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El jardín de la alegría cervecera

Rubén Mesanza, maestro cervecero

Alejandro Ávila

Rubén Mesanza adora la cerveza, viajar al norte de Europa y, por supuesto, a su mujer. Que es alemana. Todas estas pasiones han confluido en un sueño: tener su propia fábrica de cerveza artesanal. No la tiene ni en Berlín ni en Baviera, sino en La Redondela, un pueblito de un millar de habitantes en el litoral onubense. Pero… ¿qué novedad ofrece la cerveza Ruben´s en plena fiebre del oro (líquido) artesanal?

“Me rijo por la ley de pureza alemana: agua, malta, lúpulo y levadura. No le añado maíz ni dextrosa y mi cerveza fermenta durante un mes, en vez de durante una semana”, explica Mesanza en su “fábrica de Cruzcampo en miniatura”, mientras un intenso olor a cereales deleita la pituitaria del visitante.

Mesanza, que ofrece una visita a la instalaciones, con degustación incluida, una vez a la semana, desentraña con pasión el proceso de elaboración de sus bebidas artesanales. Habla de la cuidadosa selección de la materia prima, “maltas de calidad” que importa desde Alemania y lúpulo procedente de varios continentes, y de una maquinaria isobárica, que permite controlar la presión durante todo el proceso. “Soy el único que cuenta con este equipo en Andalucía y uno de los pocos en España, lo que permite hacer cerveza lager artesanal y no solo cerveza tipo ale”, aclara.

El amante de la cerveza aprende cómo un cereal se convierte en su bebida favorita después de que Rubén empiece a macerar la malta antes de que el sol comience su trayecto hacia las aguas del Atlántico. Durante la maceración con agua caliente se obtienen los azúcares, que la levadura transformará posteriormente en alcohol durante el proceso de fermentación.

El maestro cervecero vitoriano, afincado en La Redondela desde hace 30 años, cuenta que sigue el sistema alemán, que consiste en someter la malta a “una escalera de temperatura”. Durante el proceso de filtrado, el colador separa el mosto del grano de cereal y luego se enfría mediante las llamadas duchas, que consiste en hacer circular el mosto junto a otro circuito de agua fría para enfriarlo.

La ‘protocerveza’ continúa su camino hasta encontrarse con el lúpulo, del que existen “más de un centenar de variedades” y que concede el característico y variado sabor de la bebida. “Se añade al principio para dar amargor y en una segunda ocasión para darle sabor. Todo esto tiene lugar en el tanque de whirlpool, una centrifugadora que deja el lúpulo en el centro y libera la cerveza a través de un tubo inferior”.

El conducto lleva el líquido hasta el fermentador isobárico, donde, tras añadirle la levadura a los 500 litros diarios que produce Mesanza, permanecerá una semana a la temperatura exacta que le marque el maestro cervecero. La segunda fermentación tiene lugar durante otras tres semanas en los tanques de maduración, donde “la cerveza madura, crea su propio gas, la levadura sedimenta y sale una cerveza no enturbiada”.

El embotellamiento (en botellines de tercio, botellas de dos litros o bidón) y el etiquetado manual son la última fase antes de poderse saborear. Rubén lleva al visitante hasta el Jardín de la Cerveza, donde, sentado en una mesa de madera al estilo de las que se pueden encontrar en los biergarten alemanes, explica de manera práctica, es decir, bebiendo, todos los tipos de cerveza que elabora.

De mente inquieta, Rubén no duda en experimentar con cerveza de whisky o una Indian Pale Ale (IPA), aunque sus especialidades son la ale de trigo; la original, una lager sin filtrar; la Pilsen, que es la misma cerveza pero filtrada; y la tostada.

“Me decanto por la lager, porque es una cerveza que otros productores artesanales no hacen y es fácil de beber, más ligera que una ale. Me parece una cerveza muy fresca, con la que trato de mantener un equilibrio entre la malta y el lúpulo. En la Pilsen, el filtro elimina el dulzor de la cerveza y potencia el sabor del lúpulo. Yo digo que es otra cerveza. La tostada, por su parte, al elaborarse a parir de maltas chocolateadas guarda un sabor a cafe”, desgrana Rubén paladeando sus palabras y cada sorbo de su propia cerveza.

El Jardín de la Cerveza se ubica en un espacio singular de La Redondela. Rodeado por un mar de césped verde, la terraza se eleva sobre un promontorio con unas vistas únicas al paraje natural de las Marismas de Isla Cristina. En la parte más alta, dos columpios permiten disfrutar del paisaje, mientras se degusta la bebida. La idea de Rubén es recrear el espíritu alemán, según cuenta, de que los padres jueguen en la calle con sus hijos en un amplio espacio verde. Para ello ha dispuesto no solo balancines o una malla para trepar, sino un pequeño campo de fútbol.

Una carta sencilla, pero original, que combina los productos de importación con los de la lonja de Isla Cristina, ofrece desde una deliciosa hamburguesa con carne estofada y una salsa propia, hasta atún o algún producto fresco seleccionado por el propio chef, pasando por salchichas y codillo de cerdo.

Las sesiones de magia, música y poesía no faltan en las veladas estivales. Durante el verano abre todos los días de 11 a 1 de la mañana, mientras que en otoño trasladará su actividad a los fines de semana y también abrirán un segundo espacio en la Plaza de las Monjas de Huelva.

La cervecería, que abrió sus puertas en abril, es la punta de lanza de la fábrica de cerveza, cuya expansión ya ha comenzado en la provincia de Huelva y que en Sevilla ya hace sus pinitos en alguna tienda gourmet o espacios de cerveza artesanal como La Jerónima.

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