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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

Nutriscore, el sistema de etiquetado frontal que no amaba al aceite de oliva

aceite

Javier Sánchez Perona

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En 2017, una encuesta realizada por la Real Academia de Gastronomía entre sus seguidores en redes sociales, dio como resultado que el aceite de oliva era el segundo alimento más representativo de la cocina española, después del jamón ibérico. Y es que han sido siglos de cultura en torno al olivo y su fruto, que han dejado una impronta indeleble en la cultura de este país. Por otra parte, el aceite de oliva tiene una gran importancia desde el punto de vista económico. La industria del olivar contribuye con un 0,6% al PIB español, lo que supone alrededor de 7500 millones € cada año. Además, España produce el 50% de todo el aceite de oliva mundial.

De ahí que, cuando el Ministerio de Sanidad y Consumo anunció en 2018 que Nutriscore se iba a implantar en España, muchos en el sector del aceite de oliva se echaran las manos a la cabeza, temiendo una mala calificación. Nutriscore es un sistema de etiquetado frontal que califica los alimentos en función de su valor nutricional entre A y E, siendo A la mejor calificación y E la peor. Pues bien, el aceite de oliva, igual que el resto de grasas y aceites, tenía una de las peores calificaciones, la D, sin importar que fuera virgen extra, virgen o común.

Por eso, desde España se presionó a las autoridades francesas para que se modificara el algoritmo de cálculo de Nutriscore para beneficio del aceite de oliva. Puesto que el sistema Nutriscrore se desarrolló en Francia, es la autoridad Santé Publique France, la única que tiene legitimidad para modificar su algoritmo. La propuesta de modificación tenía el aval del Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), que argumentaba que el aceite de oliva tiene un valor nutricional superior a otros aceites por su elevado contenido en ácido oleico (55-83%). El Comité Científico sugería que se incluyera el aceite de oliva el grupo de frutas, hortalizas, legumbres y frutos secos, para que su calificación pasara de D a C. Aunque la propuesta fue aprobada, son muchos los que se han manifestado en contra de esa calificación C para el aceite de oliva, tanto desde ámbitos públicos como privados. Estos agentes consideran que dicha calificación supone un perjuicio para los aceites de oliva en comparación con otros alimentos.

Los promotores de Nutriscore argumentan que este tipo de reclamaciones no son correctas, ya que el sistema se desarrolló para comparar alimentos dentro de la misma categoría. Se trata de que el consumidor pueda saber si un producto, pongamos por caso unos cereales de desayuno, son más o menos saludables comparados con otros cereales de desayuno. Por eso, según los promotores de Nutriscore, no tiene sentido comparar la calificación del aceite de oliva (C) con la de un yogur azucarado (B) o la Coca-Cola Zero (B). Los representantes del sector olivarero, en cambio, consideran que el consumidor sí realizará esas comparaciones.

Hay que decir que el de oliva no es el único aceite privilegiado por Nutriscore. Junto con él, también se incluyeron en la categoría de hortalizas, frutas, legumbres y frutos secos a los aceites de colza y de nuez. Esto resulta extraño, dado que el criterio diferenciador entre aceites era la presencia de ácido oleico y el aceite de nuez tiene un contenido muy modesto en este ácido graso (alrededor del 15-20%). En cambio, otros aceites ricos en ácido oleico, no recibieron el mismo beneficio, y mantienen la calificación D. En particular, el aceite de girasol alto-oleico puede alcanzar el 80% en ácido oleico, y los aceites de moringa, cacahuete y aguacate tienen contenidos similares a los del aceite de colza (ver figura). Si la concentración de ácido oleico es la clave, todos ellos deberían haber sido beneficiados.

Por otra parte, si el sistema está diseñado para comparar alimentos dentro de la misma categoría, podría tener sentido que los aceites pudieran calificarse de la A a la E, al igual que los cereales para desayuno del ejemplo anterior. De ser así, el aceite de oliva virgen podría ser calificado como A, el aceite de oliva como B y los aceites de semillas refinados, a partir de la C. Esta clasificación puede hacerse con criterio científico, tomando en consideración, no solo la composición en ácidos grasos, sino también la de otros componentes de los aceites. En el caso del aceite de oliva virgen, en particular, una parte importante de su valor nutricional se debe a polifenoles, esteroles y tocoferoles, que no se tienen en cuenta en Nutriscore.

Adaptar el etiquetado nutricional a las características y hábitos dietéticos de la población es deseable, tal y como se hace para las guías alimentarias, siempre que la adaptación esté basada en la evidencia científica y no de forma arbitraria o a conveniencia de los intereses meramente económicos de cada país.

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