Muere Antonio Hernández, poeta y narrador de verbo impecable y corazón verdiblanco
Aunque vivió buena parte de su vida en Madrid, adonde antaño los aspirantes a escritores de toda España debían peregrinar en busca de fortuna, no se olvidó de Andalucía en una sola de sus páginas. Y en Andalucía, en concreto en ese Cádiz que adoraba y donde pasaba sus veranos, ha exhalado su último aliento Antonio Hernández, agitador cultural, fundador de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios, escritor de vasta y rica obra en todos los campos, desde la poesía a la novela o el ensayo, entre la que destaca una nouvelle singular: El Betis, la marcha verde, delatora de su pasión por el balompié y por el equipo verdiblanco.
Nacido en Arcos de la Frontera (Cádiz) en 1943, recordaba haber sido ayudante de ditero en su infancia mientras se dejaba deslumbrar por la música de Platero y yo. El único consejo que recibió en sus inicios fue el de otro gran poeta, su paisano Julio Mariscal, que le conminó a no escribir con faltas de ortografía, “no vayan a llevarte preso”. De una estancia en Mallorca, empleado en un hotel, regresó con su primer libro, El mar es una tarde con campanas, que obtuvo el premio Adonais.
Ya afincado en la capital, frecuentó el Café Gijón, donde muchos lo conocían como El Noni. Recibió la atención y los elogios de figuras tan diversas como Vicente Aleixandre o Francisco Umbral, y una vez consolidado como poeta con títulos como Oveja negra, Donde da la luz, Metaory, Homo Loquens, Con tres heridas yo, Indumentaria, Campo lunario o Lente de agua, empezó a darse a conocer también como narrador con novelas como Nana para dormir francesas o Volverá a reír la primavera.
Poco antes había lanzado el citado El Betis, la marcha verde, que se convirtió en un título de referencia en la literatura futbolística y en un evangelio de bolsillo para los seguidores del club de la sevillana Avenida de la Palmera. Acuñó expresiones afortunadas, como aquella “El Betis es un gallo de pelea que pone la carne de gallina”, y bromeaba asegurando que el ex presidente Lopera se le aparecía por las noches con cresta y cacareando. Al otro equipo de sus amores, el Cádiz Club de Fútbol, le dedicó también un volumen de relatos titulado Gol Sur.
Injusticias y olvidos
Al mismo tiempo, empezó a desarrollar una obra ensayística muy atenta a las injusticias y olvidos que pudieran darse en el ámbito de las letras, en una línea que sería una constante en su vida. Así, advirtió de ciertos manejos turbios en los certámenes de creación en Los premios literarios, ¿cosa nostra?, y aportó su mirada sobre la generación del Medio Siglo en La poética del 50. Una promoción desheredada.
La misma actitud le llevó a fundar, a mediados de los 90, al Asociación Andaluza de Críticos Literarios, siendo durante varios años el presidente de sus premios anuales. Dicho colectivo fue asociado en sus inicios a la llamada Poesía de la Diferencia, un frente poético creado por oposición a la llamada Poesía de la Experiencia que abanderaban autores como Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Luis Muñoz o Luis Alberto de Cuenca, entre otros, a los que se acusaba de formar un lobby de poder y acaparar los premios literarios públicos en España. El enfrentamiento provocó un sonado cruce de acusaciones y ácidos invectivas que fue apagándose poco a poco. La Asociación siguió su curso hasta hoy, si bien Antonio Hernández cedió el testigo de su presidencia tras ostentarla durante doce años.
El gaditano obtuvo dos veces el premio Nacional de la Crítica: en 1993 por el poemario Sagrada forma y en 2013 por Nueva York después de muerto; por este libro recibió además en 2014 el Premio Nacional de Poesía. En 1994 obtuvo el premio Andalucía de novela por Sangrefría, una obra de trasunto taurino que ponía de manifiesto otra de sus características, su agudo sentido del humor. Dos años después, con Raigosa ha muerto.¡Viva el Rey!, obtenía el Premio Valencia de Literatura Alfons el Magnànim de la Diputación provincial. Su siguiente novela, Vestida de novia, fue proclamada, al igual que Sangrefría, como la mejor del año por el programa de Televisión Española Negro Sobre Blanco. Su última obra narrativa, El tesoro de Juan Morales, obtuvo en 2016 el Premio Internacional de Novela Ciudad de Torremolinos.
Del yo al nosotros
Otros galardones de su carrera son el Premio Nacional de las Letras Teresa de Ávila, convocado por el Ayuntamiento de esa ciudad: el Rafael Alberti, Jorge Guillén, Miguel Hernández, Leonor de Soria, Tiflos, Despeñaperros, Gil de Biedma, José María Lacalle o Vicente Aleixandre en poesía, y el José María Pemán y Manuel Alcántara de artículos periodísticos.
Reunió su poesía completa bajo el título Insurgencias (1965-2007), y a propósito de su lanzamiento comentaba en una entrevista para El Correo de Andalucía. “La mía ha sido una poesía de compromiso con el hombre, en todo momento ha ido del yo al nosotros, con una fuerte presencia de los demás, sobre todo de la clase desposeída, que tiene en mis versos un sitio especialísimo”, decía. “No es que haya sido irreverente -aunque en algún momento también-, pero desde luego no ha sido nunca una poesía conformista, nimia, trivial, estetizante, anodina”. Como nunca lo sería él mismo.
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