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Manuela, la vecina que convirtió un barrio precario en un modelo de eficiencia energética

Manuela Navarro, vecina del barrio de Orcasitas, en el sur de Madrid.

Mónica R. Goya

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Todo el mundo saluda a Manuela Navarro con reverencia al pasear por su barrio, el Poblado Dirigido de Orcasitas. Ella devuelve el saludo cada vez, aunque no siempre sabría reconocer quiénes son. Esta vecina sexagenaria se ha convertido en una institución aquí. Con tesón ha logrado que este barrio humilde del sur de Madrid, de algo más de 23.000 habitantes, se transforme en una referencia de eficiencia energética en el país, alcanzando estatus de energía casi nula y reduciendo las facturas de sus vecinos a la mitad, o incluso más. Ella ha pasado de pagar 250 euros de calefacción a abonar recibos de 58 euros.

Su proeza comenzó en 2014, cuando un trozo de 600 kilos de uno de los antepechos de un edificio idéntico al suyo se desprendió de la fachada. “Cuando esto sucedió yo no daba crédito, estaba asustadísima, y me pareció que era lo suficientemente importante como para comunicárselo a los vecinos”, recuerda Manuela.

La necesidad de solventarlo, que requería una obra considerable, hizo que los vecinos reparasen en otros problemas que tenían los edificios, como las cubiertas de amianto, o la falta de aislamiento; carencias recurrentes en la construcción rápida y con escasos recursos característica de las barriadas humildes que albergaron a los emigrantes llegados del campo a las ciudades el siglo pasado.

“Fue un larguísimo peregrinaje hasta llegar a lo que tenemos hoy”, recuerda Manuela durante un paseo por Orcasitas, señalando con orgullo la gran cantidad de árboles –algunos tan altos que alcanzan el octavo piso– que salpican de verde este entorno urbano.

Actualmente, de los 107 bloques que componen el barrio, 40 están completamente rehabilitados, 26 con obras en activo, y el resto espera a que empiecen los trabajos, que ya están contratados. “Yo calculo que, si todo va bien, en tres años estarán todas acabadas”, explica. Además, algunas de las casas unifamiliares también van a ser rehabilitadas, que incluyen la envolvente, el sistema de calefacción y refrigeración por aerotermia y la instalación de placas solares.

Su odisea en busca de apoyo para llevar a cabo las costosas obras –las derramas ascienden a 300.000 euros por bloque– supuso meses recorriendo las administraciones públicas en busca de soluciones con la evidencia archivada bajo el brazo.

El ayuntamiento escuchó, y su siguiente reto fue convencer a sus vecinos, muchos ancianos, de que merecía la pena pensar en el futuro e invertir en la sostenibilidad de sus viviendas. “Al principio los vecinos negaban toda la información, estábamos todos muy asustados, es comprensible porque veníamos de una situación histórica complicada. En las asambleas éramos poquísimos, menos de una decena de personas, y acabamos siendo más de 200”, explica Manuela, que cree que la información continua ha sido clave para involucrar a su comunidad y conseguir que la rehabilitación energética se haya llevado a cabo a escala de barrio. Orcasitas pertenece al distrito de Usera, donde la renta media por hogar es casi 15.000 euros más baja que la media de la ciudad de Madrid.

En su caso, los vecinos han tenido que pagar sobre el 20% de la derrama, el resto consiguió cubrirse con subvenciones. “Sin ayuda no hubiéramos podido hacer las obras”, confirma Manuela, que aún recuerda las pesadillas nocturnas que tenía cuando temía que no les fuesen a pagar las subvenciones prometidas tras haber convencido a sus vecinos para llevar a cabo la obra. “Sabíamos de casos de comunidades que pusieron ascensores contando con una subvención que nunca llegó y me preocupaba mucho, durante meses me despertaba por la noche con taquicardias; pensaba, ay, y si no nos pagan qué hago”.

