“En casa no voy a estudiar”: cuenta atrás para la PEvAU y sin sitio en la biblioteca

Estudiantes esperan en la puerta de la Biblioteca Infanta Elena de Sevilla

Carla Rivero

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Apenas acaban de abrir las bibliotecas y no queda sitio para sentarse. Ni una minúscula esquina en la que colgarse durante las próximas horas para repasar los exámenes que junio acarrea. No es solo el período final del cuatrimestre universitario, sino un momento decisivo en la trayectoria de casi todo escolar: la PEvAU (Prueba de Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad). Los próximos 15, 16 y 17 de este mes miles de adolescentes pondrán a prueba sus conocimientos, y nervios de acero, en la comunidad andaluza. Pero con una condición, esperar a que alguna silla se desocupe para empezar el estudio de la jornada. 

El protocolo Covid ha obligado a la Red de Bibliotecas Públicas de Andalucía a reducir su aforo en un 50% en sus instalaciones desde prácticamente el principio de la pandemia, por lo que los espacios donde cabían 400 personas o 200 se ven minimizados y faltos de recursos para atender la demanda masiva de los usuarios, como sucede en la Biblioteca Infanta Elena de Sevilla. Son las 9.30 horas de la mañana y ya hay lista de espera. Los rezagados tienen que apuntarse en el registro que guarda la Consejería y se conforman con desplegar los apuntes sobre la grava hasta que se les llama por orden de llegada. “Hemos hecho ruta antes de llegar, pero todas están igual”, comenta Sergio Nebot del IES Triana de Sevilla.

Sus compañeras, María Hormigo y Ana López, de segundo de bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales, abren los apuntes mientras tanto y Ana se excusa diciendo que tiene que entregar una práctica en los próximos días. “En las otras, nos han dicho directamente que nos vayamos porque estaban completas, y eso que había cuatro personas sentadas, pero es que eran muy chicas”, dice María. Lleva razón, ya que la Biblioteca Infanta Elena es una de las que mayor espacio tiene, aunque ha pasado de dar cobijo a casi unas 400 personas a menos de 150, según confirman trabajadores del recinto. 

El silencio que se respira entre las estanterías llenas de libros, la frescura del aire acondicionado u observar que las cabezas están gachas fijando la mirada en los esquemas: “En mi casa no voy a estudiar”, afirma contundente Sergio, que está seguro de sus posibilidades en la PEvAU. “Aquí tienes presión para concentrarte, o por lo menos a mí me pasa eso”, y luego, como añade María, hay que ver las condiciones de las bibliotecas de sus zonas: “en la del instituto a veces no hay ni profesores de guardia y el ruido no te deja leer”. Así que ahí están, sentados, pacientes y resignados, hablando y comentando qué tema les falta por estudiar.  

O podrían ser unos taconeos de flamenco, como escuchan Margarita y Alicia, del IES Macarena, si van al centro social que queda cerca en su barrio. “Hemos venido toda esta semana y siempre hay que esperar al menos media hora para poder entrar”, dicen las alumnas del bachillerato de Ciencias de la Salud. “En casa tienes muchas más distracciones, tienes el wifi, comes, haces una cosa y otra, en cambio, aquí, todos estamos a la misma, como que te metes más”. Sugestionar al cerebro pasa por crear un clima adecuado al rodearse de un ambiente neutro, en vez de estar pendiente a los soniquetes de la familia o las vibraciones del WhatsApp, ¿verdad?

No llegan al 50% de plazas

La Biblioteca Felipe González Márquez dispone de 58 plazas de unas 260. Son las 9.32 de la mañana y está repleta. Juan Conde, bibliotecario, toma aire un momento y resuelve que, en realidad, está al 25% de su capacidad. “Si tiramos del metro reglamentario que debe de haber entre los ocupantes, no hay un 50% por las distancias sino menos”, advierte, y está seguro de que estas circunstancias se mantendrán tanto a corto como medio plazo. Recuerda que en años anteriores la situación es similar puesto que es una época de estrés y trabajo concentrado por parte del estudiantado: “ahora se llena sí o sí cuando antes había margen durante la mañana y la renovación de gente era más fluida”. A pesar de las quejas que se le han transmitido, la ciudadanía comprende y acepta las circunstancias derivadas de la Covid-19. “Ojalá cambie esto pronto”, desea.

