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Miles de malagueños piden que se declare ya la emergencia climática: “¿Por qué no es siempre el día del planeta?”

Mario López y Rio | N.C.

Néstor Cenizo

“¿Por qué no es siempre el día del planeta?”, pregunta una niña a su madre, mientras avanzan hacia la cabecera de la manifestación contra el cambio climático en Málaga. La pregunta sirve para condensar una queja que comparten quienes se han manifestado este viernes: ¿cómo es posible que se conozca el problema, pero no se ponga solución? Una pancarta lo resumía de otro modo: “Por vivir en la Moncloa no te salvarás. Ley de Emergencia Climática ya, gandules”.

La manifestación cerró en Málaga una semana repleta de actividades de concienciación sobre la emergencia climática. La Universidad y la Diputación ya han adoptado la declaración de emergencia climática, no así el ayuntamiento, al que este viernes se lo pidieron en la calle 3.000 personas, según la Policía. La organización calcula entre ocho y diez mil. Se trataba de alzar la voz y pedir a las instituciones que actúen, y el objetivo se cumplió. Quedó claro que el movimiento ha cuajado, especialmente entre los más jóvenes.

“Lo hago por él, pero también por mí, y por todos nosotros”, explica Mario López, con Rio a hombros. “Es obvio que hay que manifestarse. Las temperaturas suben año tras año. Se celebran cumbres, se ponen los acuerdos por escrito, pero no se respetan”, protesta.

“Estoy satisfecho y con mucha ilusión. Esto es una demanda de la ciudadanía, empoderada por la juventud, que está llegando a las instituciones”, señala Marcos Castro, profesor de Economía en la UMA y miembro de Fridays for Future y Extinction Rebellion en Málaga. Castro cree que el movimiento está haciendo renacer “el espíritu del 15-M”, y vaticina que el ayuntamiento acabará declarando la emergencia climática.

Un recorrido por la manifestación servía para comprobar que cada cual propone algo ante la emergencia climática, y que, además de exigir a las instituciones, hay mucho que los ciudadanos pueden hacer. Sebastian Ehrardt, un alemán residente en Málaga, lo tiene claro: “Una de las cosas más fáciles es cambiar el contrato de luz a 100% renovable. Con esto reducimos entre un 20 y un 30% nuestra huella de carbono. Cada uno puede hacerlo y convencer a otro. Y no hace falta invertir”. Lo dice ataviado con algo que recuerda vagamente a una placa solar, y llevando un molinillo. Y consigue su objetivo de llamar la atención e informar sobre su propuesta.

María Méndez, Ana Mores y María Carmona son tres amigas que sólo usan transporte público y han cambiado sus hábitos de consumo de ropa. “Hay que demostrar a las empresas que a la gente le preocupa el cambio climático”, opina Carmona, que cree que la etiqueta “sostenible” de algunas compañías no responde a la realidad. Además, observan en la universidad que está creciendo el uso de botellas reutilizables, aunque esté bajando el precio de las de plástico. Con todo, coinciden en que hace falta algo más que acciones personales. “El sistema tiene que cambiar”, opina María Méndez. “¿Estamos dispuestos a renunciar a las comodidades?”, se pregunta Ana antes de despedirse.

“Si el planeta fuera un banco…”

Muchos de estos jóvenes ampliaron este viernes la base social de las manifestaciones en Málaga. “Es que el planeta es nuestro futuro. Antes que luchar por otras cosas hay que luchar por el planeta”, argumenta Ramón. “Y hay que hacerlo ahora porque no nos queda tiempo”, tercia José Miguel. Marion, una estudiante francesa que va con ellos, asegura que la movilización juvenil en su país no es tan masiva.  

La manifestación partió y culminó en la plaza de la Constitución, y en su recorrido se mezcló con todo tipo de actividades: una fiesta de la vendimia, la noche de los investigadores y hasta un evento de verdiales. En algún momento esto aumentó el desconcierto, y llegó a provocar bifurcaciones de la columna que desconcertaron a la propia Policía.

Finalmente culminó en el punto de partida, la Plaza de la Constitución, con la lectura de un manifiesto abierto a la adhesión de la ciudadanía. El texto recuerda que organismos municipales como el OMAU (dependiente del ayuntamiento) ya han alertado contra las consecuencias del cambio climático en la ciudad y se pide la declaración de emergencia climática en la ciudad. Una pancarta hacía un buen resumen del sentir general: “Si el planeta fuera un banco, ya lo habríamos rescatado”.

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