Hoy, el ayuntamiento abona las subvenciones por adelantado, antes de que comience la obra, lo que Manuela considera que ayuda a que las comunidades de vecinos se lancen a rehabilitar, pero ese no era el caso cuando ellos lo hicieron.

El primer bloque que se rehabilitó fue el de Manuela, y el hecho de que saliese bien y de que los recibos se redujesen considerablemente (más del 50%, entre 70 y 90 euros) animó a otros vecinos a interesarse por las obras. Además de quitar los antepechos de las ventanas, también se eliminó el amianto de la cubierta, se pusieron ventanas más eficientes y se añadieron sistemas de aislamiento térmico por el exterior de ocho centímetros en toda la envolvente de los edificios para conseguir aislarlos mejor, no solo del frío, sino también del calor.

Antes de ser rehabilitadas, las viviendas de Orcasitas encajaban con el perfil de la mayoría del parque inmobiliario español. De acuerdo con datos que maneja el INE, la mitad de los edificios de uso residencial del país (9,7 millones de viviendas) está construida antes de 1980. En cuanto a calificaciones energéticas, más del 81% de los edificios existentes se sitúa en las letras más bajas (E, F o G) y en más del 84% cuando se trata del consumo energético. Por otro lado, los edificios que alcanzan la calificación más alta, la letra A, no llegan el 0,3 % del total en el caso de las emisiones y se sitúan en el 0,2 % en el caso del consumo energético.

Mar Duró es una vecina de Orcasitas cuyo bloque, en el que vive desde 2006, ya ha sido rehabilitado. “Antes en invierno yo pasaba muchísimo frío, porque mi piso da a la esquina, solo tiene protección por el salón, y ha mejorado una barbaridad, ahora paso unos inviernos la mar de a gusto”.

Además de notar la mejoría en que tiene más confort, ahora también ahorra dinero. “Las obras sí que han repercutido en la factura, yo antes ponía la calefacción a 19 o 20 grados porque no podía pagar más, y ahora la estoy poniendo a 22 grados y me ha bajado la factura entre un 30% y un 40%”, explica.

Tanto ella como el resto de sus vecinos valoran mucho lo que ha mejorado su calidad de vida. “Con la rehabilitación lo que más hemos ganado es el confort que tenemos en nuestras casas, la salud que a muchos les ha mejorado al no tener fríos, ni hume- dades ni condensaciones y el hecho de moverte por toda la casa con la misma temperatura”, enfatiza, Manuela; y añade: “Es ahora cuando realmente dices, ¡madre mía! Los recibos de energía, el gas el que más, han bajado más de un 50%, que también es importante”.

Orcasitas también se ha convertido en un barrio de referencia en la monitorización de edificios, lo que sumado a las asambleas informativas ha ayudado a implantar cambios como la instalación de bombillas Led en las zonas comunes, o sensores de presencia, incluso en los ascensores, que contribuyen a gastar menos energía. “Son unos pequeños aparatos que te ponen antes, durante y después de la obra para saber los cambios de temperatura. Monitorizan a distancia y sirven para ayudar a cambiar hábitos, por ejemplo, cómo ventilas la casa, y esto también ayuda con el ahorro”, explica Manuela.

Todas estas medidas unidas contribuyen a haberse convertido en un barrio de energía casi nula (incluyendo el descenso de entre un 58% y un 70% de emisiones de CO2 y la mejora de los inmuebles en la escala energética, de la E a la C), lo que Manuela atribuye a la gran concienciación de los vecinos.

Además, las rehabilitaciones también han transformado la apariencia del barrio: de un simple vistazo se percibe que la esencia de los edificios antiguos se ha reinterpretado dando paso a nuevas fachadas más modernas.

El gran cambio que ha vivido Orcasitas ahora se está extendiendo a todo el país. La rehabilitación energética vive un momento histórico. Las estimaciones actuales apuntan a que cada año se rehabilitan alrededor de 30.000 viviendas, y el objetivo es multiplicar esa cifra por diez, con el fin de alcanzar 1,2 millones de viviendas reformadas en 2030.

