El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Justo en un momento de radicalización de la derecha, ante un peligro nada desdeñable de involución en derechos, especialmente los de las mujeres, es cuando más dificultades aparecen en la izquierda para llegar a acuerdos preelectorales. A lo largo y ancho de la geografía española se van multiplicando las listas progresistas, en lugar de suma hay división.
No estoy hablando de constituir un frente único en cada una de las elecciones y circunscripciones electorales -el frentismo anula matices importantes, polariza la sociedad y dificulta la convivencia; además, la unidad electoral no siempre suma- sino de sacar el mayor rendimiento posible a la Ley Electoral y de enviar un mensaje esperanzador al electorado de izquierdas. Creo que Compromís acierta cuando plantea la unidad electoral como una cuestión táctica y no de principios.
Hay mucha gente que achaca el fracaso de las alianzas al personalismo de los y las dirigentes políticos y a los intereses partidistas. Yo creo que estos problemas existen, que son factores que dificultan los acuerdos, pero no son las únicas razones. Además de la condición humana y de las urgencias económicas coyunturales existen otros factores, en mi opinión, más importantes.
La deriva de las organizaciones tradicionales de izquierda -anquilosamiento, dificultar para abordar los nuevos retos, excesiva adaptación al sistema…- ha llevado a una parte del electorado a optar por otras opciones. Han aparecido nuevas organizaciones con la pretensión de cambiar las formas de hacer las cosas, pero que no han superado los déficits de la vieja política: no han sabido desprenderse del sectarismo, el dogmatismo y el determinismo.
Lleva razón Ignacio Sánchez-Cuenca cuando dice que la izquierda tiene, respecto a la derecha, superioridad moral pero inferioridad política. La izquierda se preocupa por los colectivos más necesitados, tiene como objetivo la consecución de una sociedad más equitativa, más democrática, más libre y, en última instancia, una sociedad en la que no exista ningún tipo de explotación. Esta es la base de su “superioridad moral”, pelear por ideales, no solo por intereses, es imprescindible si queremos construir ese otro mundo que es posible. Pero estos ideales se trasforman en rémoras cuando hacemos de ellos dogmas, ahí reside su inferioridad política.
La política no es una ciencia exacta, lo más que podemos hacer son aproximaciones a una realidad permanentemente cambiante. Sin embargo, cuando ya hace un siglo que la ciencia ha introducido los conceptos de indeterminación y probabilidad para explicar el comportamiento de las partículas subatómicas, nos empeñamos en mirar la política con un óptica determinista.
Ese determinismo, ese convencimiento de que para ir de un punto a otro no hay más que un camino, una cadena por cada uno de cuyos eslabones hay que transitar, dificulta enormemente los acuerdos. Incluso la convivencia en una misma organización, dirigentes de Podemos han criticado a Errejón por su manera de vestir, como si el no llevar determinado uniforme impidiese ser buen militante de izquierdas.
Las relaciones entre ZEC y Podemos, para ir juntos a las elecciones, han estado condicionadas por luchas por el poder, desencuentros personales…, pero también por hacer del procedimiento un fin. Lo que fue valido hace cuatro años no tiene por qué serlo en este momento y, suponiendo que la mejor manera de participar sea la que decidió ZEC en 2015, la rigidez con que se ha utilizado ha contribuido a hacer fracasar el posible acuerdo. Podemos y ZEC podían haber decidido ir por separado, este tipo de elecciones lo permite, pero si deciden explorar la posibilidad del acuerdo hay que mostrar una actitud más flexible, no es necesario pasar por determinado procedimiento para conseguir un buen acuerdo y una buena lista electoral.
Tampoco se entiende que, a la propuesta de CHA de confluir con IU y Podemos en una sola lista a las elecciones generales, el partido morado conteste con que el acuerdo tiene que ser para todas las elecciones. ¿No hay posibilidades de un acuerdo parcial? ¿Tiene que ser todo o nada? Creo, además, que la decisión de Podemos es poco inteligente, pues el acuerdo con CHA les facilitaría obtener los mismos resultados que en las elecciones anteriores, cosa que no es nada segura.
Con todo, el ejemplo más claro de las dificultades que tiene la izquierda para entenderse es el rechazo mayoritario para confluir en una lista al Senado. Una lista única permitiría hacer de la Cámara Alta un refuerzo a las posiciones progresistas, algo nada desdeñable teniendo en cuenta el conflicto catalán. Además, el apoyo social a dicha candidatura generaría una dinámica de movilización beneficiosa para las distintas alternativas de izquierda. Pero tampoco hay voluntad, otra oportunidad perdida. Habrá que esperar tiempos mejores.