Jennifer Jiménez

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“Mi vida ha sido en blanco y negro. Más negro que blanco. Y ahora estoy poniendo color”, asegura Fénix-x, superviviente de trata y artista. No hace muchos años que pinta, es un don que tenía escondido porque nunca tuvo oportunidad de explorar qué le gustaba, qué quería en la vida y perseguir sus sueños. A los 21 años llegó a Japón como víctima de trata para ser prostituida en teatros ocultos a las afueras de las ciudades. A este país le empujó la precariedad económica que vivía con su familia en Colombia y su madre. “No tuve un buen comienzo en la vida”, resume. “Yo pienso que todo empieza desde la educación y el apoyo que te puedan dar tus padres, y yo no lo tuve”, añade. Su madre se quedó embarazada de ella siendo casi una niña, con apenas 16 años, y ya tenía otra hija de un año. De su infancia no guarda muy buenos recuerdos, muchas mudanzas de los inquilinatos (casa grande dividida en distintas habitaciones que se alquilan a familias) y lo más doloroso: el rechazo que sentía por parte de su progenitora. “Yo no sé si algún día me quiso de verdad”, relata. De esos primeros años de vida tan duros se forjó su personalidad. “Soy muy insegura y me culpo de todo”, lamenta Fénix-x, que toda su vida se ha sacrificado para que su familia pudiera vivir mejor. 

La culpa o el miedo al rechazo y al estigma social son algunos de los sentimientos que acompañan a las mujeres que han pasado por el contexto de la prostitución. Fénix-x es el nombre artístico que esta mujer de 50 años ha adoptado para exponer sus cuadros en Las Palmas de Gran Canaria, pero también para hacer frente a la entrevista con este periódico. Hace cinco años que dejó la calle Molino de Viento para sanar su mente y su cuerpo, pero esta etapa no está resultando menos dura que las anteriores. En un primer momento se sintió como si se hubiera quitado un peso de encima, pero con el asesoramiento psicológico ha reparado en que su mochila iba más cargada de lo que ella pensaba. Mientras se encontraba en situación de prostitución afirma que solo pensaba en ganar dinero para enviar a su país, que soportaba situaciones difíciles pero que al acudir a la empresa de envío de dinero se sentía bien, como una heroína, porque gracias a ello sus seres queridos iban a poder vivir mejor. Es la misma situación que le relataban sus compañeras, que se ven abocadas en su mayoría a no poder salir de esa situación por la presión económica. “Si haces una encuesta en esta calle la mayoría son madres solteras”, subraya. En estos años relata que se ha sentido rechazada. “Es difícil que la sociedad te acepte y más en una isla tan pequeña, parece que las prostitutas tenemos que ser prostitutas toda la vida”, exclama. Por ello, defiende que las mujeres en esta situación son las más valientes que ha conocido.

En este tiempo ha vivido episodios desagradables con hombres que la han seguido señalando por la calle. “A veces agradezco llevar la mascarilla”, afirma Fénix-x, que padece estrés post traumático y que cuando ve a un hombre que reconoce su pasado se cambia de acera. Ha intentado buscar trabajo, pero le está costando mucho, tanto por el estigma social que sufre como por la precariedad. Cuidó hace poco a una señora mayor por apenas 70 euros quedándose dos días y noches enteras a la semana.

La pintura es un refugio del que se percató cuando hace cinco años una asociación de monjas la animó a que pintara unos marcapáginas para la festividad del Carmen del barrio de La Isleta con el objetivo de que ella y otro grupo de mujeres en situación de exclusión social pudieran vender en la puerta de la iglesia. Ahí se animó a seguir inspirándose y pintar cuadros en los que transmite su historia, pero también alegría y esperanza por el futuro. Por eso los cuadros de su colección La hija PUTAtiva inDESEADA están impregnados de color y serán expuestos hasta el 22 de octubre en el centro cívico Suárez Naranjo y después de forma itinerante. Con ella pretende animar a otras mujeres que hayan pasado por su situación y demostrar que “no son solo prostitutas, como quieren hacer creer” y que son mujeres con talento, con cualidades e intereses. En su puesta en escena ha contado con el apoyo del fotoperiodista César Dezfuli, que ha sabido tejer el hilo conductor de la exposición de Fénix-x.

Empezar de cero cada día

Fénix-x siente que cada día de su vida ha tenido que volver a empezar de cero. Le ha sucedido varias veces. A Japón llegó sin saber el idioma ni moverse por sus calles y con una deuda que tenía que subsanar en teatros que se llenaban de hombres expectantes a que ella y sus compañeras salieran a bailar. “Es lo que se llamaba el dance, o primer acto”. Sostiene que sobre esta realidad apenas hay información y que por ello quiere contarlo sin tapujos. En el segundo acto, llamado “open”, debían mostrarse desnudas y los hombres presentes en el teatro se acercaban y comentaban los cuerpos, muchas veces entre burlas. El tercero consistía en que alguno de los hombres subiera al escenario a mantener relaciones sexuales. Durante toda la entrevista reiteraba que lo más doloroso de ese país era el sistema, que no finalizaba en esos tres actos. “Cuando terminaba la función nos llamaban al camerino por un telefonillo y nos decían cuántos hombres había esperándonos”, señala. Hasta con 30 hombres afirma que debía estar una mujer en una sola noche y acababa como “un juguete roto”. Apenas tenía descanso ya que cada diez días cambiaba de ciudad.