Para ello, los fondos europeos Next Generation, que aportarán 72.000 millones de euros y que se canalizarán a través del denominado Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de España, incluyen en su programa la rehabilitación para la eficiencia energética de los edificios con una partida de 6.280 millones de euros.

Antes en invierno yo pasaba muchísimo frío, porque mi piso da a la esquina ahora los paso la mar de a gusto

Mar Duró, vecina del barrio de Orcasistas

En la Unión Europea, los edificios son responsables del 40% del consumo de energía y del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Dolores Huerta, que es codirectora de Green Building Council en España, una organización sin ánimo de lucro referente en la transformación hacia un modelo sostenible del sector de la edificación, también reconoce este momento tan especial. “Yo veo muy prometedor el panorama de la rehabilitación de edificios ahora mismo. Tenemos todos los elementos a favor para que despegue, con los fondos Next Generation y todas las facilidades fiscales necesarias para que la gente se anime a ponerlo en marcha. Y el compromiso por escrito de muchísimas administraciones públicas, del sector… si no es ahora, no sé cuándo”.

Aún así, son muchos los países europeos que van por delante. Dolores pone como ejemplo Alemania, Francia y Reino Unido, así como el este de Europa, donde hay una cultura de la rehabilitación energética de edificios más extendida, quizá por las condiciones climáticas más extremas.

“En España siempre hemos pensado que no salía a cuenta porque los ahorros no serían suficientes para pagar la inversión. Si aquí estamos en un 0,1% de rehabilitación del parque edificado al año, Europa está en 1,5% o 1,6%, y aun así se quiere llegar a un 3%”, comenta Dolores. Actualmente, gracias a los fondos europeos se estima que los propietarios recuperarán entre un 35% y un 100% del coste de las obras, por lo que esa inversión inicial dejaría de ser un impedimento.

Los incentivos de los poderes públicos ayudan, pero el cambio de mentalidad es imprescindible para impulsar las rehabilitaciones. Iván Madrigal, director de Comunicación y Relaciones Institucionales de Eos Energy, una empresa de servicios energéticos que lleva más de una década ejerciendo la figura de agente rehabilitador, ha notado un cambio de actitud en la gente. “Desde nuestra perspectiva divulgando la necesidad de rehabilitar energéticamente nuestros edificios, sobre todo en juntas de vecinos, ha habido un cambio significativo en la mentalidad de la ciudadanía a la que nos dirigimos. En un porcentaje alto lo que antes no era prioritario ahora es necesario e incluso a veces urgente”, explica.

Las trabas

Si gracias a los fondos europeos hay más medios que nunca, especialmente en barrios con recursos limitados, ¿qué trabas hay en el camino? Todos los entrevistados coinciden en señalar la necesidad de aumentar la información para conseguir que se incrementen las rehabilitaciones.

Manuela recalca la urgencia de que las oficinas de información estén en los barrios, y no en los colegios de arquitectos, donde es más improbable que la gente vaya a informarse. Otro reto es, como apunta la arquitecta Dolores Huerta, crear un sector con mano de obra formada para dar respuesta al incremento tan rápido de la demanda.

El interés en la eficiencia energética ha aumentado entre los compradores de vivienda. Por ejemplo, en la sede de la inmobiliaria Usera-Orcasitas Redpiso notan que sí hay tendencia a preguntar cuando se trata de una casa nueva, aunque no tanto en el caso de pisos de segunda mano. Un estudio reciente de Fotocasa Research señala que el 33% de los encuestados se plantea elegir obra nueva porque es más eficiente en términos energéticos. De acuerdo con el arquitecto Iñaki Alonso, dedicado a la arquitectura ecológica, sí es posible construir edificios de energía casi nula a precio de mercado: “Hay que decidir dónde gastarse el dinero, si en acabados y cuestiones estéticas, o en aislamiento y suelo radiante; si tú haces un buen diseño y tienes eso como prioridad no tiene por qué ser más caro”.

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