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Turismo, territorio, ciudadanía y turistas

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Desde hace aproximadamente una década, determinadas realidades turísticas están siendo cuestionadas por la aparición de nuevas exigencias en su relación con sus respectivos espacios y entornos, dando la sensación de que algo está cambiando tanto desde el punto de vista social como ocioso y recreativo.

Muchas de las cosas que están pasando en nuestros espacios de convivencia se entienden si prestamos atención a nuestra dimensión espacial y en cómo la utilizamos y ocupamos. En este sentido, parece que va surgiendo una nueva conciencia con sus frenos, avances, dilemas, algún objetivo alcanzado y la aparición de posturas ambivalentes.

Se trata de puntos de vista que van desde los que reclaman cierto freno y austeridad en el consumo turístico hasta los que consideran que su mayor disfrute es algo legítimo. Esta dualidad hace que surjan profundas contradicciones; desde los que propugnan drásticas reducciones y hasta una hipotética desaparición del turismo algo que no pasa de ser una pura engañifa, hasta los que se encuentran cómodos con realidades turísticas espontáneas y despreocupadas lo que da pie a la aparición de entornos cada vez más coercitivos y especulativos.

Y es que, tras un largo periodo continuista y conformista donde el territorio funcionaba inadvertidamente y bajo determinados parámetros; ahora se está viendo “custodiado y revisado” por ser un elemento más frágil y dependiente y por la aparición de nuevas interacciones.

Ello da pie a que se perciban preocupaciones ambientales y de convivencia, aunque paralelamente se sigue sin renunciar al disfrute de los viajes y estancias fuera del lugar de residencia, opción incluida en el entramado social al que pertenecemos.

Teniendo en cuenta esta mayor sensibilización, considero que puede ser el momento clave para redefinir el papel turístico, su vinculación público-privada con sus correspondientes relaciones transversales y su incidencia en los espacios; realidades que exigen mayor cooperación y soberanía con su correspondiente protagonismo y papel negociador.  

Y es que, ya no se pertenece a esa sociedad y sector donde las acciones y políticas estaban perfectamente delimitadas, sino que el entorno se ha vuelto poliédrico lo que obliga a ir superando las referencias que han sido validadas y utilizadas hasta la fecha. Ya no se trata de un puro reparto de tareas, sino que está en juego la definición de la futura ‘Identidad Turística’ y su (nuevo) rol territorial.  

En definitiva, y en un marco dominado por consumos cada vez más sofisticados, esa identidad turística ha de perseguir alternativas en espacios coincidentes de ciudadanos, visitantes y turistas, donde sus responsables han de desarrollar fórmulas de cohabitación real y armoniosa, superando presiones, ideas preconcebidas, abusos e implicándose en una profunda revisión de los límites establecidos. Vamos, que se ha de gobernar para la ciudadanía y turistas indistintamente, cuestión de configuración socio-territorial.

En este escenario, no es malo maniobrar, sino no hacerlo por pura comodidad y/o carencia de posibilidades. Qué duda cabe que el tactismo institucional está y estará siempre presente, pero teniendo en cuenta los nuevos registros, el medio y largo plazo y esa necesaria y novedosa reflexión estratégica.

 *Iñaki Garmendia Esnal es experto en Turismo y Seguridad

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