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Aragón deja de lado el I+D en plena cuarta revolución industrial

Las empresas y las instituciones de Aragón se encuentran entre las que menos invierten en I+D en España.

Eduardo Bayona

Zaragoza —

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Aragón juega en segunda en investigación y desarrollo: la inversión de los tejidos productivo e institucional en I+D sitúan a la comunidad en el furgón de cola del país, y también de la UE, en esta materia, que se ha convertido en una de las claves de la competitividad a nivel global en plena cuarta revolución industrial.

Los resultados de la Estadística de Actividades en I+D publicada hace unos días por el INE (Instituto Nacional de Estadística) cifran en 358,6 millones de euros el montante destinado a la investigación de nuevos materiales, productos y procesos productivos por empresas e instituciones en 2019, lo que equivale a un 0,93% del PIB (Producto Interior Bruto), que se situó en 38.395 millones tras batir un récord tercer año consecutivo.

Aparentemente, Aragón se encuentra en una posición intermedia en la tabla de comunidades, ya que ocupa la décima posición, con siete comunidades y las dos ciudades autónomas por detrás, aunque ese puesto incluye un hándicap notable con la media estatal del 1,25% (un tercio más) y mayor, obviamente, con los cinco territorios que la superan: Castilla y León, con un 1,35%; Catalunya, con un 1,52%; Navarra, con un 1,67%; Madrid, con un 1,71%, y Euskadi, cuya aportación en este campo prácticamente duplica a la aragonesa con un 1,97%.

El desencaje de Aragón en el concierto territorial

Las menores inversiones en I+D se dan las dos comunidades más dependientes del turismo, Canarias (0,47% del PIB) y Baleares (0,4%), en cuyas estructuras económicas apenas tienen peso otros sectores como la industria, y que se encuentran entre las más dañadas por las medidas adoptadas ante la pandemia.

También resulta llamativo cómo tres de las cinco economías locales de mayor potencia se encuentran por debajo de la media. Se trata de Andalucía (0,93%), Galicia (0,97%) y la Comunitat Valenciana (1,09%).

Y no lo es menos que Aragón sea la disonante en aportación a I+D entre los territorios con mayor renta per cápita, el indicador que mide el reparto teórico del volumen de negocio de un país entre sus habitantes.

Aunque con los puestos intercambiados en esas dos clasificaciones, Madrid, Euskadi, Navarra y Catalunya repiten en los cuatro primeros, aunque con Castilla y León como la quinta en nivel inversor en investigación y desarrollo en función de su generación de riqueza, cuando es la octava en su prorrateo, mientras la comunidad aragonesa figura en la quinta posición por renta teórica pero cae a la décima por gasto innovador.

Otra cosa es que en la práctica esa renta per cápita sea palpable en la calle vistos los niveles de pobreza y su evolución desde la anterior crisis, con la que comenzaron a abrirse en canal las brechas sociales y económicas.

La empresa asume más de dos tercios del escuálido gasto

Esa inversión de solo el 0,93% del PIB en I+D sitúa a Aragón en los niveles de cola de la OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. De hecho, únicamente superaría al 0,84% de Eslovaquia para situarse claramente por detrás de los PIGS, el despectivo acrónimo acuñado durante la pasada crisis para referirse a los países más castigados por esta, caso de Portugal (1,25%), Irlanda (1,15%) y Grecia (1,18%), además de España (Spain).

Las diferencias resultan sonrojantes cuando se comparan con los países que más invierten en ese ámbito: tanto Corea del Sur (4,55%) como Israel (4,54%) están cerca de quintuplicarlo, mientras Suecia (3,31%), Japón (3,2%), Austria (3,17%), Australia (3,13%) y Dinamarca (3,03%) lo triplican con creces.

La estadística del INE estima en 6.268 el personal equivalente a jornada completa que se dedica a I+D en Aragón, lo que equivale a un 1,06% de los 587.600 ocupados de media en ese territorio en el año de referencia. Apenas dos terceras partes de ese personal, la equivalencia de 4.165 jornadas laborales enteras, estaban catalogados como investigadores.

El grueso del gasto, 200,36 millones de euros, corrió a cargo del sector empresarial, que realizó una aportación netamente superior a los 80,2 del ámbito institucional. El primero mantiene 1.445 investigadores en plantilla, de 2.791 personas dedicadas a esas tareas, mientras el segundo cuenta con 706 de 1.262.

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