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La “otra vida” de María Jesús Lastra, la mujer trans que logró cambiar los protocolos penitenciarios

María Jesús Lastra, primera transexual en ingresar en un módulo de mujeres en la cárcel en España, sin estar operada

Pilar Campo

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María Jesús Lastra es una referente en la lucha por la defensa de los derechos de las personas trans, dentro y fuera de la prisión. Fue pionera en ingresar en un módulo de mujeres en la cárcel de Asturias, donde cumplía condena por robos con fuerza, cuando aún conservaba sus órganos genitales masculinos y todavía se llamaba Jesús. Ganó otra batalla a la Seguridad Social para que financiara su cambio de sexo. Hoy se siente una mujer “completa” y pide a los políticos que la Ley Trans “no se quede en mera propaganda y defienda los derechos del colectivo”.

La Ley para la Igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, conocida popularmente como “la Ley Trans”, es “un gran avance ”, reconoce María Jesús, que reclama a la clase política que centre sus esfuerzos en facilitar especialmente el acceso al mercado laboral. “Es la asignatura pendiente, según explica”.

María Jesús siempre tuvo claro que, aunque nació como varón, se sentía una mujer. A los 15 años se dio cuenta de que sus órganos genitales masculinos no la representaban. Tampoco el nombre de Jesús que figuraba en su DNI. A partir de ese momento, decidió que iba a empezar “otra vida”, pero no fue la que esperaba. Se rodeó de “malas compañías” y siendo todavía una adolescente acabó ejerciendo la prostitución por su cuenta, en la calle y sin proxeneta, hasta que cumplió 27 años.

En esa época se vio inmersa en el mundo de la delincuencia. “Cometí fallos, aunque tuve más suerte que otras compañeras porque no caí en cosas malas como las drogas, porque tuve un poquito más de cabeza”, asegura. Argumenta que no tenía ingresos económicos, ni ayudas y explica la única salida que le quedaba: “tirarme a la calle porque no había otro trabajo y se sobrevivía sacando el dinero a un hombre o cometiendo pequeños hurtos o incluso robos”; unos delitos que ella ahora justifica en la “situación límite en la que vivía de abandono y desatención”.

En esa etapa sufrió algunos episodios que prefiere olvidar, pero otras compañeras lo pasaron peor. Una de ellas fue la prostituta trans Dalila, que fue encontrada en un apartamento en Gijón “cosida a puñaladas” tras mantener una cita con un cliente. Estuvo ingresada en el hospital varios meses, aunque finalmente “salió viva de milagro”. Un riesgo que corrió, según Lastra, “porque no estaba acompañada en el piso y no había nadie que la pudiera ayudar”.

Las denuncias a funcionarias que “hacían la vida imposible”

De la calle a la cárcel sólo hubo un paso. Una vez entre rejas apareció el “siguiente bache” en la vida de María Jesús, ya que sentía que “era una mujer en una cárcel de hombres”, relata a elDiario.es. En prisión comenzó una dura batalla contra la Dirección General de Instituciones Penitenciarias y no oculta su orgullo al proclamar que es “la primera transexual de España” que logró que en 2006 se dictara una circular que la autorizaba a permanecer ingresada en un módulo de mujeres sin estar operada. “Sólo me hormonaba”, especifica.

Instituciones Penitenciarias le daba vía libre, a través de la circular 17/2006 sobre la integración de personas transexuales en prisión, para rodearse de otras mujeres reclusas. Esta instrucción interna contempla que “independientemente de la identidad oficial o biológica, los transexuales pueden acceder a los módulos y condiciones de internamiento adecuados a su condición”, al tiempo que apela a la dignidad y respeto que implica el ejercicio de la identidad de género. Su caso sentó todo un precedente en la institución penitenciaria. 

Sin embargo, las denuncias que interpuso en el juzgado contra tres funcionarias de la cárcel de Asturias a las que acusó de “hacerle la vida imposible” la llevó a pedir el traslado a Nanclares de la Oca, en la provincia vasca de Álava, porque sostiene que sufría “muchas represalias” y reconoce que, si hubiera permanecido en el Principado, se “hubiera comido enteros” los cinco años de prisión a los que fue condenada por varios robos con fuerza.

“Tengo dos piernas y dos manos y puedo trabajar como los demás”

En las horas muertas en prisión, se planteó la necesidad de reunir al colectivo trans y, una vez que fue excarcelada, fundó la asociación “Soy como soy” para luchar por sus derechos, entre otros por el acceso a ayudas y al mercado laboral que, según corrobora, está prácticamente vedado al colectivo, aunque hoy en día ya ha dejado la presidencia y sigue la trayectoria desde un segundo plano. 

Encontrar un trabajo y conservarlo es, para ella, una misión “casi imposible” a sus 52 años. Está convencida de que en el momento en que los empresarios conocen su condición sexual son reticentes a la contratación. “La nueva Ley Trans tiene que incidir en la importancia de facilitar el acceso a un empleo”, reitera.

Narra una experiencia personal cuando estaba cumpliendo el resto de la condena, una vez trasladada a la cárcel de Nanclares de la Oca, al ser contratada en una bocatería una vez que obtuvo el tercer grado y podía salir a trabajar. Pero su empleo apenas le duró un día; el tiempo que tardó el dueño en conocer que era transexual a través de otra compañera presa “con la que salía de permiso” que cree que fue quien la delató. “Había mucha envidia”, subraya.

María Jesús demandó al dueño alegando que su despido era improcedente y se debía a su orientación sexual. Ganó en los tribunales y fue indemnizada con mil euros. Afirma que volvería a actuar del mismo modo: “Tengo dos piernas y dos manos y puedo hacer igual o mejor el trabajo que cualquier otra persona, independientemente de que sea trans”.

De refugiarse en casa a crear la asociación 'Soy como soy' para visibilizar al colectivo

“Antes no teníamos ni asistencia médica y teníamos que ir a las consultas casi engañando al médico, buscando hormonas, de ahí corriendo a las farmacias y preguntando a otras transexuales qué estaban tomando. Tampoco era un tema que estuviera bien visto y la mayoría de nosotras permanecíamos medio refugiadas, en casa, sin estar tan a la vista”, señala.

Ahora la situación es bien distinta. Así, expone que las personas que inician el proceso hacia la transexualidad tanto de mujer a hombre como viceversa tienen números de teléfonos de información, asociaciones LGTBI, hay una unidad de intervención de género en el municipio asturiano de Avilés, así como asociaciones de padres de transexuales en Andalucía para actuaciones en casos de menores.

María Jesús ha dado un giro radical a su vida. Desde hace 15 años se dedica a atender su casa y a su perra. Habla con orgullo de que se siente una ciudadana más: “lo que toda mi vida quise ser”. Una tranquilidad que “no se paga con dinero”, especialmente porque sabe que ya nadie la busca y además puede gritar a los cuatro vientos que es “una mujer completa”.

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