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“Los bomberos somos el parche, no la solución”

Raúl Vicente

María Bosque Senero

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Este bombero forestal, con más de dos décadas de experiencia, y que desde hace solo tres trabaja todo el año en su profesión, ha escrito el libro `Hermano fuego: Percances, alegrías y sinsabores de un bombero forestal´. Asegura que los bomberos son el parche y no la solución a un problema estructural como son los incendios forestales. Subraya que “los dispositivos van casi siempre por detrás del problema: el fuego” y advierte que, si no llueve; 1994, el año en el que el fuego devoró 400.000 hectáreas y a 24 personas en España, será un solo un aperitivo comparado con 2023. 

¿Qué significa el fuego para Raúl Vicente?

Como bombero forestal, es el elemento que justifica mi trabajo. Pero es mucho más que eso. Por nuestro trabajo, hay momentos del año en que lo apagamos, cuando conforma un incendio forestal, pero hay otros momentos en los que lo encendemos, a modo de quemas controladas, para modificar la vegetación con distintos fines. El fuego no es malo per se. Depende del contexto.

¿Cómo nace la idea de escribir un libro como “Hermano fuego”?

A partir de las experiencias vividas, y sintiendo también que había un espacio de comunicación respecto al problema de los incendios forestales que no se había abordado en España. Me refiero a su forma literaria. Y, por qué no decirlo, porque al final cada uno hacemos lo que sabemos hacer. Hace unos diez años comencé a darle forma a este reto de divertirme escribiendo y aquí estamos. Ha sido un proyecto extraordinariamente lento. Hecho sin ninguna prisa. Tanto es así que, hasta hace poco, ni siquiera creía que se pudiera publicar.

Es usted bombero y lleva más de dos décadas apagando incendios forestales. Desde sus inicios en una brigada hasta el día de hoy ¿en qué han evolucionado estas brigadas?

Ha cambiado muchísimo desde que empezó a forjarse la profesión (mi servicio, las BRIF, tienen 32 años). El mundo forestal carece históricamente de recursos económicos, y los incendios forestales, a pesar de su altísima exigencia presupuestaria, no son diferentes. La precariedad con la que se ha tratado al personal de extinción ha sido una constante en casi toda España. Temporalidad (yo empecé en esto como un trabajo de verano, y hace solo 3 años que trabajo 12 meses al año), salarios bajos, instalaciones precarias, etcétera. Todo esto ha mejorado mucho en estos 30 años, pero en muchos dispositivos, también en el mío, se sigue sin alcanzar los estándares de otras profesiones, como por ejemplo la de nuestros compañeros, los bomberos multifunción, urbanos o de estructuras.

En la cara menos amable ¿cuál es la cuenta pendiente que tienen todavía? 

Madurar los modelos de cada Dispositivo hasta alcanzar un único y gran sistema que sea eficaz frente al reto que tenemos que abordar; capítulos de incendios cada vez más grandes y más violentos. Hay una cuestión importante: con el crecimiento de la masa forestal a costa de la pérdida de la agricultura de montaña y la ganadería extensiva creando mayores continuidades, la acumulación de más y más biomasa en el monte, el cambio climático y el elevado índice de incendios por origen humano (intencionados o por negligencia), el marco de los incendios forestales es cada década más complejo y difícil que la anterior. Estamos en una carrera totalmente enloquecida a la que, hoy por hoy, no le vemos fin. Y los Dispositivos vamos casi siempre por detrás del problema, por detrás del fuego. El sistema fracasará mientras no se aborden con recursos e inteligencia las dos vías: la gestión hacía unos montes que nos den mayores oportunidades de extinción a los bomberos forestales, y unos dispositivos de bomberos forestales con más nivel profesional y objetivos más ambiciosos. Somos fuertes con el incendio pequeño, pero pinchamos bastante ante el incendio grande.

Estamos ante una sequía temprana que ya ha provocado los primeros incendios forestales ¿Cómo encaran la época estival? ¿Creen que será diferente a la de otros años? ¿En qué?

Los índices de sequía ya se arrastran desde el año pasado, así que el contexto es todavía peor. Escucho a los de mayor edad en la profesión y se remontan a 1994, que fue un año muy complejo también por la sequía acumulada. Hoy los bomberos forestales somos muchos más y mejores que entonces, pero los incendios también han evolucionado por los motivos que explicaba antes, así que los resultados podrían ser, si no llueve en cantidad pronto, tan malos como entonces. En 1994 se quemaron en España más de 400.000 hectáreas y hubo 24 víctimas. 2022, que fue terrible, podría ser sólo el aperitivo si las lluvias no hacen presencia.

