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Adolfo Pérez Esquivel: “Hay que acabar con el monocultivo de las mentes”

Adolfo Pérez Esquivel, durante la conferencia ofrecida en la ULL

Nidia García Hernández

Santa Cruz de Tenerife —

La Universidad de la Laguna (ULL) celebró esta mañana la apertura de las II Jornadas Agroecológicas Antonio Bello con un invitado de lujo, el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. Los distintos talleres y coloquios que componen esa propuesta continuarán a lo largo del mes de octubre en el casino de San Miguel de Abona. Este es un modo de rendir tributo a Antonio Bello, el investigador y docente que inspiró el proyecto y que nunca perdió la vinculación con su pueblo natal.

El objetivo de esas charlas se basa en conectar entre sí a la comunidad científica, los movimientos sociales, las empresas y las personas, un modo de compartir y proponer innovaciones que hagan frente a los problemas derivados del hambre y el cambio climático.

Con este fin se presentó un nuevo sistema agroalimentario basado en las leguminosas como herramienta para mejorar las condiciones de vida y combatir la inseguridad alimentaria, pues el único modo de mantener el control y la verdadera soberanía es alcanzando un punto en el que los pueblos logren autoabastecerse.

La propuesta tiene su base en la agroecología, una disciplina científica que defiende la aplicación de sistemas agrarios sostenibles. Esta opción aspira a establecer un modelo productivo que sea más justo para todos y donde Canarias tenga un papel estratégico.

Para ahondar en esa idea, se ha creado la Cátedra Antonio Bello, que quiere impulsar la agricultura ecológica en las islas y convertirlas en un ejemplo mundial en ese campo, al considerar que en esta lucha no hay fronteras y que cualquier iniciativa que promueva unos valores justos será beneficiosa globalmente.

Labores primarias para sobrevivir

La ponencia del premio Nobel estuvo precedida por la intervención de Raúl Aramendy, presidente de la Multidiversidad Popular de Argentina, quien aludió a su sueño de alcanzar una democracia real que respete los derechos humanos. Está muy unido al pueblo guaraní, con el que ha trabajado codo con codo, y es consciente de su conexión con la tierra. “Se unen al paisaje desde dentro, siendo parte de él”, explicó. Por ello, Aramendy ha apostado por aprovechar la sabiduría intrínseca de los indígenas y así conseguir una agricultura ecológica en Sudamérica.

“Esta humanidad es insostenible: o la cambiamos o se extingue”, sentenció Aramendy. Fue un comienzo demoledor y sirvió para resaltar la importancia, no solo de las especies animales en peligro de extinción, sino también de la propia continuidad en el planeta, pues ya no hay tiempo. Ha empezado la cuenta atrás del que será un proceso irreversible, de ahí que nuestros esfuerzos deban concentrarse en ser una especie armónica para el mundo. “Es el único modo de seguir estando en él”, afirmó.

Encontrar nuevas formas de relacionarse con la naturaleza es ya una cuestión de supervivencia y la agroecología surge para dar parte de la respuesta a ese problema, un salvavidas al que poder aferrarnos. “Canarias tiene una responsabilidad extraordinaria, un deber con la humanidad. Y aquí estamos arremangados para ayudar”.

La salud está directamente relacionada con los alimentos, de ahí que Aramendy se atreva a vaticinar que la profesión de agricultor volverá a ser la más importante, pues, a diferencia de otras, no podemos prescindir de ella. Se despidió para dar paso al ponente principal, y deseó que las islas Canarias lleguen a ser un gran ejemplo de trabajo para la naturaleza y no contra ella.

“Debemos cuidar la Tierra porque es la casa común”

Adolfo Pérez Esquivel abrió su discurso, titulado La justicia social como un instrumento para la paz, resaltando el mensaje de Aramendy: “La Tierra es el único mundo con vida que conocemos, lo otro es ciencia ficción. En algún momento tal vez descubramos otros mundos habitables, pero en este solo tenemos este pequeño planeta y debemos cuidarlo porque es la casa común”.

Recién llegado de Colombia, donde quiso estar presente en una votación tan decisiva para la paz como fue el plebiscito que se celebró el 2 de octubre. Esa consulta quiso dar la posibilidad al pueblo de expresar su aprobación o rechazo a los acuerdos firmados entre el Gobierno y las FARC. La narración de esta anécdota le sirvió para introducir al público la gran pregunta: “¿Es posible la paz en nuestro tiempo?”.

Responderla, a ojos de Esquivel, depende de otra mucha más sencilla, que lanzó al Aula Magna esperando una unánime respuesta: “¿Se conocen entre ustedes?”.

“Porque ¿cómo vamos a construir la paz si no nos conocemos? Es imposible cambiar las injusticias si somos indiferentes unos con otros”, dijo. En ese momento, invitó a los presentes a mirarse a los ojos y a hacer las debidas presentaciones, instante que devolvió el murmullo y las risas a la sala, que cumplió la orden dando pie a un ambiente más relajado, consecuencia del acercamiento.

Esquivel no cree en un mundo globalizado, de hecho, no le gusta nada esa palabra. Para él, somos solitarios en multitudes que no se miran a los ojos, y eso juega en contra de la paz, la cual hay que construirla en nosotros mismos para luego poder compartirla. Porque no se puede dar lo que no se tiene. Así, para que haya paz, no es tan importante la ausencia de conflicto como la calidad de las relaciones humanas, la que se dan entre las personas y los pueblos.

Le gusta la diversidad y la defiende: distintos pero con los mismos derechos. Es en la variación donde se encuentra la riqueza y el valor, lo que puede aplicarse a la cultura, pero también a las semillas. “Hay que acabar con el monocultivo de las mentes”, subrayó como preludio a las críticas dirigidas a Monsanto, una corporación que intenta imponer sus semillas patentadas en todos los cultivos.

El Nobel, en cambio, se muestra mucho más partidario de fomentar la agricultura ecológica, que no somete a los pueblos y les permite salvaguardar su soberanía alimentaria: la medida que consigue ahuyentar la pobreza.

A punto de finalizar su intervención, invitó a la audiencia a moverse, a ser partícipes reales de la democracia -una participativa y no por delegación- y de la política, más allá de las discusiones que se suceden alrededor de un café. Lo que puede ser un buen comienzo siempre que sea precisamente eso, una primera parte, algo que germine y transforme la sociedad. “Hay que hacer andar la palabra, porque la palabra sin acción es vacío.”

Así se cerró el primer día de lo que promete ser una iniciativa que cambiará -con suerte- el rumbo del planeta. El resto de actividades relacionadas con la agroecología que tendrán lugar este mes se pueden encontrar en: www.multiversidad.es y www.icia.es.

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