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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

“El exterminio de cotorras en Madrid es una decisión cruel, cara e ineficaz”

Cotorras rescatadas por APAEC en 2011, cuando aún estaba permitido

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El controvertido plan de exterminio masivo de cotorras aprobado por el Ayuntamiento de Madrid, que prevé matar a 10.800 de estas aves, es “una errónea decisión, cruel, cara e ineficaz, ante un complejo problema que requiere de un planteamiento respetuoso y efectivo”, manifiesta con preocupación Tere Rodríguez, Presidenta de la Asociación Protectora de Animales Exóticos de Cataluña (APAECatalunya). Con esta entrevista, estructurada en forma de 10 claves para demostrar la importancia de optar por métodos no letales, esta experta pretende contribuir a un análisis riguroso, subrayando la gran la importancia de llevar a cabo “un control real y ético de estos animales de gran inteligencia”, a la altura de un mundo del siglo XXI.

1. El exterminio es crueldad hacia aves que fueron liberadas en masa y de las que somos responsables

Introdujimos a las cotorras Argentinas y de Kramer en nuestro país dentro de una pésima política ambiental que sigue sin abordar las causas del problema, “mucho más amplio que el simplismo que supone recurrir al método letal”, explica Tere Rodríguez. Es en este contexto en el que hay que entender la llegada de las cotorras como mascota exótica y su actual presencia en espacios verdes urbanos. Muchas de ellas acabaron siendo abandonadas a su suerte en forma de sueltas masivas, y se naturalizaron, adaptándose al entorno. “La invasión se debe a las macroimportaciones de animales realizadas en los años 80, animales salvajes capturados en grupos constituidos que no han encontrado comprador y que se han liberado en masa para vaciar almacenes”, a las que se han sumado abandonos y pérdidas. Es insostenible pensar que esos animales domesticados “se han encontrado en el medio natural” y han colonizado con éxito. El origen del problema es más escandaloso y fue “permitido y compartido” por las autoridades, mientras que los particulares solo pueden ser responsabilizados de haber caído en el consumismo.

Debido a que las cosas se hicieron mal desde el principio, la situación se descontroló y en 2011 se declaró especie invasora, “sin afrontarse el problema de forma integral, partiendo de una previsión que es clave” y dando luz verde a medidas letales, a pesar de que la expresión “controlar” incluida en la normativa no significa “matar” ni “todo vale”. En el caso de Madrid, ciudad de más de seis millones y medio de habitantes, resulta inadmisible que el Ayuntamiento base la matanza “en unos supuestos estudios que no se muestran, así como en 200 quejas vecinales, cuando PACMA, por ejemplo, ha entregado 32.000 firmas para salvar la vida” de estos animales.

2. El dinero para la gestión de estos animales sale de los bolsillos de personas contrarias a las matanzas

La ecología sin ética genera un lógico rechazo social, señala la experta, y optar por la matanza de las cotorras es una medida impopular, con más motivo considerando el desproporcionado e inútil presupuesto asignado. “Realmente el factor sensibilidad es importantísimo, sobre todo ligado a lo económico. No olvidemos que el dinero de la gestión de estos animales sale de los bolsillos de personas que estamos en contra de las matanzas”, explica. Una sensibilidad que, lejos de obedecer al buenismo de unos pocos, está muy extendida, significa coherencia y apuesta por una sociedad mejor: “Llevamos muchísimos años trabajando la sensibilidad ciudadana desde muchísimos sectores. A pesar de que algunos sigan manifestando que el respeto hacia los animales es fruto de cuatro locos y dos películas Disney, la realidad es que está en todas partes: en la gente de a pie; en grandes profesionales, como veterinarios, jueces, abogados; en la política; en los comunicadores y periodistas; en los cuerpos policiales; hasta en biólogos y catedráticos. No podemos volver a los años de laceros y sacrificios masivos en aras del dinero, hoy este no es un argumento de recibo. La ciencia nunca debería atarse a intereses económicos ni aplicarse en base a suposiciones o prisas, sino llevarnos hacia el futuro y ser el reflejo de una sociedad que no considera aceptable matar a 11.000 cotorras en un municipio perteneciente a una comunidad autónoma que ha aprobado el 'sacrificio cero' de animales de familia. Las cotorras están en nuestros parques porque antes algunos quisieron que fueran tan animales de familia como perros y gatos. Si los ciudadanos pudieran elegir cómo invertir su dinero, seguramente elegirían métodos éticos.

