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La marca España y su historia, “ni singular ni excepcional”

Rafael Sánchez Mantero, catedrático de Historia Contemporánea. / Juan Miguel Baquero

Juan Miguel Baquero

¿La marca España una suerte de invención desde el siglo XIX? ¿La historia española lastrada por una especie de complejo de excepcionalidad? Eso mantiene el catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, Rafael Sánchez Mantero. Que el devenir histórico de un país está imbuido del contexto en que se desarrolla. Que la marca España y su historia… “no es tan singular ni tan excepcional”. El profesor e investigador, que ha recibido el homenaje de la Universidad de Sevilla por su trayectoria, desnuda estos hábitos de autocomplacencia hispánica en un libro sobre la imagen del país en el exterior: Miradas sobre España. Estudios de Historia Contemporánea.

¿Qué es eso de la marca España desde el siglo XIX?

Es la tesis que he mantenido en mis investigaciones: que la historia de España no es tan singular ni tan excepcional como nos hemos empeñado en demostrar los españoles. Revoluciones, cambios de constituciones, crisis… Los hubo aquí pero también en Francia, Inglaterra o Alemania y en el mismo periodo.

Una invención, dice.

Contando con la particularidad de cada cultura, España forma parte de un mundo que no le es ajeno. No hay que regodearse en ese desgraciado eslogan que se inventó de España es diferente. Lo es en la misma medida que cualquier otro país.

¿Y por qué esa obsesión?

Hemos desarrollado cierto complejo de excepcionalidad y asumido esos particularismos de una manera tan extremada que hemos creído e incluso cultivado más que otros extranjeros ese hecho diferencial. Nos hemos regodeado en la diferencia y para zafarse de ese complejo hay que levantar la mirada.

¿La corrupción es marca España?

En Francia el presidente de la República metía en el Eliseo a su amante, en Portugal han cogido al primer ministro, al presidente de la Comisión Europea… En España hay corrupción, puede que muy generalizada, pero en otras partes también pasan cosas.

Pero la visión histórica de España desde España, según dice, está lastrada.

Sí. Trabajé con el historiador británico John Elliott, que siempre trató de llamar la atención de los españoles: no sean ustedes tan soberbios, no crean que lo suyo es único, lo que les ha pasado ocurrió también en otros países. Elliott insiste en la necesidad de hacer un estudio de la historia de España pero comparándola con otras naciones, incluyéndola dentro de un contexto más amplio para determinar qué hay de particularismos y qué de fenómenos generales en la corriente europea.

Ese sello particular se advierte hoy en…

En un país plenamente integrado en el mundo occidental con un alto nivel de desarrollo social, económico y cultural y la ventaja de presentar una enorme variedad entre sus distintas regiones. Así como durante la dictadura de Franco apareció una leyenda negra, a partir de su muerte se entró en democracia, instituciones europeas y organismos internacionales. Eso contribuyó a que se nos mire de otra forma. En los años 60 trabajé en Francia y el tratamiento que recibíamos es diferente al actual.

Pese a manchas como la corrupción, ¿la marca mejora?

Sí, no cabe duda, la marca España ha mejorado. La seguimos cultivando.

¿Cómo?

España se convierte cada vez más en un parque temático. Tenemos la suerte del clima, las playas y los paisajes… Interesa atraer turismo y, ahí sí, un elemento muy atractivo es vender nuestra diferencia. De cara al turismo eso es rentable. Es negocio y hay que vender lo que no se va a encontrar en otro sitio.

A otros lugares fue en busca de archivos: EEUU, Francia, Reino Unido, Gibraltar… ¿qué encontró?

Mucha información sobre España. Los agentes diplomáticos que están en España envían periódicamente a su ministerio informes que son verdaderas fuentes sobre la situación política y económica. Y esa documentación no ha sido hasta ahora muy explotada.

Ponga algún ejemplo.

En fuentes británicas, en el Public Record Office –hoy The National Archives–, trabajé con información que me permitió cuantificar el contrabando que entraba en España a través de Gibraltar.

Cuente eso…

Eso no podía encontrarlo en fuentes españolas. Un comercio ilegal no se registra en ningún sitio. Pero los ingleses no tenían inconveniente, anotaban puntualmente los productos que enviaban a Gibraltar. Deduciendo lo que consumía la propia población gibraltareña uno sabía que el resto iba a cubrir, por mar o por tierra, a través de tráfico ilegal, la demanda de consumo español. Muestra cómo los archivos extranjeros a veces tienen información difícil de encontrar en España. Otro ejemplo es una información manuscrita en unos 500 folios por un diplomático francés en los que radiografía la situación política, económica y social de España entre 1820 y 1828. Nadie lo había consultado antes.

¿Y cómo se contará mañana la historia de hoy?

Será, seguro, una visión distinta. Ahora estamos presionados por las circunstancias. El historiador trabaja con ese sosiego y esa perspectiva que da el tiempo. Eso permite aportar un equilibrio y una objetividad al análisis que hoy no podríamos.

Enhorabuena por el homenaje que la Universidad de Sevilla ha dedicado a su trayectoria.

Siempre me he sentido un poco incómodo con estas cosas. He dirigido muchas tesis doctorales y encauzado muchas investigaciones y han aprovechado la ocasión de un congreso internacional para dedicarme una sesión. Cuando terminé mis estudios en esta facultad tuve la suerte de obtener una beca para hacer un máster en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, donde hice un trabajo de investigación sobre la primera embajada de EEUU en España, la misión de John Jay. Fue mi primer estudio y me abrió horizontes. Desde entonces, procuré encauzar investigaciones en el ámbito local y fuera de nuestras fronteras.

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