La superviviente explica que pagó su deuda relativamente pronto y después continuó viviendo en Japón en situación de prostitución pero en viviendas o en hoteles. Cuando consideró que había enviado suficiente dinero a Colombia para empezar una nueva vida, regresó. Pero entonces el mundo se vino encima cuando descubrió que su madre había gastado todo su dinero. Poco tiempo después llegó a la península a través de conocidos y empezó a trabajar en clubes en Madrid, Alicante o Torrevieja. De esos años guarda uno de los episodios más trágicos de su vida: la violación que sufrió. “La gente piensa que las prostitutas no podemos ser violadas, es lo que te hacen sentir”, apunta. En uno de esos clubes un hombre acudía cada noche a hablar con ella y a tomarse una copa. Nunca le pidió sexo a cambio de dinero y se ganó su confianza. Un año después de conocerse la invitó a salir a cenar. Ese hombre la violó durante un día entero. “Nunca se lo conté a nadie hasta años después”, afirma. De esa agresión tardó en recuperarse y tuvo que permanecer de baja hasta que se le curaran las heridas. Nunca volvió a ver al agresor, pero tiene su rostro clavado en su cabeza. “Si lo viera hoy, lo reconocería, pero pienso que el tiempo le ha hecho pagar de alguna manera”, asegura. 

“Yo siempre digo que mis recuerdos están deshechos en el tiempo, no tengo recuerdos de una red de amigas”, explica. A Las Palmas de Gran Canaria llegó hace unos quince años y es el lugar donde más estable ha permanecido, pero remarca que después del sistema de Japón la calle es lo más difícil. “Los hombres creen que por 30 euros te pueden tener en sus manos, como una esclava”, lamenta. Destaca que hay quienes creen que las prostitutas no valen nada y que les quieren hacer sentir así. En su caso no llegó a estar con aquellos hombres que llegaban con una mochila llena de látigos y objetos para golpear a las mujeres, pero remarca que es muy duro estar en la puerta y escuchar a otra compañera quejarse de los fuertes golpes. En estos años ha visto todos los perfiles, pero afirma que la mayoría son hombres casados, otros que acuden huyendo de la soledad, de todas las clases sociales y profesiones. Ahora Fénix-x tiene pareja, hacia la que en un principio le costó confiar, pero que le ha demostrado que está a su lado y son felices juntos. “Es un autónomo pequeño y ahora mismo vivo de él”, afirma con preocupación, ya que, aunque asegura que él nunca le recrimina nada, a ella le genera ansiedad el hecho de no traer dinero a casa.

Pese a que hace cinco años que dejó atrás la calle, considera que aún está “saliendo”, ya que cree que en esta vida nunca se sabe cuando se va a tener que volver. Cuando ve a las mujeres en las puertas de estas casas siempre lo piensa. “Estoy aprendiendo a no sentirme culpable, pero la culpa me come por dentro”, insiste Fénix-x. “Te acostumbras a dar y dar y cuando alguien quiere ayudarte no estás acostumbrada”.

En la exposición la pintora ha enterrado un sujetador y unas plataformas como símbolo de ruptura con ese pasado que tanto daño le ha hecho, un pasado que afirma que es muy difícil de borrar. Cree que la trata de mujeres y la prostitución son un sistema que no va a terminar mientras los poderosos las sigan utilizando. Considera que lo ideal es trabajar desde la educación en los hogares y en las escuelas enseñando a las mujeres a que no tienen por qué cargar con el peso de todo, que no tienen por qué dar todo por los demás sin recibir nada a cambio y hacerles ver que deben priorizar el ocuparse de sí mismas, perseguir sus sueños y su felicidad. Es lo que le hubiera gustado escuchar cuando era una niña y ahora a sus 50 años insiste en que tiene muchas secuelas de todo lo que le ha sucedido. Encuentra en el centro Lugo de Cáritas un punto de luz al que acudir para recibir asesoramiento psicológico y el aliento que a veces le falta. Fénix, que afirma no sentirse fuerte en este momento, demuestra con sus cuadros ser un ejemplo de esperanza, de valentía y de coraje.

Detalles de la exposición de Fénix-x en el centro cívico Suárez Naranjo.

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Teléfonos de ayuda:

016: teléfono de ayuda para víctimas de violencia de género

Atención Psicosocial de Médicos del Mundo en Canarias: 608918800 (castellano y francés)

Cáritas Diocesana de Canarias: 929251740

Programa Daniela. Oblatas del Santísimo Redentor: 928361212

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