El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
Biofertilizantes, el futuro de la agricultura sostenible
Uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta la humanidad es alimentar a una población mundial creciente. En la actualidad, 821 millones de personas padecen hambre y más de 150 millones de niños sufren retraso del crecimiento, debido a la desnutrición.
Nuestro actual sistema de producción agrícola tuvo su inicio en los años 60, con la Revolución Verde. Este sistema apareció como solución para atenuar el hambre en el mundo y consistió en el aumentando del rendimiento de la productividad de los cultivos sin incrementar su superficie; es decir, consiguiendo una mayor producción por hectárea cultivada. Para conseguirlo, se implementaron diversas medidas, como el cultivo de plantas más resistentes a enfermedades, la aplicación de fertilizantes químicos, pesticidas y herbicidas, y la mejor gestión de los recursos hídricos. Sin embargo, tras décadas de rápida expansión de los milagros de la Revolución Verde, sólo los países industrializados tienen acceso al agua, semillas mejoradas y fertilizantes de síntesis química. Estos últimos son costosos de producir y requieren una gran cantidad de energía para ello (en torno a un 5 % del gasto total energía a nivel mundial). Además, en los países industrializados, el uso intensivo y contínuo de fertilizantes, plaguicidas y herbicidas ha hecho que en estos momentos nos encontremos en una situación de alto riesgo medioambiental.
Se estima que la planta sólo aprovecha el 40 % de los fertilizantes que se añaden a los cultivos. Parte de estos compuestos nitrogenados son arrastrados por el agua, contaminando acuíferos subterráneos o regiones en la litosfera, y causan serios problemas medioambientales, como el que se ha producido recientemente en el Mar Menor. Otro alto porcentaje de los fertilizantes que se echan a los campos es utilizado por los microorganismos del suelo, generando gases como N2O, gas de efecto invernadero que no sólo contribuye al calentamiento global, sino que también es uno de los responsables del deterioro de capa de ozono, que nos protege de los nocivos rayos ultravioleta.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otras organizaciones gubernamentales ya se han hecho eco de la importancia implementar un modelo de agricultura sostenible y respetuoso con el medio ambiente. En este sentido, uno de los objetivos de desarrollo sostenible establecidos por la ONU es “Cuidar el medio ambiente combatiendo el cambio climático y protegiendo los océanos y ecosistemas terrestres”.
Asistimos, pues, al inicio de una segunda Revolución Verde, sustentada en una convergencia entre la biotecnología vegetal y la bioagricultura. La biotecnología vegetal pone las miras en la identificación y manipulación de especies vegetales para obtener plantas de cultivo más resistentes a las enfermedades y estreses abióticos, como la sequía, la salinidad, temperaturas extremas o contaminantes. Por otro lado, la bioagricultura tiene como objetivos la utilización más eficiente y sostenible de los recursos disponibles (agua, suelo, energía), y el uso de fertilizantes y fitosanitarios más seguros, naturales y respetuosos con el medio ambiente. En este sentido, es importante resaltar la enorme importancia de la diversidad de microrganismos que se encuentran asociados a las raíces de las plantas. Esta comunidad microbiana, compuesta por cientos de miles de especies diferentes, es crucial para la salud y nutrición de la planta, pues influyen notablemente en las interacciones entre raíces, minerales, compuestos orgánicos y solutos, y por tanto en el ciclo biogeoquímico de elementos.
El desarrollo de nuevos biofertilizantes surge como respuesta a la búsqueda de nuevos abonos y productos fitosanitarios más naturales y respetuosos con el medio ambiente. Algunas empresas líderes en la producción y comercialización de fertilizantes de síntesis están implementando departamentos I+D+i, en los que se desarrollan nuevos biofertilizantes de amplio espectro que les permitan posicionarse en un mercado con una demanda creciente de este tipo de productos. Como alternativa los productos de las grandes multinacionales, surge el diseño racional de formulados probióticos específicos para una región y tipo de cultivo.
En este sentido, la empresa Agroquivir SCA, en colaboración con un equipo de Investigación del Instituto de Bioquímica Vegetal y Fosotíntesis (IBVF) liderado por los Drs. Vicente Mariscal y Fernando P. Molina está desarrollando un novedoso proyecto de I+D+i encaminado al diseño de nuevos biofertilizantes para cultivos del Bajo Guadalquivir. Estos nuevos biofertilizantes, diseñados específicamente para los cultivos de arroz y de algodón de la región, proporcionan de una forma natural los nutrientes necesarios para el crecimiento y desarrollo de la planta, disminuyendo la necesidad del insumo de fertilizantes de síntesis química. El uso de estos nuevos biofertilizantes, en esta región tan castigada medioambientalmente, tendrá un enorme impacto positivo sobre la conservación de la biodiversidad y regeneración medioambiental de una zona tan importante a nivel ecológica como es el Parque Nacional de Doñana y las marismas del Guadalquivir
Sobre este blog
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
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