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Una historia breve de la Isla de Pascua

Ahu Anakena, el lugar donde, según la tradición, desembarcó el primer rey de Isla de Pascua.

Viajar Ahora

Los mitos fundacionales.- Según los estudiosos, los primeros habitantes de la Isla de Pascua (Ver guía útil de Viajar Ahora) eran polinesios que llegaron a la isla durante los siglos IV y V de nuestra era desde las Islas Marquesas o zonas cercanas a Mangavera. Esto sitúa a pascua como una de las etapas lógicas de la expansión polinésica, un movimiento humano de colonización que partió, en dos ramas de colonización, del sudeste asiático y Filipinas (colonización norte) y de la zona de Nueva Guinea (colonización sur). Estas dos corrientes confluyeron en la zona del pacífico central (Samoa, Tonga y Cook) desde donde se colonizó el resto de la Polinesia, quedando Pascua, Hawaii y Nueva Zelanda como sus extremos más lejanos. El pueblo polinésico alcanzó su mayor expansión en el siglo XII, pero todo hace indicar que pascua perdió todo contacto con sus focos de irradiación cultural tras la arribada de los primeros grupos humanos, lo que provocó la creación de una cultura propia.

Esto es lo que dicen los científicos. La versión de los propios pascuences no contradice esta teoría, pero hay que reconocer que es mucho más poética, como suelen serlo todas las tradiciones fundacionales de los pueblos polinésicos. Dicen que los antiguos isleños partieron de una isla lejana llamada Hiva que sufrió un súbito aumento del nivel del mar que anegó gran parte de las tierras de cultivo. Esta crisis provocó grandes guerras entre los Hanu Epe (orejas largas) y sus enemigos los Hano Momoko (orejas cortas). El rey de los orejas largas era por aquel entonces el Ariki Hotu Matua’a y el sacerdote más poderoso de la isla Hau Maka, quien en sueños recibió la visita del dios Make-Make quien le habló de una isla situada al Este que podía servir de refugio a los pobladores de una cada vez más pequeña e inhabitable Hiva. Siete navegantes expertos salieron en busca de esta isla a la que encontraron tras muchas millas de navegación. Por su situación aislada la llamaron Te Pito o Te Henua, algo así como ‘El ombligo del Mundo’, nombre aborigen de Pascua.

Poco después del descubrimiento, el propio Hotu Matua’a dirigió una gran expedición de colonización donde también se llevó a varios orejas cortas como prisioneros. Las canoas tocaron tierra en la playa de Anakena y allí se estableció la primera aldea de la isla. A los orejas cortas se les perdonó la vida con la condición de que labraran la tierra y que vivieran alejados de la costa.

Estamos pues ante un doble mito fundacional que no sólo busca un origen más o menos mítico para la población de la isla, sino que justifica la dominación de gran parte de la población de la isla por parte de una elite dominante encarnada en el distintivo social de las orejas largas, un atributo que, según se desprende de los moais, no era más que una mutilación ritual del lóbulo de la oreja como símbolo de status y pertenencia a la minoría dominante.

Otros han propuesto teorías más o menos peregrinas sobre el poblamiento de la isla y el origen de los misteriosos moais. Quizás la más descabellada sea la del suizo Erich Von Däniken, que sostenía que el pueblo rapanui estuvo en contacto con civilizaciones extraterrestres que fueron las que levantaron las primeras estatuas. Otros han buscado explicaciones más lógicas pero igual de equivocadas. El paradigma de estos estudiosos del pasado de Pascua fue el noruego Thor Heyerdhal, quien sostuvo que la elite de la población vino desde la costa peruana en grandes balsas de totora. Hoy sabemos que la sociedad pascuence original es una sociedad típicamente polinesia.

La Sociedad Isleña.- Los estudiosos hablan de una isla dividida territorialmente en clanes con una distribución territorial radial, tal como sucede en otras islas de la Polinesia. Pero pascua llegó a tener un grado de integración política inter-clanes muy superior al de otras sociedades análogas. Se habla de la unión de estos clanes en dos grandes confederaciones, los Ko Tu’u Aro al norte y los Ko Tu’u iti al sur, ambas articuladas en una sola entidad política de manos del Ariki, que actuaba como árbitro de conflictos y jefe espiritual de la comunidad. La sociedad de Pascua era monolítica y fuertemente jerarquizada. Los grupos dominantes vivían en la costa, mientras que la masa de campesinos que sostenía a la comunidad con su trabajo vivía en el interior de la isla dedicada a sus tareas agrícolas.

Estamos ante una sociedad donde la principal actividad económica era la agricultura. La ineptitud del clima para especies propias de la Polinesia tales como el árbol del pan o el cocotero, obligó a los pascuences a depender de plantas menos agradecidas como el Taro, el plátano o el ñame. Los cerdos y los perros tampoco debieron encontrar acomodo en la nueva casa de los habitantes de Hiva porque, si bien son cuantiosos sus restos en otras islas, aún no se han encontrado en los numerosos yacimientos del ombligo del mundo. Esto concentró los esfuerzos de la comunidad en la cría de gallinas, que eran el verdadero objeto de lujo para la comunidad isleña. El sistema económico basado en la tala y roza (quema de bosques) se complementaba con la pesca. En los primeros siglos hay constancia de la captura de especies pelágicas como el atún, pero a medida que se avanza en la deforestación de los montes los restos se asocian a especies costa de pequeño tamaño.

