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Vivir con un halcón peregrino en un piso 24

Cuatro polluelos de halcón peregrino en el piso 24 de la calle General Perón de Madrid

Javier Rico

Gustavo Galán es geólogo y por su trabajo pasa largas temporadas fuera de casa. A su regreso de una de esas prolongadas ausencias, hace tres años, descubrió que tenía unos okupas. Para su estupor se habían instalado en la jardinera de una de sus ventanas. “Yo ya me había percatado –relata Gustavo– de que tras llegar de algunos de mis viajes, de vez en cuando se posaba en el alfeizar de las ventanas un ave que me parecía un halcón; cuando estaba durmiendo notaba que se movía, aleteaba... pero no fue hasta la vuelta de un viaje que me tuvo fuera gran parte del invierno cuando subí la persiana de mi cuarto y vi que había cuatro huevos dentro de la jardinera”.

Hubo suerte. El halcón peregrino, el animal más veloz del mundo, dio con la jardinera y el propietario adecuados, porque Gustavo es sensible a la protección de las aves. Llamó a la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) y se personó en su casa Arantza Leal, principal responsable del seguimiento de las parejas urbanas de esta rapaz en Madrid. La especialista certificó que efectivamente aquellos huevos eran de halcón peregrino, y Gustavo tomó una sorprendente decisión: acoger en su casa a la familia de okupas.

Mantenerlos no estuvo libre de sacrificios, pues durante la época que dura la reproducción, entre finales de marzo y principios de junio, cuando los pollos echan a volar, no se les debe molestar. Así que nada de acceder a la jardinera, mantener bajada la persiana y hacer poca o ninguna vida en la estancia afectada. Los adultos de esta rapaz suelen tener el tamaño de una urraca (unos 46 centímetros de longitud), pero los pollos enseguida adquieren un porte similar al de los padres, así que pronto comienzan una actividad frenética de demanda continua de comida a sus progenitores. Gustavo, el vecino humano en el piso 24 de un edificio de la calle General Perón de Madrid, situado justo enfrente del estadio Santiago Bernabéu, aceptó los sacrificios que fueran necesarios. Incluso renunció a dormir en su propio cuarto y se trasladó al salón por el bien de los cuatro polluelos de halcón peregrino. “A medida que los pollos crecían armaban más alboroto y daban aleteos contra las persianas, sin molestar en exceso, pero entonces me di cuenta de que el que posiblemente estaba molestando era yo”.

El halcón peregrino está huyendo de sus lugares tradicionales de cría –cortados rocosos en valles fluviales–, por una nefasta combinación de contaminación por agroquímicos, que echa a perder sus huevos y crías, la invasión y destrucción del hábitat y el expolio de los nidos. Cuando comienza a buscar lugares más propicios, esta rapaz, que puede superar los 300 kilómetros por hora en uno de sus picados de caza contra las palomas, se fija en lugares altos y tranquilos para nidificar donde haya presas en abundancia, incluidas dos especies consideradas invasoras: las cotorras argentinas y de Kramer. Las grandes ciudades surgen entonces como nuevas zonas de acogida, pero también las dificultades para dar con lugares donde las molestias sean mínimas durante la cría.

“Aunque algunos vecinos no lo entendían, en general la comunidad lo asumió como algo necesario, gracias también a la labor de nuestro portero, que se involucró al máximo en que no les pasara nada malo. Con la ayuda de un policía municipal, incluso recogió a uno que se extravió del nido y lo volvió a subir a su sitio”, relata Gustavo. Los porteros se han convertido en intermediarios fundamentales entre Arantza de SEO/BirdLife y los vecinos. “Hemos creado un grupo de whatsapp con ellos, porque están pendientes de la llegada de los adultos cada febrero, de dónde se posan o de qué lugar eligen para instalar el nido, porque no siempre optan por el mismo; se decantan por aquellos donde no detectan actividad humana y eso hace que varíen cada año, en función de si el piso está habitado o no. La colaboración de los porteros es vital porque acceden a lugares donde tú no puedes llegar y te informan enseguida”, relata esta técnica, que junto al biólogo Carlos Ponce, de la misma organización conservacionista, realizan una encomiable labor en torno a los ocho nidos que hay en Madrid.

Jesús Muñoz es uno de esos porteros que se ha convertido en ornitólogo voluntario. Trabaja en uno de los edificios más altos de la ciudad, situado junto al parque del Retiro. “Yo también tengo mis informadores, sobre todo las personas de mantenimiento, y así le voy contando a Arantza cómo siguen los halcones; hasta he aprendido a diferenciar las crías ya crecidas de los padres y los machos de las hembras”. A Jesús también le ha tocado estar muy pendiente de los 'torpones', como se llama a las crías que se atreven a volar antes de tiempo y se pierden entre cornisas, árboles y jardines.

