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Artistas flamencos vs. críticos musicales: una supuesta agresión reaviva el debate en torno a una relación tensa

La bailarina Salomé Ramírez actúa en el espectáculo "Flamenco Auténtico".

Alejandro Luque

29 de junio de 2024 06:00 h

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La noticia de la supuesta agresión a un periodista especializado en flamenco, David Montes, por parte de un artista en el transcurso de un acto público en Jerez de la Frontera (Cádiz) está reavivando el debate sobre la difícil relación entre los intérpretes jondos y los profesionales de la información y de la opinión en este ámbito.

Mientras que muchos de estos profesionales guardan en su memoria experiencias de amenazas y hasta de conatos de violencia física, por la parte de los cantaores, tocaores y bailaores son también frecuentes las quejas por lo que consideran un exceso de los límites de la libertad de expresión que, denuncian, alcanza incluso al vituperio. 

Ángeles Castellano, cronista especializada en flamenco del grupo Prensa Ibérica, empieza subrayando que está “absolutamente en contra de la violencia”: “Nunca se justifica una agresión”. Por otro lado, apunta que “mientras que la crítica cultural parece que es algo que se está extinguiendo, pues los medios cada vez dan menos cabida a los críticos y el público parece leer cada vez menos, en el flamenco se mantiene bastante –si lo comparamos con otras manifestaciones–, por lo que partimos de que es un género privilegiado”.

No obstante, la periodista reconoce que “en la crítica flamenca se cometen muchísimos excesos”. Y añade: “creo que se entra demasiado en lo personal y en el insulto, y eso no se justifica”. “Pero en una agresión, el responsable es siempre el que agrede”, dice. “Esto es algo que por desgracia ha ocurrido en muchos momentos históricos, que se agrediera a los artistas o a los críticos. No es específico del flamenco, pero en todo caso, cuando uno escribe una crítica no se le puede faltar el respeto al artista”, recuerda Castellano.

Crítica y dureza

En el caso de Jerez, ha sabido del tema por las redes sociales y que no conoce los pormenores. Y añade: “Sí conozco al compañero agredido y no es una persona que cometa esos excesos, de modo que lo repruebo aún más. Pero debería haber algún tipo de reflexión en torno al respeto mutuo. En el artista flamenco, como en cualquier otro, hay algo que tiene que ver con las emociones cuando te subes a un escenario, y eso debe respetarlo el periodista. Pero las cosas hay que decirlas, aunque no todo el mundo esté de acuerdo con lo que se dice. En la crítica flamenca, y no solo, hay cierta tendencia a querer destacar o hacerse un nombre, a través de una asociación falsa entre calidad de la crítica y dureza. Yo no creo que ser generoso con el artista implique tener un criterio menos válido o interesante. La crítica cumple una función y debe justificar siempre lo que dice”.

Uno de esos críticos con fama de duro, Manuel Martín Martín, reconoce desconocer los hechos acaecidos en Jerez, “pero afirmo que la violencia y el matonismo son las lacras que están enmierdando al flamenco en el siglo XXI, y que, por lo general, viene dándose debido a una especie de enemigos de la libertad de opinión que empezaron a aflorar hace unos diez años por mor de macarras que, ante la imposibilidad de defender o replicar una crítica a través del debate con el crítico, hacen de su vida una basura a fin de sembrar sus miserias”.

La trayectoria de Martín Martín no ha sido ajena a esos episodios de amenazas o violencia verbal por parte de algunos artistas, en alguna ocasión incluso en público. “Estoy a la espera de conocer la otra versión de lo sucedido en Jerez, porque el que los medios oculten los nombres me abre muchas dudas”, concluye.

Integridad física

Varios profesionales consultados a elDiario.es Andalucía a este respecto han declinado hacer declaraciones, aunque no son pocos los que admiten haber padecido todo tipo de presiones e intimidaciones a lo largo de su carrera. Kiko Valle, crítico de Expoflamenco, recuerda haber sido amenazado más de una vez, en una ocasión por una crítica “que no era ni mala, el artista simplemente no lo entendió. Hay quien dice que en ciertas ciudades no hay crítica por cuestión de integridad física, y no les falta razón”.  

“Hay de un tiempo a esta parte muy poca crítica y muchas relaciones públicas de periodistas paniaguados o de rodilleras, como se les llama, que optan por la crónica por miedo a quedar mal con los artistas y que no los llamen para las fiestas”, añade Valle. “Hay mucho fan y muy poco crítico. Y claro, ya gusta solo el cante y el baile bonito, y no el de pellizco. Y el artista solo quiere que hablen bien de él. No se entiende que la crítica no puede ser objetiva, se basa en el criterio de quien está escribiendo. Y en los corrillos, después de un concierto todo el mundo habla lo mismo, pero si lo dices en un medio, parece que ofende. Se olvida que, hablen bien o mal, lo importante es que hablen de ti”.

Respeto y honestidad

Por su parte, Antonio González Pulido, presidente del colectivo de artistas Unión Flamenca, condena igualmente todo tipo de violencia, si bien admite que la cuestión de las relaciones entre artistas y crítico o periodistas especializados “es delicada, y cada uno tiene una relación distinta con unos y otros. Hay incluso quien va a poner bien a un artista haga lo que haga, y también quien va a poner mal a otro haga lo que haga”. 

En todo caso, desde Unión Flamenca se reivindica “sobre todo el respeto”: “La crítica puede ser negativa, aunque sabemos que eso no es plato de gusto para nadie, porque puede cerrarte puertas, pero creemos que podemos exigir que sea constructiva. Hay compañeros que a veces se quejan de que quien ha escrito u opinado sobre ellos no ha entendido el espectáculo, no ha hablado con ellos antes o, a veces, ni siquiera ha ido al espectáculo. Entre todos debemos hacer que la relación entre ambas partes sea respetuosa y honesta”.

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