En alguna intervención anterior, usted ha apuntado que una pregunta que debemos hacernos como sociedad sería: ¿qué relación queremos tener con el fuego, amistosa o de confrontación? En base a su experiencia, ¿cuál sería la respuesta a la pregunta que usted mismo formula?

Lógicamente, amistosa. Pero es que no es un equilibrio fácil. Al siglo XX entramos en España con problemas de desertificación en muchas regiones y una caída libre en hectáreas de monte arboladas. El hambre y calentarse con leña era lo que conllevaba. Ahora hemos pendulado hacia el otro extremo. Pero es que nuestro sistema económico no aspira a buscar el equilibrio. Es agresivo por definición. No le interesan las microeconomías que hacen paisaje y lo gestionan con armonía. Estamos cambiando el clima, extinguimos especies, nuestro sistema capitalista depreda todo lo que toca. ¡Hasta los molinos de viento, tal y como se han planteado, son trituradoras de aves! Todo esto es totalmente insostenible en el tiempo y, sin ir más lejos, con los incendios, ya estamos empezando a verlo a nivel global. Da igual a que continente del planeta vayas. 

Las cifras revelan que los incendios por causas naturales son mínimos, por lo tanto, el foco se debe situar en la acción humana ¿somos suficientemente responsables? ¿Qué podemos hacer como sociedad para concienciar sobre el peligro del fuego?

Bueno... según la zona de España las causas varían. Yo soy aragonés, y aquí los rayos sí tienen un peso importante en el computo anual. Pero en Asturias, por citar un ejemplo de reciente actualidad, su problema sí radica en la intencionalidad. Y aquí se abren dos debates. En Asturias hay que perseguir al incendiario y aplicar lo del “palo y zanahoria”. Es evidente. Pero el mundo rural es muy opaco y es complejo incluso saber las motivaciones que se esconden detrás de cada fuego intencionado. En Aragón nos hace falta minimizar la negligencia, el error humano, porque frente al rayo no podemos luchar. ¿Sabe? aquí hay quien dice que la culpa de los incendios es de la despoblación. Y yo, que vivo a caballo entre la ciudad y una comarca despoblada, no puedo estar más en desacuerdo, aunque sea políticamente incorrecto decir esto. La despoblación es una bendición para el problema de los incendios forestales porque los rurales del futuro están más cerca del paseo en quard que de mover al rebaño de ovejas. El problema, el de verdad, es este maldito sistema económico que nos permite a muchos vivir como nunca, pero que es de auténtica tierra quemada para los que vienen por detrás. Eso sí, esto último nos importan una mierda. Ni queremos ni sabemos solucionarlo. Mandan los avariciosos de siempre y la mediocridad.

Como ya ha comentado, usted vive la mitad del año en un pueblo. ¿Cuál es el papel de la agricultura y la ganadería en la extinción de incendios? ¿Se está dejando al sector primario trabajar en este sentido? Antiguamente había menos focos que en la actualidad ¿podría deberse a un mayor y mejor mantenimiento del territorio? 

En mi pueblo, que además es muy forestal, el último pastor se fue en 2003. Guardo alguna foto de sus últimos días. Me gustaría que volviera un pastor o pastora, pero tiene que ser con una mirada moderna, hacía delante, y por supuesto tendría que ser muy rentable para él o ella. Con un pastoreo extensivo bien hecho, la mitad del trabajo de los incendios en mi término estaría hecho. Aunque no se si hoy por hoy eso es posible. Si no te vienen las naves, alguna tierra o el tractor de herencia es todo una locura. Aunque más caro nos sale pagar más y más hidroaviones. ¡Y bomberos! Aunque esto es más fácil, tal y como estamos…

¿Qué siente cuando está frente a una llamarada? ¿Sienten miedo los bomberos? ¿A qué?

Si lo haces todo bien no hay miedo. Porque tienes una zona segura identificada y de rápido acceso. Pero cuidado cuando te confías y te sorprende el fuego; esos segundos son muy ingratos. Y respondiendo a la pregunta, yo sí he sentido miedo. Y es jodido porque se te queda dentro. Escondido, pero dentro.

¿Cuál es el mensaje o la idea que le gustaría que se quedasen las personas que lean su libro?

A mí, me encantaría poderme jubilar pronto para irme al pueblo y llevar una vida con el ritmo y la coherencia que me gustarían. Ahora no lo hago. En el libro encontrarán las aventuras y desventuras de un bombero forestal, y algunas reflexiones. Y la más importante es que, en el fondo, los bomberos no somos la solución. Somos el parche, el peón, y a veces hasta la cabeza de turco. Me gustaría que, si leen este libro, no miren al dedo, sino a donde ese dedo señala.

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