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La crisis lleva a los pastores a volver a recorrer España a pie para reducir costes

trashumancia

Ana Sola

De sol a sol, sin festivos, durmiendo en el campo con los animales, viajando con ellos en busca de pastos más cálidos o más frescos. Así es la vida de los pastores trashumantes que lejos de abandonar esta antiquísima tradición, que se remonta a la prehistoria, vuelven a recorrer a pie los caminos para ahorrar costes por la crisis.

Después de un tiempo, en la década de los noventa del siglo XX, en el que incluso se llegó a hablar de que esta práctica estaba en vías de extinción, en los últimos años, la trashumancia ha experimentado un repunte desde el punto de vista social y económico, aunque en muchos lugares se han reducido el número de explotaciones por los altos costes de producción y los bajos precios de la carne.

“La trashumancia no ha llegado a desaparecer nunca, pero no es lo que hace 40 o 50 años”, asegura Emilio Gómez, responsable de Ganadería de COAG-Jaén. En los años sesenta y setenta, se solía hacer el viaje en ferrocarril, luego con camiones . Después, “entre 1995 y 2005 bajó mucho” las trashumancia en general y ahora vuelve también andando, con la idea de optimizar los recursos por la crisis, de tal forma que en los últimos años la práctica se ha recuperado mucho. 

“Para trabajar en esto te tiene que gustar la naturaleza, si no, estás sobrando”

Pedro Pérez,  de Santiago Pontones (Jaén), es presidente de la Asociación Andaluza en Defensa de la Trashumancia y pastor. Tiene 48 años y es pastor desde niño, cuando al volver del colegio ayudaba a sus padres con los animales.

Ahora se encuentra en una finca de Linares (Jaén) con sus ovejas, vacas y cabras, desde que en el mes de noviembre bajara de la sierra a terrenos más cálidos y hasta que en mayo regrese al pueblo o lleve a los animales por la cornisa cantábrica, si encuentra una finca.

En hacer el camino tarda unos 22 días, cruzando veredas, que en algunos casos se encuentran cortadas por alambres, carreteras o pantanos. Como es el caso del Giribaile que en 1998 ocultó bajo sus aguas el puente de Ariza, una obra renacentista de Andrés de Vandelvira, por la que pasaban con el ganado y que ahora les obliga a dar un rodeo de más de seis kilómetros.

“En primavera duermes en cualquier sitio”, asegura Pedro, “pero en otoño se hace más duro el frío, la lluvia”. En unos sitios hay casas, en otros no; antes había corrales y vías pecuarias que ahora se encuentra en muy mal estado, “sobre todo, en los montes públicos”.  Reconoce que se han hecho algunos corrales y abrevaderos, tras solicitarlo a la Administración, incluso “algunas viviendas”, pero si “antes había más refugios de pastores”, después se fueron abandonados, o los ocuparon personas que cuando los echaron, en venganza, los destruyeron.

Una de las últimas inversiones de la Consejería de Agricultura tuvo lugar en 2013 cuando se aprobó una partida de 50.000 euros cofinanciados por el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (Feader) para la mejora de la Ruta Trashumante Veredas Sierra de Segura (Jaén), para el acondicionamiento de las vías pecuarias, y la mejora de descansaderos, fuentes y abrevaderos y la instalación de corrales vallados. La propia Consejería reconocía entonces que en los últimos años, la trashumancia había experimentado un nuevo áuge, ya que, además de una apuesta por la tradición andaluza, supone un ahorro para los pastores al desplazarse a pie en lugar de utilizar vehículos motorizados.

Un trabajo duro, que no se lleva muy bien con la familia, incluso “acabas hasta separándote”, explica Pedro. Porque llega un momento en el que además de acumularse los problemas económicos vives como un ermitaño, “estas todo el día en el campo y cuando vas a la ciudad te miran de forma rara”. Porque, “para trabajar en esto te tiene que gustar la naturaleza”, “si no te gusta, más vale que no te metas, estás sobrando”.

Dificultades, crisis, subvenciones...

Cuenta el pastor jiennense que hay gente joven con depresiones tras embarcarse en la aventura de la ganadería y que no puede hacer frente a los pagos, mientras que les deben años de subvenciones atrasadas.

Mínimo se necesitan 100.000 euros para empezar a trabajar; 500 ovejas, para medio mantenerte, son 500.000 euros; más un coche, dinero para poder pagar la finca, gastos… “¿quién tiene ese dinero?”, se pregunta.