Aceptar e irse, o aceptar y esperar. Esa es la cuestión. Marta Rodríguez se va. Es estudiante del IES Cantillana, un pueblo que le queda un tanto lejos, y hace el bachillerato de Humanidades. “Por las mañanas tengo academia y no llego antes; antes de ayer la limpiadora me dijo que había una cola tremenda, ayer encontré un sitio, pero hoy ya me rindo, hay días que acierto y otros que no”. Una de tres. Por lo menos lleva la PEvAU “muy bien” y, aunque sabe que en casa se distraerá más de la cuenta, prefiere no volver a jugarse las cartas a una mano porque hay que aprovechar el tiempo.

Con sus portátiles listos y un TFG por entregar en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, Jesús Jiménez y Antonio Pérez, de la Universidad Pablo de Olavide, son los que aguantan, “por ahora hace fresquito, así que vamos a esperar un rato a que nos llamen”. Confían en que los trabajadores de la biblioteca se hayan quedado con sus caras. Jesús llevaba dando vueltas con el coche desde las 7.30 horas, tiene cinco páginas del proyecto y su amigo tres; no obstante, mantienen las esperanzas. “En dos minutos se llenó todo”, comenta impresionado Antonio. “En la biblioteca de la UPO hay una aplicación que permite reservar sitio y, normalmente, no hay ningún problema, pero al intentar hacer lo mismo con esta biblioteca que nos quedaba más cerca vimos que no tenía ningún servicio similar”.  

Otros perfiles de usuarios

No todos son universitarios o alumnado desesperado. También el común de los mortales se acerca a preparar sus exámenes, como unas oposiciones. Ismael González es periodista y ahora se prepara para el cuerpo de la administración general del Estado. Las pruebas son a final de año, pero, como él lo califica, “esto es una carrera de fondo”. “Al no ser universitario hay que tirar de las bibliotecas públicas, y me vengo a esta o a Infanta Elena; desde el bachillerato tengo este hábito y me concentra más el hecho de estar rodeado de más gente en mi mismo estado”, dice a pesar de vivir solo. Ahora está sentado en las afueras de la Felipe González, esperando su turno para continuar la maratón.

Los que se están tomando un pequeño descanso son Marta Sayago, del grado de Derecho de la Universidad de Sevilla, y Pablo Holm, de ADE y Derecho de la UPO. Son dos de los 18 afortunados a los que se permite acceder al interior de la Biblioteca Pública de San Julián. Han entrado antes de las 10 de la mañana y lo han conseguido. Él reside en un colegio mayor y ella es vecina de la zona, así que se acompañan en este proceso para apoyarse mutuamente, ya que, como Holm dice, “la desconcentración me puede”, y las pruebas finales son decisivas para sortear el año académico con éxito.

Por su parte, la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, encargada de la administración del servicio bibliotecario, confirma a elDiario.es Andalucía que la situación proseguirá en las mismas condiciones al “adaptarse a la normativa que establece el criterio sanitario que marque la Consejería de Salud, por lo que no se puede hacer nada, el aforo es el que es”, comentan las fuentes consultadas. Además, no se ha analizado, remarcan, otros escenarios para ampliar con seguridad el espacio disponible, como podría ser la habilitación de mobiliario o materiales al aire libre. 

Sin previsión de cambios y con una cifra real que no alcanza el 50% recomendado, las bibliotecas sufren una situación “nefasta”, como asegura José María Sainz, estudiante que se presentará a la PEvAU la semana que viene. “Nos lleva pasando lo mismo varios días, parece que no aprendemos”, renuncia al irse de la Biblioteca Felipe González, “intentaremos ahora ir a la de Chile y, si no hay sitio, buscaremos en internet y llamaremos a ver si hay otras disponibles... Esperamos que haya suerte”.

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