Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
Rajoy, entre jarrón chino ejemplar y desertor irresponsable
Salir del poder no es fácil. Cuesta acostumbrarse. Dejarlo del todo, y abandonar la política activa, cuesta aún mucho más. Especialmente si se ha tenido mucho poder.
Tras su derrota electoral en la primavera de 1996 y su caída como presidente del Gobierno, Felipe González aún tardó quince meses en dejar la secretaría general del PSOE y ocho años -hasta 2004- en soltar el escaño, y no ha dejado nunca hasta ahora de intervenir en los principales episodios de su partido. Suya fue aquella expresión de que los expresidentes son como jarrones chinos en apartamentos pequeños: se les supone algún valor, nadie sabe dónde colocarlos y todos esperan que algún niño les dé un codazo y se rompan para poder despejar la sala.
José María Aznar, sucesor de González en La Moncloa, está siendo un jarrón chino aún más latoso que su antecesor. Aznar cedió el liderazgo del PP medio año después de dejar de ser presidente del Gobierno, pero no ha dejado nunca la política activa, especialmente la muy activa y muy activada contra su sucesor en el partido y más tarde en el Gobierno, Mariano Rajoy. La inquina con la que lo trata llama aún más la atención dado que fue el dedo de Aznar en deliberación consigo mismo quien eligió a Rajoy como sucesor. O quizás sea por eso: no le perdona que tenga opinión propia y se haya desempeñado en el liderazgo en el partido y en el Gobierno sin apenas consultarle a su mentor.
José Luis Rodríguez Zapatero ha mejorado como jarrón chino a sus dos antecesores. Contado desde que dejó de ser presidente del Gobierno, tardó apenas mes y medio en ceder la secretaría general del PSOE, no tuvo que soltar el escaño porque no lo tenía y anda desde entonces practicando una política activa de baja intensidad (Consejo de Estado, Fundación Progreso Global, foros y misiones internacionales...) con la que apenas molesta o incomoda a correligionarios o a adversarios.
Mariano Rajoy parece directamente decidido a ni siquiera ser jarrón chino. En menos de un mes, ha dejado de ser presidente del Gobierno, ha renunciado al escaño de diputado y ha pasado a su vida profesional anterior como registrador en Santa Pola (Alicante), lejos del mundanal ruido político de Madrid. En un mes más, dejará de ser presidente del PP. Lo primero, la pérdida de la Presidencia del Gobierno, le sobrevino de improviso por la sentencia de Gürtel, a la que no supo reaccionar, y por la moción de censura presentada por el PSOE de Pedro Sánchez, que no pudo parar. El resto de sus pasos de retirada los ha decidido él solo, a una velocidad de vértigo para los antecedentes y la trayectoria de un político que hasta ahora todo lo maduraba a ritmo exasperantemente lento.
Su cambio de conducta, su renuncia parece que definitiva a su pensamiento más profundo -“al final, la vida es resistir y que alguien te ayude”, que le dijo a la mujer del tesorero Luis Bárcenas en uno de sus famosos sms-, ha dividido a sus huestes. Unos lo elogian desmesurados por quitarse tan pronto de en medio para no estorbar y otros lo tachan de desertor irresponsable que deja un partido hundido y corre raudo a esconderse lejos, a hincharse a ganar dinero como registrador de la propiedad en una zona de la España inmobiliaria rica, sin ni siquiera poner un poco de orden en su sucesión y evitar que se maten a guantazos y hundan aún más el partido las dos damas que se disputan el pecio del barco hundido: Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal.
Del hundimiento del barco del Gobierno de Rajoy, por cierto, se salvó unos meses antes uno de los más ilustres tripulantes y en unas circunstancias hasta ahora poco conocidas.
La vida tiene casualidades sorprendentes. La moción de censura que acabó con Rajoy se aprobó en el Congreso de los Diputados en la mañana del viernes 1 de junio pasado. A esa misma hora y ese mismo día tomaba posesión en Fráncfort como vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) Luis de Guindos, ministro de Economía de los Gobiernos de Rajoy durante más de seis años, desde diciembre de 2011 hasta el 8 de marzo pasado.
De Guindos ha sustituido en el BCE al portugués Vítor Constâncio. El fin de mandato de Constâncio se sabía con muchos meses de antelación, y desde el BCE se les pidió ya a mediados de 2017 a los países del euro que fueran pensando en candidaturas para ese puesto. Se les sugirió, además, que fueran candidaturas femeninas. Preferible mujeres. El BCE tenía, y sigue teniendo, un grave desequilibrio de género en su alta dirección. En su comité ejecutivo, de seis personas, sólo había una mujer, la alemana Sabine Lautenschläger. En su consejo de gobierno, en el que además de los seis ejecutivos se sientan los gobernadores de los 19 países de la zona euro, sólo una mujer más, la gobernadora del banco nacional de Chipre, Chrystalla Gerghadji.
En Moncloa pareció que barajaban varios nombres de mujer. Que si Eva del Valle, que entonces era directora de la Oficina Económica del Presidente. Que si Belén Romana, ex directora general del Tesoro, ex presidenta de la Sareb -el llamado 'banco malo'-, consejera independiente del Banco Santander... Hasta que alguien parece que le puso encima de la mesa a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, un nuevo perfil: Alicia García Herrero, doctorada en Economía por la George Whasington University y con una trayectoria de altísimo nivel: economista en el FMI, jefa de Economías Emergentes en el departamento de Investigación del Banco Santander, jefa del departamento de Economía Internacional del Banco de España, miembro del programa de investigación sobre Asia en el BIS, economista jefa para mercados emergentes en BBVA, miembro del consejo del comité ejecutivo del BCE, y en la actualidad profesora en la universidad Johns Hopkins y economista jefe de Asia-Pacífico del banco francés Natixis.
Personas enviadas por Presidencia viajaron a Hong Kong a proponerle la candidatura a García Herrero... y ella les dio calabazas. ¿Por qué? Probablemente porque le quedó claro por la propuesta que la supuesta búsqueda de mujeres para optar a dicho cargo era solo una coartada para finalmente concluir que Luis de Guindos era el único candidato posible. De hecho, cualquier Gobierno europeo que quisiera optar seriamente con una candidata femenina habría tenido que colocar a la elegida en un puesto de excepción dentro de su propio banco central al menos un año antes de que tuviera que optar al cargo en Fráncfort.
Nada de esto se planteó en la reunión. ¿Quería el Gobierno español candidatas de verdad o simplemente nombres que airear? Sea como fuere, De Guindos se salvó del naufragio ulterior.
Sobre este blog
Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.