Sánchez, ante el capítulo decisivo
Si al Manual de Resistencia de Pedro Sánchez aún le quedan páginas, probablemente la frase que le pondrá a prueba en los próximos meses sea esta: “Puede sonar presuntuoso, pero me doy cuenta de que me crezco en las situaciones difíciles”. Suena a presuntuoso porque lo es aunque en su caso también se ha demostrado que es cierto. Al menos hasta ahora.
El presidente afirma contundente que no ha existido financiación ilegal en el PSOE. Y es verdad que nadie ha demostrado lo contrario. También lo es que el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno ha reclamado todos los pagos en metálico entre 2017 y 2024. En las facturas vinculadas a los gastos del exministro José Luis Ábalos y de su exasesor Koldo García había un control mejorable, como quedó claro en la declaración del exgerente del PSOE. Ahora bien, de ahí a una trama de financiación ilegal del partido hay un trecho y hoy por hoy no existe prueba alguna de que sea así.
En el citado manual aparecía otra frase que ahora gana todavía más significado. En referencia a su salida de Ferraz, Sánchez reconocía que “todo fue terriblemente duro”. Y añadía: “Me permitió saber a quién podía considerar mi amigo y a quién no”. Entre esos amigos se suponía que estaban Santos Cerdán y Ábalos, aunque ahora se distancie del exministro hasta el punto de asegurar que fue un “desconocido en lo personal”. Se trata de una afirmación, pronunciada en la entrevista que concedió a Gemma Nierga, que puede ser malinterpretada y que en realidad lo que Sánchez quiso decir es que no era conocedor del tipo de vida que llevaba su compañero, ministro y secretario de organización. Cuesta creerlo, pero puede ser. Lo que sí es seguro es que esta frase le perseguirá hasta el fin de la legislatura, sea cuando sea.
De la presunta trama de cobro de comisiones ilegales cuyos principales protagonistas serían la exmilitante del PSOE Leire Díez y el exdirector de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) Vicente Fernández Guerrero y el empresario Antxon Alonso aún hay más preguntas que respuestas. Aunque la causa está bajo secreto, se sabe que hay cinco operaciones bajo sospecha y que el dinero cobrado habría ido a parar a inversiones inmobiliarias. Si funcionaban como una red y si entre 2021 y 2023 cobraron esas comisiones gracias a “diversos cargos públicos” es algo que debería poderse demostrar, más allá de los informes policiales. Mientras, la pregunta que sigue pendiente y que el PSOE no ha aclarado es cómo Leire Díez pasó de ser una simple militante a ocupar cargos y después reunirse con todo tipo de personas en calidad de no se sabe qué ni para qué, aunque ella haya sostenido siempre que iba por libre.
Respecto a las denuncias contra dirigentes del PSOE por acoso sexual, Sánchez tiene razón en que su partido ha sido uno de los principales impulsores de leyes feministas. Pero eso no quita que su actuación en casos como el que afecta a Paco Salazar nada habría trascendido ni nada se hubiese hecho si no fuera porque los compañeros Esther Palomera y José Enrique Monrosi lo desvelaron en este diario. Si ellos no lo hubiesen explicado, si no hubiesen escuchado a las víctimas mientras en su partido miraban a otro lado, Salazar estaría ocupando su cargo en Moncloa y otro en la secretaría de organización.
Sánchez también tiene razón en que el PP no está para dar lecciones ni de lucha contra la corrupción ni sobre feminismo. Este mismo año, los populares gallegos, con el presidente de la Xunta al frente, despidieron entre abrazos a Alfonso Villares, un exconsejero imputado por agresión sexual. Pero si la estrategia del PSOE para agotar la legislatura es resistir con el tan manido ‘y tú más’ mientras lleva al límite el aguante de sus socios parlamentarios será un error. Tampoco bastará con alimentar el miedo a la extrema derecha aunque debería dar y mucho. Ni coquetear con la derecha de Junts con medidas que solo alimentan el caldo populista.
Hace falta un revulsivo porque, aunque sea sin ilusión, a los votantes de izquierda, que son los que saben mejor que nadie que no es lo mismo que gobierne la izquierda a que lo haga una derecha a remolque de Vox y el ayusismo, no se les puede pedir solo paciencia.
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