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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Ojalá sea posible

Enrique Tordesillas

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El anuncio del acuerdo de gobierno entre PSOE y UP, apenas cuarenta horas después de conocerse el resultado electoral, me ha sorprendido enormemente. No es que no esperase -incluso desease- algún tipo de pacto entre estas dos organizaciones que permitiese echar a andar la legislatura, pero la rapidez, la generalidad del acuerdo firmado -una simple declaración de intenciones- o la falta de comunicación en paralelo con otros socios imprescindibles para conseguir la investidura -no se puede estar permanentemente sometiendo a chantaje a las diferentes fuerzas políticas: “esto es lo que hay, si no lo aceptas vas a impedir un gobierno progresista”- apuntan hacia una urgencia difícil de entender.

Habrá que esperar a conocer los detalles del acuerdo para poder valorarlo, pero de momento se puede decir que a Pedro Sánchez ya no le quita el sueño tener ministros de Unidas Podemos, incluso a Pablo Iglesias de vicepresidente. Tampoco el conflicto catalán, más complejo y radicalizado después de la sentencia del procés, ni las diferencias en políticas de Estado son ya un problema que le produzca insomnio. Se ha debido hacer con una buena provisión de Orfidal.

Hace unos días, en una entrevista en la SER, Pablo Iglesias reconocía como error la precipitación en la negociación anterior con el PSOE; debía de ser un error venial a tenor de lo sucedido los días 11 y 12. Tampoco es un problema que la política económica del futuro Gobierno la dirija, con rango de vicepresidenta, Nadia Calviño, la defensora de los ajustes económicos, a quien deseaba ver vencida por otras corrientes socialistas. A lo mejor el líder podemita piensa que su presencia en el Gobierno será el antídoto que impedirá las “veleidades neoliberales” de Calviño.

Sánchez e Iglesias dieron una prueba de inmadurez: los dos pudieron evitar las elecciones del 10-N y no lo hicieron. Ahora, con mayor debilidad de la izquierda -ha perdido 800.000 votos-, con más dificultades para conseguir la abstención de ERC -ya dijo Rufián que ellos lo tenían más fácil en septiembre; ahora, la proximidad de las elecciones en Cataluña y la batalla por el espacio independentista restan capacidad de maniobra a los republicanos catalanes-, con una extrema derecha crecida -con mucha más capacidad económica y mediática y con la posibilidad de recurrir al Tribunal Constitucional cualquier ley- consiguen en horas lo que no lograron en meses.

Está claro que los protagonistas del abrazo del martes día 12 han hecho una lectura distinta de la situación de la que hicieron en el verano, pero unos cambios tan drásticos, en tan poco tiempo y sin ninguna explicación, restan credibilidad a quienes los protagonizan. Esa falta de credibilidad, por ausencia de autocrítica, amplía la brecha entre la ciudadanía y la política y facilita el surgimiento de opciones sectoriales -sin proyectos globales, que defienden intereses particulares- y antisistema. Es especialmente preocupante el crecimiento de la extrema derecha en ciudades como Cuarte, el municipio con menor edad media de Aragón y uno de los más jóvenes de España, donde el partido más votado ha sido Vox.

Puede que la rapidez en hacer público el acuerdo tenga como objetivo evitar que los enemigos del gobierno de coalición –algunos en los propios partidos- dispongan de tiempo para maniobrar en contra. Si esto es así, si los enemigos del pacto de progreso son tan poderosos como para poder abortar el proyecto por retrasar unos días su anuncio, qué débil es nuestra democracia. Debe ser cierto, como dice la publicidad de eldiario.es que “una sociedad mal informada debilita la democracia”. Y, evidentemente, en este caso no me estoy refiriendo a los medios de comunicación.

Con todo, lo mejor que nos puede pasar es que el acuerdo sea el embrión de un gobierno suficientemente coherente y estable como para que dure, si no toda, la mayor parte de la legislatura. Para ello, PSOE y UP tienen que ser conscientes de que, en el futuro próximo, no habrá políticas progresistas si, entre otras cosas, no son capaces de iniciar una nueva etapa de colaboración entre ellos y extenderla a otras fuerzas del arco parlamentario. Ojalá sea posible.

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