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“Las mujeres víctimas de violencia de género con problemas de salud mental o patología dual necesitan recursos específicos”

Yolanda Paúl, coordinadora del Programa de Acogida de ACISJF IN VIA Zaragoza

María Bosque Senero

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La asociación ACISJF IN VIA Zaragoza se funda en la capital aragonesa en el año 1953, con el objetivo de acompañar a las mujeres del mundo rural que se trasladaban a la ciudad para trabajar como empleadas del hogar. Setenta y cinco años después, ACISJF sigue sosteniendo a mujeres vulnerables, y lo hace a través de dos proyectos: uno de Formación y Empleo, y otro de Acogida para mujeres víctimas de violencia de género sin hogar, red, ni recursos. Las mujeres rurales siguen siendo una de sus principales líneas de intervención, defendiendo la necesidad de concienciación, programas y servicios específicos acordes a las necesidades particulares de las mujeres víctimas en las zonas periféricas y rurales. 

¿Cuál es el perfil de la mujer a la que atendéis en ACISJF? 

Son mujeres desde los 18 hasta casi los 60 años, víctimas de violencia machista, que carecen de vivienda, de recursos y de red familiar o de conocidos que las puedan ayudar. A veces vienen acompañadas de menores, otras vienen solas. Llegan hasta nuestra asociación derivadas desde los servicios sociales; aquí les hacemos una entrevista, les explicamos el funcionamiento del programa y ellas deciden si se quedan o no. Las que optan por quedarse en una vivienda segura suelen estar como mínimo un año, ya que en la recuperación influyen múltiples factores: psicológicos, sociales, laborales, etcétera. También asistimos a mujeres que tienen una vivienda, pero que necesitan un acompañamiento de nuestras profesionales para ayudarlas a salir de esa situación de vulnerabilidad. 

La asociación se pone en marcha en el año 1953 en Zaragoza. Los tiempos han ido cambiando y se mantienen en la lucha por el cuidado de las mujeres víctimas ¿Cómo lo han hecho? 

Creo que esta asociación ha sabido evolucionar con los tiempos y adaptarse a las necesidades de cada momento. Aunque somos una asociación pequeña, y cada vez hay más entidades homólogas, creo que nuestro valor reside en que sabemos hacer bien el diagnóstico de lo que está sucediendo en cada caso y proponemos soluciones reales y que funcionan. 

¿Cómo es el proceso de acompañamiento que se hace a las mujeres que llegan hasta sus servicios?

El trabajo de acompañamiento es individualizado, y está diseñado específicamente para cada una de las mujeres, dependiendo de su situación y de sus necesidades. Trabajamos con una metodología multidisciplinar y transversal, con enfoque interseccional. Es un programa personal de mejora que contempla objetivos definidos y consensuados con la usuaria, en el que están implicadas cuatro trabajadoras sociales y una psicóloga, además del resto de profesionales de apoyo que cada caso en concreto puede necesitar. Muchas de las mujeres que llegan hasta nosotras son migrantes, pero también hay otras muchas que son españolas. La violencia machista no distingue de raza, posición social, edad o nivel de estudios, aunque estos factores deben ser tenidos en cuenta a la hora de intervenir en un caso por violencia machista o cualquier otra violencia tipificada. 

¿Cuáles son en este momento los casos que tienen una mayor complejidad a la hora de ser abordados?

Las mujeres víctimas de violencia machista que, además, padecen algún problema de salud mental o patología dual. Es un perfil complejo porque hay que abordarlos desde múltiples perspectivas y eso conlleva que muchos organismos estén implicados y trabajando al mismo tiempo: salud mental, salud en general, trabajo social, juzgados, en algunos casos también extranjería. Todas las personas que nos dedicamos a esto coincidimos en algo: Creemos que las mujeres víctimas de violencia de género con problemas de salud mental o patología dual necesitan recursos específicos para realizar una intervención realmente eficaz y efectiva. Queda mucho por recorrer en este sentido. 

Cada caso, como cada persona, será único ¿qué supone esto para las personas profesionales implicadas? 

Cada mujer que cruza la puerta de nuestros servicios hace que, como profesionales, nos enfrentemos a un nuevo reto. Ninguna es igual que la anterior. Por eso cuesta tanto avanzar en la búsqueda de soluciones a la violencia machista; no existe una receta para todas. 

