Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Alexis Morante: “El 'boom' del cine algecireño lo inspiró Paco de Lucía: él nos enseñó que no había límites”

Foto: LaRedVan

Alejandro Luque

0

El Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT) acoge estos días la presentación de un filme que no llega de Marruecos, de Ghana ni de Egipto, sino de mucho más cerca. Se trata de El universo de Óliver, el debut en la ficción del algecireño Alexis Morante. Una mirada al Campo de Gibraltar de los años 80 que es a la vez un homenaje al cine fantástico de la época, pero sobre todo el retrato social de aquel Sur del Sur en una transición a la democracia que no fue un camino de rosas para casi nadie.

Morante asegura que con este proyecto ha querido “hacer realismo mágico. Una realidad social muy potente, y muy dramática también, lleva a un niño a inventarse una fantasía. Y quería contar esa historia en mi zona, y en el tiempo en que yo mismo fui niño”, explica. La acción de El universo de Óliver se sitúa en la Algeciras de 1985, cuando el mundo aguarda el paso del cometa Halley. A esa ciudad se muda un chaval con su familia, con todos los conflictos que esto conlleva. Óliver (Rubén Fulgencio), tal es el nombre del protagonista, buscará en las estrellas la solución a sus problemas en el nuevo colegio, en el barrio y en casa. Para colmo, su abuelo, apodado El Majara –interpretado por Pedro Casablanc– se anima a ayudarle a interpretar el mensaje del cometa y dar un paso al frente en su nuevo universo. Completan el reparto principal Salva Reina, María León e Iván Renedo.

“Lo que antaño se consideraba cine comercial, con el estreno de un pelotazo cada semana, ahora es cine clásico. No solo títulos como ET o Los Goonies, sino otros como Dentro del laberinto o La historia interminable que en principio eran para niños, pero que veían también los mayores”, explica Morante. A todos ellos guiña en su película, pero también a productos nacionales “desde el cine quinqui, que me ha inspirado para imaginar la pandilla del barrio contrario al de Óliver, al realismo mágico de Víctor Erice o Medem, sin olvidar trabajos de Achero Mañas y de Alberto Rodríguez o Benito Zambrano, ”sin los cuales no existiría hoy el cine andaluz hablado en andaluz, sin complejos“.

Industrialización y conflicto

En cuanto al hecho de haber cambiado el documental por la ficción, Morante asegura que lo que no había premeditado era dedicarse al primer género. “¡Ficción era lo que yo quería hacer desde siempre! Con 19 años hice mi primer corto, Tic-tac, hasta que me fui a Estados Unidos con una beca Talentia. Entre Nueva York y Los Angeles hice Voltereta, corto que es el germen de esta película, y Matador on the road con Juan Diego. Pero en Los Angeles se cruzó Bunbury, y empezaron a llamarme para hacer documentales y clips”.    

Volviendo la mirada atrás, Morante, de 44 años, recuerda que en la década en la que ambienta la historia se dieron un cúmulo de circunstancias que afectaron notablemente el desarrollo del Campo de Gibraltar. “Esta zona ha estado siempre muy castigada, el sur siempre tiene problemas de infraestructuras, transportes, etc, y en aquel tiempo estábamos aún más lejos del resto de España. Además, salíamos de una dictadura que se había cebado con esta área, de modo que no eran lo mismo los 80 en Cataluña o en el Campo de Gibraltar. Franco lo industrializó cargándose el sistema turístico, pero no fue suficiente para generar tanto empleo como se suponía. El puerto se comió toda la naturaleza, y toda esa miseria generó conflictos sociales entre barrios. Muchos encontraron una salida a la pobreza primero en el contrabando de tabaco y luego en el narcotráfico. Muchas personas normales, como el mismo padre de Óliver, se metieron en ese mundo”.

Así, el joven protagonista juega en un paisaje playero lleno de chimeneas, y en lugar de esconderse en una cabaña lo hace en un bunker. “Pero los niños siempre son niños y quieren divertirse”, asevera el cineasta. “En el fondo, la película es un homenaje a la generación de nuestros padres, que se sacrificaron para que tuviéramos las oportunidades que ellos no tuvieron. Gracias a ello he podido hacer esta película con dos amigos de infancia, Miguel Ángel González Carrasco (autor de la novela homónima y guionista) y Raúl Santos, también conocido director.

El cine como altavoz

De hecho, tanto Morante como Santos podrían encabezar un nuevo e indiscutible boom del audiovisual algecireño y campogibraltareño, cuya raíz no duda de señalar el primero en la inspiradora figura de Paco de Lucía. “Si él salió de un barrio como La Bajadilla y se convirtió en una de las mayores leyendas del mundo, aunque sea inigualable, ¿por qué no emularlo? Paco nos enseñó que no había límites”. Por otro lado, el cineasta también recuerda que, en sus años mozos, algo empezaba a fraguarse en la vieja Isla Verde. “Álvaro Morte, el profesor de La casa de papel, era compañero de instituto. También andaban por allí un actor como Víctor Clavijo o el director Ángel Gómez. Poco a poco se ha ido creando un movimiento, gracias al cual hoy hay una mini industria donde se puede trabajar muy bien”.

“Para todo esto no hay una explicación institucional, porque no se ha hecho nada”, prosigue Morante. “Lo que sí recuerdo que fue determinante es que se creó un Aula de Teatro que llevaba una mujer llamada Maru, y donde nos citamos muchos adolescentes. Allí empezamos a ver que era posible hacer cosas. La clave es que los que luego hemos hecho cine, hemos escrito historias sobre Algeciras y volviendo aquí a rodar. Yo mismo he grabado videoclips de Bisbal o Los Delinqüentes en Tarifa, y cuando estábamos en Estados Unidos, cada vez que volvía rodaba un corto o cualquier otra cosa”.

También ha tenido su papel el FCAT, “una gran idea” en opinión de Morante “que puede llegar a crecer muchísimo si se abre a otras subsedes. Pero también debemos mucho al festival de San Roque, con cuarenta y tantas ediciones, donde hemos visto muchas películas que no podíamos ver en ningún otro lugar”.

Por último, Morante participa en un programa del FCAT dirigido a jóvenes campogibraltareños, y defiende la capacidad del cine como herramienta de transformación social. “El cine siempre lo ha sido, cala en el espectador artísticamente y también como entretenimiento. Claro que en las zonas deprimidas hay que trabajar en la trinchera del día a día, pero el cine es un gran altavoz para explicar lo que se está haciendo”.

Etiquetas
stats