Ante esas manidas acusaciones de buenismo contra los defensores de los animales, Tere Rodríguez responde: “No es cierto, apostamos por una sociedad más pacífica y lo hacemos a través del respeto a los animales; por suerte, somos un número cada vez mayor”. “Los defensores de los animales queremos que la violencia no sea algo normalizado entre las personas, eso no es ser buenista, es ser coherente”.

Hay que tener en cuenta, recordamos, que el método aprobado implica capturar a las aves, lo cual les provoca dolor y ansiedad, para después gasearlas, un método evidentemente cruento que genera sufrimiento.

3. La ineficacia se paga cara, un despilfarro de tres millones de euros y prolongar el problema

De aplicarse el método letal, además de crueldad, supondrá un despilfarro de casi tres millones de euros que los madrileños habrán pagado con sus impuestos. La ineficacia es consecuencia del nicho vacío que deja la matanza, y que pronto ocuparán otras cotorras. “Aunque se hable de Zaragoza como caso de éxito, no hay que olvidar que allí se exterminó a base de disparos (un método no utilizable en zonas superpobladas) a un número relativamente reducido, 1.400 animales, y a día de hoy, cuando pedimos información sobre si la erradicación ha sido total, no se nos proporcionan datos.

Ecologismo y animalismo están condenados a confluir, señala, y buena prueba de ello es que “los ecologistas difícilmente se ponen de acuerdo sobre qué método letal aplicar, porque los métodos letales o no son aplicables en las zonas donde habitan las consideradas invasoras, o no hay informes concluyentes que demuestren el éxito del método”. “Todo esto nos lleva a consensuar, de una vez por todas, el control por métodos aceptables por la mayoría”.

En contra de lo que a menudo afirman quienes optan por métodos letales, el control ético es efectivo. En palabras de Tere Rodríguez, este “es posible y eficaz, y se dice que no porque los resultados son a largo plazo; pero seamos realistas, llevamos seis años fracasando con las propuestas de métodos crueles, y en estos seis años, con un método ético y constante, habríamos logrado muchísimos mejores resultados y con el beneplácito de administraciones, grupos ecologistas y grupos animalistas. A fin de cuentas, el desafío que plantean las consideradas invasoras necesita que estemos todos unidos y trabajemos en conjunto, y no lo que está sucediendo hoy por hoy: sustos, golpes de pecho, demagogias, carreras a contrarreloj y parones de proyectos”.

4. Es falso que la ciencia aconseje el exterminio

Los estudios realizados son variopintos, pueden abordar el posible impacto de las cotorras naturalizadas en distintos puntos del planeta, repasar alternativas de control poblacional, sean éticas o letales, o bien realizar un seguimiento de los resultados, una vez aplicados. Otros proponen nuevos métodos éticos o ingeniosas soluciones para evitar su ubicación en postes de la luz, pongamos por caso. Así pues, “es falso afirmar que la ciencia aconseja su exterminio y mucho más que solo matarlas sea efectivo, ya que, por lo general, resulta ineficaz a largo plazo”, como ya hemos explicado. En todo caso, ir a la raíz del problema exige abordar la cuestión dentro de una buena gestión ambiental urbana e idealmente también a nivel nacional e internacional.

La matanza “es una decisión política que no se sustenta en una ciencia transparente y rigurosa. Se trata una medida que aprueban e incluso amparan ciertas organizaciones ecologistas” y voces autorizadas, como la de Miguel del Pino, biólogo y catedrático de Ciencias Naturales, quien afirma: “La Sociedad Española de Ornitología está avalando con sus ¿estudios?, las causas que justificarían esta tremenda masacre de unas aves cuya capacidad de adaptación al medio y su empatía con el ser humano cuando son mascotas es extraordinaria. En la actualidad, los ornitólogos reconocen en ellas una 'inteligencia' superior incluso a la de los primates, y desde luego a la de un perro o un gato”. Esas palabras demuestran, a juicio de Tere Rodríguez, que la ciencia no está globalmente de acuerdo en métodos letales. “Los estudios epidemiológicos-zoonóticos, por ejemplo, son propios del campo veterinario, algo que la SEO/BirdLife parece no tener en cuenta”, apunta.

