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Sancti Petri: el pueblo perdido que aún sueña con los atunes

Caño de Sancti Petri.

Mª Ángeles Robles

Sancti Petri es uno de esos paraísos cercanos que esconde la costa gaditana. La naturaleza, la cultura tradicional y la historia se conjugan en un enclave por el que no se puede pasear sin hacer un ejercicio de nostalgia. El pasado y el futuro establecen un diálogo en el viejo poblado almadrabero asentado en la desembocadura del caño que le da nombre y que fue, hasta los años setenta, un reducto de prosperidad gracias a la pesca artesanal del atún y a la fábrica de conservas que se instaló en esta zona.

En la actualidad, varios clubes náuticos, un puerto deportivo, que ya se ha quedado pequeño, y un puñado de bares y restaurantes copan la fachada marítima del poblado abandonado que se asoma al caño de Sancti Petri.

Un buen número de embarcaciones recreativas y pequeñas barcas de pescadores descansan al abrigo de estas aguas poco profundas que se deslizan lentamente entre dos cercanas orillas: de un lado, el antiguo asentamiento almadrabero, perteneciente al término municipal de Chiclana, del otro, el sendero marítimo, ya en San Fernando, que lleva a la Punta del Boquerón, uno de los monumentos naturales más sorprendentes de la provincia de Cádiz.

El paisaje puede desafiar sin miedo al de otros destinos más celebrados. La serenidad del puerto y el acogedor paseo marítimo compiten con el perfil de la otra orilla configurada por dunas con su agreste vegetación. Justo al final del paseo marítimo comienza la playa de Sancti Petri, de limpias aguas transparentes.

Desde el único chiringuito dispuesto en su arena se pueden admirar unas excelente vistas de la desembocadura del caño y también de la pequeña isla en la que se levanta el castillo de Sancti Petri, una fortaleza defensiva que estuvo activa entre los siglos XVII y XIX y que fue restaurada a hace unos años.

El islote donde se levanta el castillo está asociado, además, a uno de los templos más nombrados de la antigüedad: el templo de Melqart-Hércules, donde estaría enterrado el mítico héroe fundador de Cádiz. El castillo se puede visitar de martes a domingo todos los meses del año.

Pero por poco que nos apartemos de este idílico frente marítimo, nos asalta la historia del poblado, que fue abandonado en los años setenta cuando la pesca del atún empezó a escasear y se disolvió el consorcio almadrabero que le daba trabajo a los habitantes del poblado de Sancti Petri, que llegó a ser pedanía de Chiclana e incluso contó durante un tiempo con alcalde propio. 

Paseando entre las pocas edificaciones que todavía quedan en pie, aún podemos adivinar el eco de la bulliciosa actividad que se desarrollaba en las calles del poblado, en las que hoy crece la hierba a su antojo, e imaginar cómo sería el día a día en ese pequeño asentamiento en el que no faltaba la iglesia, la escuela o el cine.

Pocas construcciones están hoy en uso. Apenas la iglesia, restaurada y abierta al culto, y un puñado de casas que algunos pescadores usan para guarecerse y guardar sus aparejos de pesca. Otras han sido convertidas en asociaciones pesqueras que intentan conservar la esencia del viejo Sancti Petri.

Chati y su marido Diego Gallardo están al frente de la Asociación de Pescadores La Borriquera. Están adecentando la casa blanca de zócalos azules que regentan. Un puñado de mesas se amontona en la puerta. Ahora están de obras, pero Chati presume de que los visitantes se “rifan” los guisos que sirve en la terraza. Aunque en la asociación se puede tomar un refrigerio, no tienen carta: “se come lo que hay cada día”.

Chati conoce de primera mano el pasado del poblado de Sancti Petri y es parte de un presente que despunta poco a poco. Su padre, Antonio Ramos Silva, “El Colinero”, trabajó durante treinta y dos años en la almadraba. Su madre, Francisca Mercedes Quintero Reyes, “Ramona la Guaíta”, era obrera en la fábrica de conservas, donde se encargaba de cerrar y sellar latas. Su familia procede de Conil y, aunque ella era muy pequeña para acordarse de cuando sus padres pasaban allí casi seis meses al año, el poblado de Sancti Petri forma parte de sus recuerdos y de la historia de su familia.

La revolución de los conciertos en verano

Chati señala con el dedo donde estaba la fábrica y la escuela. También donde el ayuntamiento de Chiclana tiene previsto construir “una lonja y una fábrica de hielo”. Su asociación está junto al antiguo cine. Una de las paredes del deteriorado edificio da sombra a algunas barcas de pescadores, entre ellas las de Chati y Diego, que están encantados de que en el poblado se celebre en verano el Concert Music Festival, una de las programaciones de conciertos más importantes del país. Son días buenos para ellos: “no paramos de vender montaditos. Ni sé los kilos de filetitos que gastamos”. Entre julio y septiembre tendrán una nueva oportunidad.

Mientras, pescadores y restauradores esperan que se lleven a cabo las actuaciones planeadas por el ayuntamiento de Chiclana, que tiene prevista una intervención global en el enclave a través del desarrollo del Plan Especial de Sancti Petri, que se encuentra en sus últimas fases de tramitación.

Cuando el desarrollo del plan esté en marcha, se habilitará una zona para los pescadores con una lonja, e incluso se está intentando devolver a la zona la actividad almadrabera, aunque las restrictivas cuotas de pesca del atún lo hacen complicado.

El futuro plan apostará también por el desarrollo de una zona de ocio, con especial atención a las actividades deportivas, que ya tienen cierto peso en el poblado porque desde hace años funcionan empresas que alquilan kayaks o dan clases de wind surf. También está previsto ampliar los puntos de amarre para dar respuesta a la creciente demanda de embarcaciones que quieren tener su base en este pequeño puerto. Otra pata fundamental del futuro de la zona será el Centro de Interpretación, que ayudará al visitante a conocer la interesante historia del poblado.

Sancti Petri encara el futuro con la vista puesta en el turismo sostenible: conservar la esencia sin renunciar a los beneficios económicos en un difícil equilibrio. Su presente pasa por ofrecer al visitante la oportunidad de relajarse y disfrutar del sol, los deportes náuticos y la buena comida en un lugar que no ha perdido su identidad.

 

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