Como ya se ha dicho, los pascuences crearon un sistema social rígido y fuertemente jerarquizado dominado por una nobleza de sangre (transmitida por línea paterna) representados por los jefes de clan, los sacerdotes y el Ariki. En una escala intermedia se sitúan artesanos muy especializados como pescadores, canteros y, en un principio, constructores de canoas, un oficio vinculado con la divinidad en toda la Polinesia. El pueblo llano eran los ya conocidos orejas cortas. Trabajaban la tierra y producían los alimentos necesarios para el sostenimiento del orden social.

Uno de los aglutinantes fundamentales de este orden social era la religión, un sistema de creencias que tenía en los rituales de tránsito a la muerte uno de sus pilares. El culto a los antepasados era una de las piedras angulares de la religión de la isla, un culto destinado a mantener entre los vivos el maná o cualidades beneficiosas de los que ya habían muerto. Una legión de dioses, entre los que se encontraba a la cabeza Make Make como creador del mundo, espíritus, brujas y entidades relacionadas con los fenómenos de la naturaleza componían el peculiar panteón insular.

Auge y caída de los Orejas Largas.- Cuando en 1722 el navegante holandés Jacob Roggeven llegó a la isla se encontró con una isla completamente deforestada y escasamente poblada. En su crónica habla de las grandes estatuas caídas y de gentes con escasas posesiones. Estaba claro que la isla, bautizada al haber sido descubierta el día de Pascua, había vivido días mejores. Los expertos hablan de tres etapas claramente diferenciadas en el devenir de la sociedad isleña. La primera de ellas se inició al llegar los primeros grupos humanos a la isla y ha recibido el nombre de fase expansiva Ahu Moai. Es la época del florecimiento de la sociedad pascuence, con un importante incremento de la población y la creación de una cultura megalítica sin parangón en el resto de la Polinesia. Es la época en la que empiezan a erigirse los complejos ceremoniales de ahus y moais como centros del culto a los antepasados. El éxito de la sociedad se traduce en unos moais cada vez más altos y unos ahus cada vez más largos.

Hacia el siglo XVI de nuestra era se produce un verdadero boom demográfico que sobrepasa con mucho la capacidad de carga de la isla. Los recursos empiezan a escasear y surgen luchas intergrupales para asegurarse el control político e ideológico de la isla. Es la época Huri Moai o decadente, en la que se erigen las estatuas más grandes para simbolizar la primacía de unos clanes sobre otros. La presión sobre el medio provoca una catástrofe medioambiental que hace tambalearse a la sociedad isleña que vive momentos de guerra endémica y hambrunas prolongadas. Al final se produce un auténtico colapso social, lo que obliga a las elites dominantes a buscar otro marco ideológico y simbólico para mantener las relaciones de dependencia y dominación.

El resultado es el culto al hombre pájaro, que inaugura la última fase de desarrollo puramente autóctono de la isla. Es el momento epigonal de la cultura local, una etapa de desarrollo marcada por la instalación de una ceremonia-competición diseñada para canalizar de una manera menos violenta la rivalidad entre los diferentes grupos. La ceremonia del Hombre Pájaro se producía en primavera y consistía en una carrera desde el conjunto ceremonial de Orongo hasta el islote de Motu Nui en el que un representante de cada clan debía volver a la isla con el huevo de una especie de gaviota que anida en esta pequeña roca situada frente al volcán Rano Kau. El vencedor daba a su clan el liderazgo político y religioso durante un año. Este sistema no evitó una violencia creciente que se manifestó, en épocas de especial escasez, en la práctica del canibalismo.

La Isla de Pascua hoy.- Después de la llegada de los primeros europeos, el contacto de los isleños con el exterior fue haciéndose cada vez más frecuente hasta que en el año 1750 un barco español llegó hasta las costas de Pascua para tomar posesión oficial del lugar en nombre de la corona española. La ocupación fue siempre más formal que efectiva, porque nunca se produjo un intento para poblar la isla con población europea o procedente del continente americano. En esta situación, la isla fue presa de varias razzias esclavistas dirigidas por empresarios peruanos que, tras la independencia, buscaban mano de obra barata para trabajar en la explotación del guano en las islas de la costa peruana. Estas sacas dejaron a la población reducida a la mínima expresión. Ya bajo dominación chilena (desde 1888), se interrumpieron las expediciones esclavistas, pero la isla quedó en régimen de préstamo como explotación ganadera de una empresa inglesa que no trató a los isleños mucho mejor que los aventureros peruanos. La triste realidad de Pascua en 1900 arrojaba un saldo poblacional de poco más de 100 habitantes.

En 1966, los isleños consiguieron ser considerados como ciudadanos chilenos aunque sin derecho a abandonar la isla. Hoy, la situación ha cambiado. El gobierno de Chile, actualmente comprometido con la democracia y la defensa de los derechos humanos, considera a los pascuences como ciudadanos plenos y ha introducido una serie de derechos especiales que garantizan el bienestar material de una isla que ha logrado que se revise su estatus político que, en la actualidad, se encamina a un modelo altamente descentralizado dentro de la soberanía chilena. Actualmente, Pascua es un municipio chileno que depende administrativamente de la región continental de Valparaíso aunque en los últimos años ha surgido un movimiento que apuesta por la independencia de la isla.

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