Además, Rodríguez recuerda que SEO/Birdlife solicitó la colaboración de los ciudadanos para hacer el conteo de cotorras argentinas, de forma que ese conteo “puede no ser fiable, por haberse llevado a cabo por personas ajenas en la materia”. “Después de mucho buscar, tampoco hemos encontrado un censo anual que nos indique cómo ha fluctuado la población en los territorios donde se concentran”, lo que se suma al “sospechoso secretismo” y la “falta de colaboración” del Ayuntamiento de Madrid denunciada por PACMA, que no ha facilitado informes sobre poblaciónde cotorras ni sobre las supuestas quejas ciudadanas.

5. Existen alternativas éticas viables, más económicas y efectivas

El control y la ética “deben unirse si se quiere respetar tanto la vida de estas inteligentes criaturas como la sensibilidad ciudadana”. Tere Rodríguez alerta de que con el exterminio todos pierden, también quienes lo proponen, debido al “deterioro de imagen a nivel político por no dar soluciones reales y éticas”, a la altura de gestores públicos conscientes de las demandas de los nuevos tiempos.

En realidad, dice Tere Rodríguez, habría que considerar estas poblaciones como como “una valiosa oportunidad para conocer más y mejor a estas fascinantes aves”, ampliando estudios etológicos y científicos sobre ellas. De hecho, recuerda, en Catalunya se siguen capturando y soltando, sin dañarlas, con fines científicos no cruentos.

Para el control ético de estas poblaciones, Tere Rodríguez aboga por desarrollar una estrategia global con una variedad de métodos flexibles: “Hace exactamente seis años que estamos hablando del control de natalidad mediante la retirada de huevos, el recorte de los nidos peligrosos y controlar los espacios agrarios. Por ejemplo, en Valencia se controla a las palomas mediante un plan ético que además sensibiliza sobre la riqueza ambiental que supone una población controlada. Y en la India, país natal de las cotorras de Kramer, han protegido sus cultivos de pepinos rodeándolos con girasoles, de tal manera que los loros se quedan a comer girasol y dejan al pepino tranquilo. Si la India ha podido ¿Por qué España no puede?”. Ahora, además, existe la posibilidad de esterilizar quirúrgicamente a las cotorras mediante endoscopia, para evitar la reproducción y contener así las poblaciones de forma estable “y que los depredadores naturales, el tiempo, y otras vicisitudes de la vida en estado salvaje, hagan lo que tienen que hacer”.

6. La gran mentira del ‘demonio verde’ dentro de una campaña de acoso y derribo

A las cotorras se las define a menudo en los medios como “voraces, sucias y muy ruidosas”, y se califican de “ruinosos” los efectos que provocan, y se señalan entre los “estragos” que provocan la “eliminación de especies nativas” y la “mutilación de los árboles que no les sirven para construir nidos colosales de hasta 100 kilos de peso”, amenazando incluso a los viandantes. Todo esto, en opinión de Tere Rodríguez, forma parte de una “campaña de acoso y derribo de las cotorras para fomentar un alarmismo que busca justificar su matanza ante la opinión pública”.

Cada uno de esos bulos pueden desmontarse fácilmente con información. “No está demostrado, por ejemplo, que sean un peligro para otras especies autóctonas como el gorrión, ni en realidad les importa el gorrión” a quienes defienden el exterminio de cotorras. En general, además, no se ha probado que supongan una amenaza para la biodiversidad, en este caso en el ecosistema urbano. Con respecto a las cotorras Argentinas “no hay informes científicos que aseguren la pérdida de biodiversidad por su presencia”. “Sí se ha hablado mucho de la cotorra de Kramer en Sevilla y la competencia que ha presentado al Nóctulo por los lugares de nidificación, aunque nunca de la tala masiva del Alcázar de Sevilla y cómo se desterró al Nóctulo de allí, ni de cómo esta especie de murciélago migra de un lugar a otro”. En la misma línea, “incluso se habló de agresividad por parte de las cotorras de Kramer, cuando, en realidad, habría que hablar de conducta defensiva del nido”.

