Canarias destruye la primera línea de costa a un ritmo de cuatro kilómetros por año

Obras en la Playa de Tauro. (ALEJANDRO RAMOS)

Román Delgado

Santa Cruz de Tenerife —

La costa canaria cada vez está más mordida, más irreconocible. Son las mordidas de la destrucción urbanística, de la transformación del medio costero natural en otra cosa, en un espacio diferente, muy antropizado (con una carga poblacional poco aconsejable) y, por lo tanto, de tipo artificial. Estos procesos humanos, con notables ejemplos de insostenibilidad en todas las islas, se han desencadenado en Canarias a una velocidad de vértigo. La culpa, sobre todo del desarrollo turístico, pero no solo de esta actividad productiva. Hay más, mucho más.

El Archipiélago tiene un perímetro costero de 1.583 kilómetros. De ellos, en 1987 había 219 urbanizados (hasta los 500 metros interiores, donde se localizan los mayores impactos), sometidos al tránsito de lo natural a lo artificial. Solo 24 años después; esto es, en 2011, la cifra ya llega a 312 kilómetros, lo que supone que la destrucción ha avanzado en las Islas a un ritmo de casi cuatro kilómetros por año (3,9). Así lo establece el cálculo realizado en el periodo de referencia, 1987-2011, por el Observatorio de Sostenibilidad español (www.observatoriosostenibilidad.com), que lo recoge en su último informe sobre el estado de la costa en España, dado a conocer el 18 de agosto.

En el año 1987, ya se había intervenido en el 13,8% del litoral canario, un perímetro costero que está formado en el 65% por acantilados. Tras 24 años, ese valor relativo de transformación ascendió hasta la cota del 19,7% (+43%). El Archipiélago, aparte de tener acantilados en el 65% de su litoral, mantiene el 15% con playas naturales, con lo que el 20% restante son zonas artificiales creadas por a la acción humana. Canarias, de seguir a la velocidad de destrucción que se ha mencionado, la de cuatro kilómetros por año, dejaría de tener costa natural dentro de 327 años, contados a partir de 2011 y solo como formulación teórica.

En el caso de los otros segmentos que analiza el Observatorio de Sostenibilidad, el Atlántico norte y Cantábrico, y el Mediterráneo y Atlántico sur, la misma proyección da resultados más desalentadores, con 307 años en el primer bloque y solo 198 en el segundo, en ambos supuestos para la desaparición total del litoral natural.

Siempre según las variables recogidas por el informe del Observatorio, Canarias, en el año más cercano del periodo de análisis (2011), poseía menos costa urbanizada o artificial que los otros tramos que han entrado en el estudio, con el 19,7% para las Islas (se cuentan todas, las más turísticas y las que lo son menos), el 21,7% para el Atlántico norte y Cantábrico, y el 35,3% para el Mediterráneo y Atlántico sur. El dato de España es del 27,8%, para un perímetro costero de 7.898 kilómetros.

El trabajo técnico sobre el deterioro de la costa en España se ha realizado por un equipo multidisciplinar y los registros publicados son el resultado de los cálculos realizados a partir de indicadores oficiales del Instituto Geográfico Nacional.

Superación de la capacidad de carga de los ecosistemas

En el análisis cualitativo que el Observatorio de Sostenibilidad aporta sobre la situación en la Comunidad Autónoma de Canarias, se subraya que “la presión urbana y turística ha sobrepasado en las Islas la capacidad de carga de los ecosistemas, lo que ha ocasionado saturación e insostenibilidad”, y añade que ese hecho se ha consolidado por “la mayor demanda en la capacidad de uso del suelo y por el disfrute del litoral” de forma masiva. La misma fuente advierte de que ha habido “un incremento de las superficies artificiales y urbanísticas asociadas a los campos de golf, piscinas… Todos estos proyectos pueden verse afectados por la escasez de agua, recurso cuyo uso entra en competencia con la agricultura”.

El Observatorio de Sostenibilidad identifica las áreas costeras de más alto valor ecológico que hoy en día corren más peligro en las Islas, entre las que menciona el parque natural Dunas de Corralejo, en Fuerteventura; la reserva natural especial Dunas de Maspalomas, en el sur de Gran Canaria, y el espacio afectado por la construcción del puerto de Granadilla, en el sur de Tenerife. En este último ejemplo, el informe alerta sobre la presión industrial que habrá en la zona y la contaminación asociada a ésta.

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