Un momento esencial que no se le escapa a Jesús ni a ningún portero es el mes de febrero, cuando la pareja regresa al nido para iniciar la reproducción. Como muchas aves, los halcones peregrinos son filopátricos, término que se utiliza en zoología para nombrar las especies que vuelven para reproducirse al mismo lugar de la temporada anterior, un viaje que también emprenden los jóvenes que nacieron allí y que suelen ser expulsados por sus propios padres, dueños absolutos de ese territorio, hasta el punto de repudiar a sus propios hijos.

A partir de aquí comienza el peregrinaje de Arantza y Carlos, prismáticos en mano. Visitan cada zona de nidificación, toman notas, hablan en persona con los porteros, cotejan con ellos la posibilidad de acceder al interior de los pisos. “Intentamos molestar lo menos posible a los vecinos –advierte Arantza–, ya que lo gordo llega cuando pasamos a anillar a los pollos, pero incluso ahí andamos con mucho tacto, para que sea lo más rápido y limpio posible; incluso les decimos cuándo lo vamos a hacer, para que llamen a familiares y contemplen de cerca a los pollos y vean cómo los anillamos, pesamos y tomamos muestras de sangre, algo vital para hacer un seguimiento de la población”. En general, la gente es respetuosa y colabora, pero también se han topado con contestaciones del tipo: “Yo lo que quiero es vender el piso y ni me importan ni quiero a los halcones”.

En Madrid nidifican actualmente ocho parejas de halcón peregrino (no siempre todas a la vez con éxito reproductor). Desde SEO/BirdLife, Arantza y Carlos se implican al máximo para que todas tengan éxito, la mayoría de las veces empleando un tiempo no remunerado dentro de sus responsabilidades en la ONG, porque ninguna Administración pone un solo euro para sufragar un proyecto fijo y continuo en el tiempo para conservar a estas parejas de una especie catalogada 'vulnerable' en el catálogo de la Comunidad de Madrid de especies amenazadas.

Nos citamos con Arantza este verano durante sus vacaciones, de las que invirtió varios días en limpiar algunos de los nidos. Venía del hospital Gómez Ulla, de adecuar el nido para la próxima temporada. “También lo hacemos con las jardineras de las casas particulares donde anidan, incluso como un gesto de buena relación con esas personas, porque sería imposible sacar adelante cada año a los polluelos de los ocho nidos de Madrid capital y cinco más en grandes ciudades cercanas sin esa colaboración ciudadana”. En Madrid también hay una pareja en el Museo de América y otra en la famosa torre de comunicaciones conocida como 'el pirulí'.

En cambio, en Barcelona la presencia de nidos obedece a un programa de reintroducción pilotado desde 1999 por la asociación Galanthus dentro de un proyecto de conservación de la biodiversidad en la ciudad que contó inicialmente con el apoyo del Ayuntamiento. El nido más famoso está en la Sagrada Familia, donde la entidad que gestiona su construcción y mantenimiento “ha dado siempre todas las facilidades para el mantenimiento de la pareja”, afirma Eduard Durany, de la asociación Galanthus. “Y luego están los vecinos, que te informan y te dicen ‘hoy ha llegado el halcón al nido a las siete de la mañana’”, añade Eduard. En Barcelona todos los nidos han evolucionado bien y se ha conseguido una expansión que ha permitido que ahora haya cinco nidos activos en plena ciudad y que no se liberen halcones desde 2004. En algunos casos, como la pareja asentada en el acantilado de Montjuïc, no ha hecho falta instalar una caja nido, pero Eduard comenta que igualmente hay personas cuya colaboración es indispensable: “Cada temporada de cría, agentes rurales de la Generalitat de Catalunya se descuelgan por el acantilado para recoger a los pollos y anillarlos”.

En la ciudad de Salamanca solo hay un nido, pero en su monumento más emblemático: la catedral nueva. Una vez más, que la diócesis de Salamanca facilite el acceso y los trabajos de mantenimiento del nido se convierte en crucial para lograr el éxito reproductor. Gonzalo Criado, responsable del grupo local de SEO en Salamanca, explica que “esta colaboración ha sido fundamental, sobre todo porque en el primer lugar donde instalamos la caja nido se llevó a cabo una rehabilitación para hacerlo visitable, por lo que había que cambiar su ubicación y para ello obtuvimos todos los permisos y accesos necesarios”.

Monjas, enfermeras, militares, vecinos y vecinas, sacerdotes, porteros, agentes rurales, responsables técnicos de empresas, voluntarios de ONG... la lista de gente implicada en la buena marcha de los halcones urbanos es larga, pero Arantza quiere citar a alguien más, porque “sin esta red de colaboración ciudadana, en la que nadie recibe un duro por su trabajo, sería imposible hablar de éxito”. “Apunta por favor a Javier Alcázar, director administrativo del Museo de América; a los veterinarios de Brinzal, que hacen los análisis en cada anillamiento y les suministran medicamentos o curan cuando hace falta; a los agentes forestales de la Comunidad de Madrid, que se descuelgan en algunos lugares para entregarnos los pollos y anillarlos; y al grupo de anillamiento Guefilos de Alcalá de Henares, que construyen e instalan muchos de los nidos”. Apuntados.  

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