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Hace unos años lideraba un proyecto tan complejo como importante, de esos en los que cada conversación pesa y cada persona llega con su verdad y con su propio bagaje emocional.
En una reunión especialmente tensa que se bloqueó por completo: posiciones enfrentadas, argumentos que no encajaban y un ambiente cargado de frustración. Desde mi forma de entender el liderazgo —escuchar, acoger, contener y no forzar— finalmente decidí aplazarla. Insistir solo habría dañado más los vínculos.
Esa misma tarde, cuando aún estaba procesando lo ocurrido, recibí una llamada de una de las personas más críticas: “Sigo sin estar de acuerdo contigo, pero quería agradecerte cómo has gestionado la reunión. No quería que te quedaras solo con mi desacuerdo”.
Aquel gesto, tan inesperado como oportuno, me recordó algo esencial: agradecer en tiempo y forma transforma relaciones y procesos.
Un gesto breve. Un impacto enorme.
Agradecer… tarde o nunca
En psicología social y en liderazgo esto tiene nombre: reconocimiento oportuno (timely recognition). Y está demostrado que es uno de los comportamientos con mayor impacto en el compromiso, el bienestar emocional y el desarrollo del talento.
Aun así, lo curioso es que la mayoría de las personas agradecemos tarde… o nunca. Pensamos en hacerlo, sentimos que deberíamos decir algo, lo comentamos con otras personas, pero en la mayoría de las ocasiones, no lo expresamos.
Y así perdemos algo vital en la construcción del talento y de las relaciones: el poder de transformar un instante efímero en un vínculo emocional duradero.
Hace tiempo, decidí que esto no fuera para mí solo una intención y lo convertí en un pilar firme de mi estilo de liderazgo: agradecer en el momento en que algo ocurre, no cuando ya no importa.
Mi tournée emocional de agradecimientos
Hace unas semanas, al terminar un proyecto especialmente intenso, mostré mi agradecimiento a las personas que habían formado parte. Sin que pasara el tiempo, ni que la emoción se diluyera. Quería reconocer su impacto ahora.
Sabía que tenía que hacerlo con mi voz, porque la voz lleva emoción: vibra, transmite, confirma que hay una persona al otro lado.
Llamé. Dejé audios. Nombré lo que habían aportado; les trasladé que, no solo habían hecho posible que el proyecto saliera adelante, sino que su forma de estar, de trabajar y de sostener la presión me había permitido aprender a mi de ellos y ellas.
Las respuestas fueron profundas:
— “No estoy acostumbrada a que me agradezcan.”
__ “Aquí no nos solemos tomar el tiempo para esto, es muy enriquecedor”
— “A nivel personal lo estoy pasando muy mal y no he tenido ánimos… y tu mensaje me ha devuelto un poco de luz.”
— “Es mi trabajo… pero gracias por verlo, nunca me lo habían agradecido.”
Esta última, dicha por un profesional del servicio público, me golpeó especialmente. No por pena, sino por consciencia: Si damos por supuesto el compromiso de alguien, dejamos de ver su humanidad. Y cuando dejamos de ver la humanidad, se rompe la base sobre la que se construye cualquier forma de talento.
26.981
Este año, 26.981 personas habéis decidido leerme, acompañarme o interactuar con lo que escribo. 26.981 personas que, de un modo u otro, habéis permitido que mis palabras formen parte —aunque sea un instante— de vuestro camino.
Es muy posible que no todas las personas hayáis leído todo por completo. Y está bien así, el valor está en que cada persona se quede con la parte que ese momento le resuena, que le aporta sentido, utilidad o reflexión para su propio camino.
Para mí, lo que más importa es que, en algún momento, tú te has detenido. Has hecho un gesto: un “me gusta”, un comentario, un compartir. Y ese gesto —tan sencillo como poderoso— ha hecho que este espacio de reflexión conecte con más personas con intereses comunes.
Es tu tiempo y tu atención lo que me has regalado. Y eso tiene para mí un valor incalculable. Además, tus comentarios, aportaciones y reflexiones me han ayudado a seguir creciendo, cuestionándome, aprendiendo y afinando mi mirada sobre el liderazgo humanista.
Por eso te lo quiero agradecer hoy, en tiempo y forma.
No cuando sea simbólicamente más oportuno.
Ahora, mientras estás aquí, leyendo estas líneas.
Porque sin vosotras, sin vosotros, nada de esto tendría sentido.
Agradecer es activar talento
El agradecimiento oportuno no es un gesto amable: es una práctica estratégica que:
- Reconoce. Hace visible lo que muchas veces pasa desapercibido.
- Conecta. Abre espacios de diálogo incluso en desacuerdo, como aquella llamada que cambió el rumbo del proyecto.
- Desarrolla. Refuerza la identidad profesional, impulsa el aprendizaje y crea un clima emocional fértil para el talento.
El talento no se retiene: se inspira.
La motivación no se exige: se acompaña.
La confianza no se presupone: se construye.
Y uno de sus cimientos es este: agradecer en tiempo y forma.
Gracias
A ti, que formas parte de estas 26.981 personas que habéis decidido leerme, escucharme o interactuar de alguna manera.
Gracias por la complicidad emocional.
Gracias por la conexión.
Gracias por permitirme aportar algo a tu propio recorrido personal y profesional.
Y ojalá hoy, al cerrar este texto, tengas la tentación de agradecer a alguien.
No mañana.
No cuando encaje mejor.
Ahora.
Quizá —solo quizá— ese agradecimiento llegue justo a tiempo.
¡Ah! y si te decides a hacerlo y recibes algún feedback que refuerza lo que has leído, te agradezco que lo compartas conmigo —en privado o en cualquiera de las redes en las que estoy presente. Me encantará saber cómo ese agradecimiento oportuno ha resonado en tu historia.
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