procedimientos y trámites que consiguen que una simple tarea se convierta en una carrera de obstáculos. A veces, tampoco es menos importante el desconocimiento del porqué y para qué hay que realizar tales tareas, muchas de las cuales pertenecen al ámbito de lo cotidiano.

Imaginemos ahora realidades de personas con perfiles y privilegios diferentes: un hombre blanco con nacionalidad española, estudios básicos y parado de larga duración; una mujer de etnia gitana, con nacionalidad española, que no sabe ni leer ni escribir, o una mujer racializada, sin nacionalidad española (ni tampoco de algún país de habla hispana), residente irregular en España, con estudios medios y que trabaja en la economía sumergida. En estos casos, además de las tareas mencionadas anteriormente, tendrían que resolver otras cuestiones cotidianas como gestiones relacionadas con las oficinas de empleo, solicitud de ayudas económicas, de permiso de residencia y trabajo, entre otras. En el caso de estos perfiles, posiblemente la ayuda que reciban proceda del sistema público de Servicios Sociales, en los dos primeros, y de las ONG que prestan apoyo a las personas migrantes en situación irregular, en el segundo.

Si para una persona que tiene estudios superiores y ha vivido en España toda su vida realizar estos trámites resulta una tarea complicada, imaginemos cómo será para alguien que acaba de llegar y no conoce ni el idioma.

Si los procedimientos y el lenguaje son incompresibles, pero las tareas que necesitamos realizar en muchos casos son cotidianas, ¿cómo podemos solucionarlo? Quienes dispongan en su entorno de personas formadas en la materia, ¿acudirán a ellas?, ¿y quiénes no dispongan en su entorno de estas personas?, ¿podrán permitirse esas personas pagar a una gestoría para solventar los trámites burocráticos o a personal técnico jurídico en el ámbito de la abogacía para las tareas litigiosas o más especializadas?

Es una realidad la existencia de espacios de atención y ayuda a la ciudadanía en las instituciones y administraciones. En ellas, el empleado público debería ayudar a la ciudadana que lo necesite a la realización de gestiones y explicar con claridad los procedimientos y sus consecuencias. Es decir, clarificar el porqué, cuándo, cómo, dónde y qué ocurre si no se lleva a cabo un determinado procedimiento. Hay que tener en cuenta que, en muchos casos, la ciudadanía no sabe dónde dirigirse, sobre todo la más vulnerable.

Desde nuestra perspectiva tenemos el convencimiento de que, con una mejor comprensión del sistema burocrático, su lenguaje y sus procedimientos, se ganaría en autoestima colectiva. Los problemas de la gente serían escuchados, atendidos y resueltos. Y esto, sin duda, aumentaría el sentimiento de pertenencia.

En nuestras sociedades, sobra gente

Saskia Sassen es una socióloga contemporánea que investiga las lógicas de la globalización. En sus trabajos, afirma, repetidamente, que en las lógicas actuales en las que se encuentran nuestras sociedades “sobra gente”. El mercado global ha pasado de necesitar a muchas personas que trabajen y consuman, a incentivar la expulsión masiva de personas, empresas, pueblos y dinámicas tanto de lugares, como del orden socioeconómico. A juicio de Sassen, este tipo de expulsiones no son espontáneas, sino que requieren la creación de lo que ella denomina “formaciones predatorias”. Estas formaciones son la suma de complejos instrumentos de políticas públicas y de avances tecnológicos, financieros y de mercado.

¿Podría representar el sistema burocrático y su lenguaje complejo una manera más de dejar fuera a aquellos estratos de la sociedad que no pueden pagar a alguien que les haga estas gestiones?

Esta autora habla de la expulsión de personas, que pasan a ser invisibles para las mediciones. Ella analiza concretamente tres tipos de expulsiones: en primer lugar, las ejecuciones, que desalojan a las personas de sus hogares por un incumplimiento en el pago de la hipoteca; en segundo lugar, las personas desplazadas de sus lugares de origen; y en tercero, las personas encarceladas.

¿Podría representar el sistema burocrático y su lenguaje complejo una manera más de dejar fuera a aquellos estratos de la sociedad que no pueden pagar a alguien que les haga estas gestiones? 

Propuestas para avanzar hacia un lenguaje jurídico y administrativo accesible

Consideramos que trasladar el lenguaje jurídico y administrativo al lenguaje de la experiencia cotidiana no supondría una disminución del rigor. La realidad es que existe ya una tendencia en muchas disciplinas para acercar los conocimientos al público de a pie. Pongamos, por ejemplo, el lenguaje médico. Se puede explicar el cáncer de una manera sencilla: es una enfermedad en la que algunas células se vuelven salvajes y crecen mucho, rápidamente. Estas células cancerosas se interponen en el camino del funcionamiento del organismo. Y los tratamientos matarán a las células cancerosas de forma tal que el cuerpo pueda funcionar de forma correcta y los síntomas desaparezcan.

A nuestro entender sería posible hacer algo en esta línea a la hora de explicar a la ciudadanía la maraña de la literatura jurídica y administrativa a la que nos enfrentamos. Y no solo para realizar las diferentes gestiones administrativas, sino para comprender el porqué y para qué de esas gestiones. Esto supondría un gran paso para la ciudadanía, haciéndole consciente de su utilidad para la comprensión de fenómenos complejos y la resolución de problemas y dificultades que afectan a su vida cotidiana. El reto es enorme, pero resulta muy cautivador.

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