Las supuestas molestias que ocasionan a los vecinos es otra de las cuestiones que se exageran, señala Tere Rodríguez. “De lo que tenemos que ser conscientes es de que el ruido en la ciudad existe y que las cotorras no son animales que hagan ruido fuera de horarios normalizados”. Sobre el peligro de los nidos, reconoce que “podemos encontrarnos algún caso de nido inmenso que necesita control”, pero eso es algo que ya se hace en otras ciudades y “no es algo tan terrible”.

7. El reto de abandonar la demagogia y considerarlas una riqueza ambiental

El concepto de las especies invasoras suele asociarse al empleo de este término con fines alarmistas, para “asustar a la opinión pública y crear una sensación de peligro”, dice Tere Rodríguez. Ya hemos explicado que el problema de matar es que, además de no ser ético, resulta ineficaz, no solo con las cotorras, sino como se ha demostrado también con las tortugas de Florida en otros lugares. “Lo que hay que hacer es encontrar fórmulas éticas y científicas adaptadas a cada especie, territorio y número de animales a tratar si queremos que el esfuerzo y tiempo invertidos valgan la pena”.

Dentro de esta “falta de rigor y demagogia”, se habla de enfermedades también de forma inapropiada, señala. “Resulta arriesgado hablar de zoonosis cuando esta rama es propia del sector veterinario, pero es cierto, todos los animales son potenciales transmisores de enfermedades, e insisto en la palabra potencial. No olvidemos el N5H1 (la famosa gripe aviar), y sin embargo, nadie dijo que disparásemos a todas las aves migratorias, afortunadamente”. En el caso de las cotorras Argentinas, “podemos enumerar como posibles perjuicios: daños en agricultura en zonas agrarias, ruidos en horarios aceptables para los humanos (no son nocturnas) y construcción de nidos enormes, recortables por los propios servicios de mantenimiento de arbolado, sin que esto genere mayor gasto a los consistorios”.

Se trata de posibilidades, remarca, no de problemas que necesariamente tengan que surgir, y que en todo caso hay que valorar en cada caso de forma científica. Denuncia, por ejemplo, que se ha llegado a acusar a las cotorras de “depredar” a otras aves con las que conviven, como si fueran carnívoras. Se las acusa de declive del gorrión, problema que persiste en Zaragoza, subraya, ciudad que dice haberse librado de las cotorras.

“Las cotorras parecen a veces el chivo expiatorio de una mala gestión ambiental global”, pero la realidad es que pueden controlarse éticamente y ser consideradas una riqueza ambiental. “Son animales inteligentes, gregarios, que forman sus núcleos familiares y conviven sin conflictos. Los loros, por naturaleza, no buscan enfrentamientos, y si bien es cierto que defienden sus nidos en grupo, a sus pollos y a los pollitos de sus vecinos, son animales capaces de coexistir con otras especies”.

Sobre las supuestas enfermedades que pueden contagiar, en concreto la chlamydia psittacii, Tere Rodríguez explica que no se detecta en estos animales cuando viven en libertad, pero sí común en otros loros criados en cautividad y disponibles a la venta. “De esto no se suele hablar, porque España ha decidido que esta enfermedad no es de obligatoria declaración y puede perjudicar el negocio de la compra-venta, pero sí, seguramente más de un ciudadano ha convivido con un ave enferma de chlamydia debidamente comprada en una tienda de animales”.

8. Irresponsabilidad, desinformación, intereses económicos y un deficiente marco normativo

Descifrar el planteamiento del exterminio requiere analizar factores como la falta de ética y responsabilidad institucionales, la manipulación que se ejerce mediante la desinformación para crear una alarma social, así como el deficiente e inadecuado marco normativo vigente relativo a las especies consideradas invasoras. “Es cierto que la ley indica que hay que poner todos los medios posibles para acabar con el problema de las invasoras, y estamos de acuerdo”, dice Tere Rodríguez. “Sin embargo, esta no habla de la obligatoriedad de sacrificar, y tampoco menciona la prohibición de vender especies que a todas luces podrían ser consideradas invasoras en un futuro no muy lejano”, por lo que a la norma le falta previsión.

Los medios suelen olvidar la responsabilidad institucional para prevenir de raíz situaciones de sobrepoblación de especies. “La sociedad en este tema es manipulable, porque creemos a pies juntillas lo que algunos científicos nos dicen, y nadie habla de fraude científico; por ejemplo, del fraude científico sobre la prevalencia de chlamydia en las cotorras que vivían en libertad en Barcelona. Sin embargo, se sigue utilizando este bulo como argumentario para crear alarma social e intentar justificar la matanza”.