Las mujeres que llegan a sus servicios, excluyendo a las que llegan derivadas de servicios sociales, ¿son conscientes de estar siendo víctimas de violencia? 

No, no todas son conscientes. La violencia que está por debajo del iceberg que sería la visible, es difícil de detectar para los y las profesionales, y mucho más complicada de identificar para las mujeres que la están sufriendo. El programa de Formación y Empleo es un canal a través del que hemos detectado casos de violencia en mujeres usuarias. Por ejemplo, durante la formación se imparten tres horas de prevención en violencia en las que hacemos hincapié en la detección de los signos de esa posible violencia. Suelen ser grupos de unas diez personas, y siempre hay dos o tres mujeres que ves cómo se emocionan o se ponen nerviosas al hablar sobre ello. 

¿Cómo actúa ACISJF ante la detección de un caso como el que está describiendo?

Hablamos con la mujer aparte, identificamos cuál es su situación y, como Punto Violeta que somos, le informamos de los servicios y recursos que tiene a su disposición. Algunas de las mujeres que vienen a buscar un empleo han terminado siendo usuarias del programa de acogida para víctimas de violencia machista. Por eso siempre digo que quienes trabajamos en esta área profesional tenemos que estar siempre alerta, para ser capaces de detectar aquellos signos de violencia que, de manera errónea, están siendo normalizados por la sociedad, en especial por las víctimas. 

¿Considera que tienen suficientes medios para llevar a cabo un trabajo tan delicado e importante como es el acompañamiento a mujeres víctimas de violencia y a sus menores? 

Nuestros medios dependen de los recursos que los diferentes organismos y administración pública ponen a nuestra disposición. En nuestro caso trabajamos con subvenciones y ayudas procedentes de distintas áreas. Pero los plazos de ejecución son poco realistas en cuento a fechas, y eso dificulta mucho nuestro trabajo. La mayor parte de las veces tenemos que adelantar el coste de los servicios con los recursos de la entidad a la espera de que las administraciones ejecuten los pagos de las partidas. Esto genera inestabilidad, sobre todo en entidades como la nuestra. Pero no dejamos que esto afecta a las mujeres; todas aquellas que necesitan ayuda y llaman a nuestra puerta son atendidas, siempre. 

La asociación nace con el objetivo de ayudar y, en cierta manera también proteger, a las mujeres del mundo rural que venían a las ciudades para trabajar, en su mayoría, como empleadas del hogar. ¿Qué vinculación mantiene ahora la asociación con las mujeres que viven en los pueblos de Aragón?

Como dices, el objetivo de la asociación, que ya tenía una sede en Madrid y que nació en Suiza en 1857, era actuar como intermediaria entre las mujeres dispuestas a trabajar y las familias que buscaban empleadas, para que las primeras no acabaran siendo víctimas de una red de trata o de explotación laboral. Aquellas mujeres que no conocían a nadie, encontraban en ACISJF un lugar seguro, y eso es lo que seguimos siendo. En los últimos años hemos colaborado con el Instituto Aragonés de la Mujer y la DPZ llevando a cabo acciones enfocadas a trabajar en la concienciación sobre la violencia machista en el mundo rural, y atendemos a mujeres que proceden de pueblos cercanos a Zaragoza, e incluso de otras partes de Aragón.

En base a su experiencia ¿en qué situación se encuentra la atención a las mujeres víctimas de violencia en el mundo rural? 

Su situación, en comparación a la de las mujeres que viven en una ciudad, es diferente porque, aunque los recursos son escasos para todas, lo son todavía más para las que viven en zonas rurales. En Aragón hay lugares, comarcas, en las que están trabajando más a fondo, pero a título particular. La realidad es que las víctimas de violencia en el mundo rural se sienten más señaladas, denuncian menos y algunas de las que han acudido a nuestros servicios han declinado quedarse en nuestras viviendas porque eso implica desplazarse de sus seres queridos, de su vida. Hacen falta más recursos en los pueblos, no solo de concienciación para romper el aislamiento que viven las víctimas, sino también la puesta en marcha de servicios de acogida y de viviendas seguras para las mujeres que están siendo maltratadas. 

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