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Éxitos y aprendizajes de la crecida del Ebro: una nueva gestión del riesgo es posible

Néstor J. Torrecilla

La crecida del Ebro de finales de febrero de 2015, con un caudal máximo estimado de 2.413 m3/s en Tudela, fue especialmente catastrófica para las localidades ribereñas en La Rioja, Navarra y Aragón. Esa avenida “extraordinaria” (es decir, estadísticamente esperable con un periodo superior a 2 años y medio) no solo produjo severos daños en las explotaciones agropecuarias instaladas en las zonas inundables, sino que comprometió gravemente la seguridad de los cascos urbanos provocando la evacuación forzosa de algunos municipios.

Ese fue el caso de Boquiñeni, que tuvieron que abandonar la totalidad de sus vecinos y sufrió daños relevantes en multitud de hogares y edificios públicos, mientras que la colindante Pradilla fue evacuada parcialmente, y las muy cercanas Alcalá de Ebro y Cabañas de Ebro sufrieron la angustia del preaviso por evacuación, aunque finalmente ésta no tuviera que efectuarse. Estas cuatro localidades aragonesas no fueron las únicas en padecer severamente los efectos de la crecida de 2015, pero tienen en común que tras la misma han sido el emplazamiento de varias actuaciones novedosas en la gestión del riesgo por inundación en el Eje del Ebro.

Estas medidas, coherentes con la Directiva de Inundaciones europea y con el más recientemente aprobado Plan de Gestión del Riesgo por Inundación en el Ebro, incluyeron: la retirada de una mota (muro de contención) contraproducente junto a Pradilla de Ebro; el rebaje de la altura de una mota de protección de campos agrícolas de Boquiñeni (junto con el refuerzo de la que protege el casco urbano) así como de la mota que “defiende” la finca agrícola en la margen opuesta a Cabañas de Ebro (de nuevo reforzando la del propio casco urbano, hasta entonces de igual altura que la de la finca agrícola); el “retranqueo” (modificación del trazado, alejándolo del cauce principal) de una mota agrícola en Alcalá de Ebro; y la ejecución de sendos “cauces de alivio” (cauces funcionales sólo para caudales de avenida, creados mediante obra civil) en estas dos últimas localidades. Todas estas actuaciones estuvieron encaminadas, entre otros objetivos, a aumentar la sección de paso durante las crecidas en lugares críticos para la protección de los citados cascos urbanos. En este vídeo, grabado durante la crecida de Abril de 2018, se observan e interpretan las actuaciones correspondientes a Alcalá de Ebro.

La observación del funcionamiento hidráulico de los cauces de alivio y de los espacios “devueltos al río” (parcialmente, en el caso de las motas rebajadas, o completamente en el caso del retranqueo) para circulación de parte de su caudal durante un evento de crecida permite aseverar el impacto positivo que estas medidas han supuesto para la mitigación del riesgo por inundación de los correspondientes cascos urbanos. Este impacto se ha traducido no solo en la menor cota alcanzada por las aguas a su paso por Pradilla, Boquiñeni, Cabañas y Alcalá de Ebro, que no han visto comprometida seriamente su seguridad durante el último evento, sino también en la menor velocidad del flujo (y por tanto de la capacidad de erosión y de destrucción de las escolleras y otras defensas) observada a lo largo de la mota que protege esta última localidad.

Como ejemplo cuantitativo, el nivel máximo alcanzado por las aguas en Boquiñeni durante el evento de abril de 2018 ha sido más de medio metro inferior al registrado en 2007, mientras que en Zaragoza la altura registrada por el primero ha sido 17 cm mayor sin que entre ambos puntos se estuvieran produciendo aportaciones relevantes desde otros afluentes y sin que se hayan producido diferencias significativas entre ambos eventos en el proceso de “laminación” (reducción del caudal máximo de la punta por llenado del volumen del cauce, inundación de zonas agrícolas por rotura de motas, y otros procesos de carácter hidráulico) a lo largo de las estaciones de aforo del Ebro medio.

La mitigación significativa (que no completa) del riesgo por inundación que para los cascos urbanos han supuesto las medidas implementadas tras la crecida del año 2015 no es mérito exclusivo de la Confederación Hidrográfica del Ebro, que impulsó y financió las actuaciones, ni de la solvencia de los técnicos implicados en su diseño. Dado el carácter “de emergencia” de dichas obras (y por tanto la imposibilidad de cualquier mecanismo de expropiación), resultaba imprescindible la colaboración de los propietarios de los terrenos agrícolas que se vieron afectados por el rebaje o el retranqueo de las motas. Su visto bueno, con o sin compensaciones según el caso, pone de manifiesto el compromiso y priorización de todas las partes interesadas en la protección de los cascos urbanos y merece el reconocimiento y agradecimiento por parte de sus habitantes (entre los que me incluyo).

Pese al buen funcionamiento de las medidas descritas y al consenso técnico en la necesidad del nuevo planteamiento en la gestión del riesgo por inundación que éstas representan, muchos de los habitantes de estas y otras localidades ribereñas siguen demandando dragados a gran escala (equívocamente llamados “limpieza integral”, denominación que pretende equiparar vegetación y gravas con basuras o suciedad) como única solución efectiva para el riesgo por inundación. Dicha demanda, a la que recurrentemente se adhieren buena parte de los políticos locales, regionales e incluso estatales, obvia la imposibilidad legal de acometer semejante actuación bajo la Directiva Marco del Agua (que obliga al buen estado ecológico de las masas de agua) y la Directiva de Hábitats europeas, la ineficacia y carácter efímero de los dragados realizados previamente en el Ebro, y su exorbitado coste económico como actuación generalizada.

La reciente crecida, sin dejar de ser un evento catastrófico cuyos damnificados merecen solidaridad y apoyo económico inmediato, ha sido también una oportunidad para constatar fehacientemente la efectividad del tipo de medidas que promueven la Directiva de Inundaciones y el PGRI del Ebro. Es por tanto necesario y urgente buscar e implementar fórmulas que permitan profundizar en las medidas de restauración fluvial, y también de capacitación social, que plantea la normativa vigente.

Este es precisamente el objetivo del recientemente presentado proyecto Ebro Resilience, cuyas líneas de actuación buscan además compatibilizar los usos agrícolas de la llanura de inundación con su funcionalidad como cauce de crecidas, a través de una adecuada ordenación de los mismos (fomento de cultivos inundo-resistentes, reubicación de instalaciones ganaderas…) y de la adaptación de las infraestructuras de riego y accesos de las zonas inundables, estableciendo mecanismos de compensación para las zonas agrícolas inundables que deban recuperar plenamente sus funciones ambientales a través de la creación de un “Banco de Hábitats”.

Ha llegado el momento de dejar de tropezar en la misma piedra: podemos remar todos juntos rumbo a la mitigación efectiva del riesgo por inundación, mediante actuaciones ambientalmente respetuosas, económicamente viables y socialmente consensuadas que pueden implementarse a corto plazo. El Ebro, y las medidas implementadas durante el 2015 en Aragón, nos lo acaban de demostrar.

Vídeo 2: Compatibilidad de los usos agrícolas con las obras de emergencia realizadas en Alcalá de Ebro en 2015.

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