A esa deficiente política ambiental se suman intereses económicos. “Por un lado, nadie quiere hablar de las futuras invasoras que actualmente están sujetas a comercio, pues esto reventaría el mercado, y, por otro, están las actuales invasoras que son directamente dependientes de concursos públicos y licitaciones donde quien se presenta, promete y asegura que su método letal es el mejor, cuando en realidad es el más barato y el que más beneficios proporciona al ganador. Todos querríamos tener tres millones de euros para llevar a cabo nuestros proyectos ¿quién no?. Pero, en realidad, las pérdidas de cara a los Ayuntamientos son enormes si hablamos de ciudadanos que no entienden por qué no se ha parado a tiempo, y por qué ahora hay que matar y no llevar a cabo otro sistema”.

9. La solución eficaz y civilizada son las medidas constantes y proteger a las especies autóctonas

“La solución más eficaz, tal y como está todo ahora mismo, pasa por combinar métodos según los perjuicios concretos que estos animales puedan ocasionar. Los métodos letales no erradican el problema, pueden provocar desplazamiento de poblaciones a otros lugares más comprometidos y, desde luego, se van a encontrar de bruces con una sociedad civil que ya no quiere ver cómo retrocedemos en el tiempo”, dice.

Como alternativa a las matanzas, “podemos decir tranquilamente que la reducción de población se puede hacer con métodos no cruentos, como la esterilización de machos y hembras y suelta”.

Tere Rodríguez responde al Jefe del Servicio de Biodiversidad del Ayuntamiento de Madrid, Santiago Soria Carreras: “Parece que quiera pintarnos como locos de las invasoras, cuando, en realidad, lo que queremos es proponer medidas constantes, no crueles y adaptadas a cada especie o para cada perjuicio que puedan ocasionar y, sobre todo, promover la protección de aquellas especies autóctonas que pudieran verse perjudicadas por la colonización de las alóctonas”.

10. Más allá de las cotorras, su control ético ayuda a construir una sociedad mejor

“La ecología sin ética genera un rechazo social” vinculado a la salvaguarda de valores universales de gran calado en sociedades evolucionadas, manifiesta Tere Rodríguez, como “la empatía, signo de inteligencia tanto personal como social los principios democráticos; la justicia; el conocimiento; la importancia de informar a la ciudadanía; el derecho a la vida y, en suma, el respeto por el otro para conseguir una mejor convivencia en entornos urbanos”. Por otro lado, la globalización que actualmente impera, así como las consecuencias del cambio climático, nos obligan a dar respuestas inteligentes a nivel ambiental, afrontando los conflictos de la mejor forma posible para que las populosas ciudades sean lugares “más habitables y solidarias”. Y ello implica “entender que la ética no es una opción prescindible, sino nuestro salvavidas como sociedad. Constituye el núcleo de aspectos que debemos cuidar para aumentar el capital social de la ciudad, entre ellos el compromiso social, la inteligencia comunitaria y el aprendizaje de la convivencia, tal y como sostiene con tan buen tino José Antonio Marina Torres”, reputado experto en inteligencia.

En el caso de las aves urbanas, el desafío es pasar a la acción, “trabajar para prevenir e integrarlas de forma equilibrada en el ecosistema de la ciudad, dando una respuesta ética también a las poblaciones de especies consideradas invasoras. Con más razón, si cabe, puesto que somos responsables de su presencia en nuestro entorno”. Decidir si se matan o se respeta su vida, por lo tanto, es también una decisión sobre qué valores se transmite con estas actuaciones. Dejando de lado la ética “no se fomenta la convivencia, ni el respeto, ni la compasión, ni la veracidad”.

“Hay muchas maneras de avanzar en favor de un mundo más justo, y ponerse del lado de los sin voz a nivel institucional es clave para hacer pedagogía social basada en la tan necesaria educación en valores, demostrando que debe haber un compromiso por parte de los representantes legítimos de la ciudadanía, cuyo sentir sería escuchado”. Optar por una solución ética en una cuestión de gran exposición pública sería, además, “una demostración de inteligencia social, así como un paso tremendamente importante con un poderoso mensaje de apoyo a los tantas veces vulnerados derechos de los animales, y también humanos”.

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