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Tráfico de órganos en las fronteras

Andrés Expósito

Seguimos siendo unos depredadores, una especie que se devora a sí misma. Nuestro canibalismo es más educado, con corbata y traje, y leyes escritas en papel con la intención de hacer una convivencia más loable, pero que, siempre acaba dejando desfavorecidos a los más débiles.

En plena crisis de los refugiados y de tanta incesantes de fronteras, el tráfico de órganos se ha convertido en otra pauta más en ese desorden inhumano. En las rutas que acogen su huida diaria o en los lugares en que residen a la espera de alguna noticia que permute su situación, las mafias se aprovechan de la desesperación, el ansia y tanto mañana que no trae nada, así como de toda la confusión que se produce constantemente. En medio de tanta trinchera de inhumanidad, la venta de órganos se ha apropiado del desconcierto que habita en dichas fronteras y sus alrededores, ofreciendo la posibilidad de regular su situación, mediante el precio de un visado y un pasaje para cruzar a la tierra prometida, a ese lugar ansiado que los va a alejar de donde han salido corriendo y del desorden en que residen actualmente. Sin embargo, por otro lado, aprovechar la delicada situación de los refugiados para ofrecerles un salvoconducto a cambio de alguno de sus órganos sanos, no parece saciar en manera alguna al devorador económico de las mafias, y han ido mucho más allá. La desaparición de niños que no están registrados en ningún lugar, solo en el corazón de sus familiares, es otra pauta más para lucrarse y extraer todo beneficio posible de tanto desorden inhumano. Desaparecen de un día para otro, a veces en grupos de tres y cuatro, luego nadie los ha visto, no hay cuerpos, no hay nada, no existieron, no están registrados, y en otro lugar, lejos, quizás al otro lado de la frontera en que sus familiares desesperados no dejan de buscarlos, se realiza la venta de órganos. Previamente, en clínicas ilegales se realizan las pruebas de compatibilidad. Tan sencillo, o la parece, todos dicen que no saben nada, todos dicen que no han visto nada.

Nuestro actual canibalismo no va de devorarnos trozo a trozo, cortando y extrayendo los pedazos, saciando nuestra hambruna; este canibalismo en el que residimos es más indirecto, menos impactante, menos escabroso, igual de inhumano, pero menos escabroso. Devoramos la vida de otros, no sus cuerpos, la desfiguramos y troceamos, y luego, nos deshacemos de lo que no podemos sacar provecho económico.

El desfavorecido siempre encuentra alguna situación o algún miembro de su propia especie que podrá agravar o desalentar aún más la posición en la que se encuentra.

Andrés Expósito, escritor

www.andresexposito.es

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