Desde 2010, la Consejería de Agricultura organiza una escuela de pastores en distintos puntos ganaderos de Andalucía. El último, en Loja Granada, con lo que se busca la formación y el relevo generacional, pero es necesaria además de formación, una inversión muy alta para comenzar y después sacarla adelante, como explican los propios pastores.

“En todos los sitios pagamos”, asegura el pastor de Santiago Pontones. Él tiene 1.100 ovejas, 100 cabras, 100 vacas, y sólo en pasto, el gasto es de entre 45.000 y 50.000 euros. Critica que si la Administración considera tan necesaria la labor medioambiental del trashumante por qué no dan ejemplo facilitando el acceso a las fincas públicas de forma gratuita.“Si somos tan necesarios, por qué nos cobran el dineral que nos cobran”.

Una de las subvenciones otorgadas son las de la Diputación Provincial de Jaén, que entregó en el mes de enero la resolución de ayudas con cargo al Plan de Empleo por valor de casi 152.000 euros a pastores trashumantes de los municipios de Santiago-Pontones, La Iruela, Villacarrillo, La Carolina, Siles y Huelma. El problema, según Pedro, es que el dinero se recibirá dentro de un año, en algunos casos incluso más tarde, aunque “todo ayuda y es bien recibido”.

Beneficios medioambientales

“El cortafuegos que hace el ganado cuando pasa por el monte no hay hombre que lo haga, quizás con maquinaria, pero es muy costoso, y los animales lo hacen año a año, manteniéndolo”.

De hecho, en los estudios realizados, como el informe de la Asociación Pastores por el Monte Mediterráneo y del Foro Europeo para la Conservación de la Naturaleza y el Pastoralismo, ‘Ganadería extensiva y PAC en Andalucía’, o en la guía ‘La Trashumancia en Andalucía’, de la Asociación Trashumancia y Naturaleza, se habla de los múltiples beneficios del movimiento del ganado.

Desde un punto de vista social, en un medio rural cada vez más despoblado y con menos rentabilidad económica, esta práctica mantiene el conocimiento tradicional, adquirido durante miles de años y legado de generación en generación; aprovecha recursos que no se emplearían de otras formas, fija la población, da productos de gran calidad, sin toxinas y otros productos químicos, preserva el folclore y la gastronomía local.

Desde el punto de vista económico, disminuye los costes en la explotación al consumir menor cantidad de piensos, evita la importación de fertilizantes, disminuyen las enfermedades y gastos veterinarios, y los animales se transportan con un mínimo consumo de energía y combustibles.

En la naturaleza, evita o disminuye la erosión, mejora la fertilidad del suelo, mantiene con vida los manantiales, fuentes y abrevaderos que de otra forma habrían sido olvidados, evita la roturación de monte para nuevas tierras agrarias e impide el avance del olivar en zonas con fuertes pendientes, evita la contaminación biológica puntual ya que los animales no están hacinados, previene los incendios de forma eficaz, limitando por un lado el desarrollo excesivo del matorral y vegetación, y por otro, con el seguimiento que los pastores realizan de vigilancia, preserva la diversidad de razas autóctonas, algunas en peligro de extinción, o amenazadas, dispersa y transporta semillas de numerosas especies vegetales y mantiene vivas las redes pecuarias.

Pero, a pesar de la mejora del marco normativo y de la lenta recuperación de las vías pecuarias por parte de la Administración, aún falta voluntad política, aseguran, para aplicar la ley con rigor.

Mientras tanto, la trashumancia “no ha cambiado”, continúan atravesando los campos, donde van encontrando una mayor conciencia de los propietarios, “lo ven más natural frente a los primeros años, cuando nos chillaban”, incluso llegaban a lanzar piedras, afirman.

Ocupación de vías pecuarias, bajos precios de la carne o de la lana, retrasos en la llegada de subvenciones o problemas burocráticos para acceder a ellas, falta de coordinación entre administraciones, incremento del precio de los pastos de invernada, sequía que obliga a comprar cereal, son algunos de los diversos problemas a los que se enfrentan estos pastores trashumantes.

Pero dice Pedro que “desaparecerá la ganadería antes que la trashumancia”, esa práctica sin la que no puede ser entendida una gran parte de la historia de España y de la que dejó escrito Azorín que es ese “ir y venir de los rebaños por montañas y llanuras”.

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