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El 'desahucio' del Museo del Ferrocarril de Santander por ADIF hace peligrar la permanencia en Cantabria de material ferroviario histórico

Cristian Suárez López, junto a una de las locomotoras del museo.

Javier Fernández Rubio

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Desahuciados por ADIF del local que ocupan actualmente, con un expediente municipal por las deficiencias estructurales del inmueble y sin visos de que el material que se ha ido adquiriendo y recuperando durante años tenga visos de conservarse, Santander puede perder la maquinaria ferroviaria que la Asociación Cántabra de Amigos del Ferrocarril (ACAF) tiene preservada en el museo instalado entre la playa de vías de FEVE y la playa de vías de Renfe de la estación de tren.

Para llegar al museo, las visitas han de recorrer aproximadamente un kilómetro andando entre dos racimos de vía de las estaciones. Entre ambas, en una tierra de nadie, se levanta una edificación de ADIF que está llamada a desaparecer por la integración ferroviaria que tarde o temprano se acabará acometiendo en Santander. Mientras, ADIF, que cedió el uso a ACAF para que guardara su material, ya no renovará el contrato de alquiler que expira en 2024 ni realizará obras de mejoras en el edificio como así le ha conminado el Ayuntamiento de Santander, que cuenta con un expediente negativo de la inspección técnica realizada. Si nadie lo impide y no hay alternativa, los 50 integrantes de las Asociación donarán el material que tienen a otro museo de fuera de Cantabria ya que no permitirán que campe la ruina sobre locomotoras, vagones y material de toda índole.

El museo nació en 1993, relatan el presidente de ACAF, Christian Suárez López, y el secretario de la asociación, Fidel Sánchez López. Fue en aquel entonces cuando decidieron trasladar el material que iban recuperando de la calle Sixto Obrador a la zona de vías en donde ADIF les facilitaba un edificio de planta baja, un antiguo taller ferroviario abandonado. Era preferible cederlo a verlo vandalizado.

Cuando ACAF lo ocupó no tenía ni puertas y fue restaurado con las aportaciones de los socios, que paulatinamente han ido llenando el espacio con maquinaria como locomotoras procedentes de fábricas como Nueva Montaña Quijano, cesiones de la propia Renfe/ADIF, donaciones de particulares y compras. El resultado es un espacio abigarrado en donde hay locomotoras inventariadas como patrimonio cultural de Cantabria y otras en trámite de serlo.

Desde hace 12 años, ADIF cobra un alquiler por este espacio que apenas sobrepasa los 100 euros mensuales. Sin embargo, las obras de reordenación ferroviaria que parecían acelerarse en 2019 hizo que recibieran carta de ADIF para que entregaran las llaves el 1 de febrero de 2020. La reacción política y ciudadana a los planes para reordenar la zona y también la pandemia han impedido ejecutar este 'desahucio', que siguen pendiendo sobre el museo como una espada de Damocles.

Para mayor complicación, una inspección técnica del edificio ha constatado déficits estructurales en el mismo que, sin que corra riesgo de derrumbe, pueden acabar suponiendo una sanción municipal. ADIF no quiere arreglar el edificio, ya que está llamado a desaparecer, ni sus inquilinos tampoco tienen capacidad ni ganas de meterse en obras. Así las cosas, bien por la desaparición del inmueble, bien por el desahucio de ADIF, bien por el expediente urbanístico, el museo tendrá que abandonar su actual emplazamiento.

Inventariar y esperar

A diferencia de lo que ocurre en otros países, en España no hay una conciencia profunda de que el material ferroviario histórico sea un bien cultural a preservar. El mismo concepto de patrimonio industrial tarda en calar y solo se ha tomado en serio desde hace escasos años. Ello hace que aún puedan verse material histórico cántabro ornamentando espacios, como las dos locomotoras que 'adornan' una rotonda en Ganzo y el entorno al aire libre de una estación cerrada en Puente Viesgo. Ambas máquinas están inventariadas y en algún caso se está restaurando pero su permanencia a la intemperie hace que su conservación a largo plazo sea prácticamente imposible.

Sin embargo, en países como Inglaterra y Francia hay un circuito económico en torno al material ferroviario en desuso y, lo que es más significativo, hay demanda de compra. De hecho, dos máquinas de Cantabria se encuentran en Inglaterra y en Francia, en manos de coleccionistas privados o como parte de una atracción turística municipal.

Los integrantes de la Asociación Cántabra de Amigos del Ferrocarril descartan tajantemente que su material salga a la venta. Tampoco quieren gestionar ningún museo institucional, como los hay por ejemplo, en el País Vasco y en Gijón. Visto que la actual sede desaparecerá y que no hay expectativas de una alternativa, ACAF está dispuesta a donar todo su material a aquel que mejor lo conserve. Llamadas de museos interesados en hacerse con el material ya han recibido. El de Azpeitia es uno de ellos.

La situación creada es paradójica. Hace varios años el Gobierno de Cantabria incluyó cinco locomotoras históricas en el Inventario General del Patrimonio Cultural. El mes pasado, el consejero de Cultura y la directora general de Patrimonio, Pablo Zuloaga y Zoraida Hijosa, respectivamente, visitaron el museo y anunciaron que incluirían en el Inventario doce vehículos ferroviarios allí alojados. Pero más allá de estas medidas, no hay un plan para albergar el material ni apoyar su permanencia económicamente. Con el Ayuntamiento de Santander ocurre otro tanto. La Asociación tiene una relación fluida con el equipo de gobierno, pero al final esta no se traduce en hechos tangibles.

La conclusión es que si ninguna institución cántabra está actuando para conservar este material que acabará formando parte del Inventario General y acabará previsiblemente en un museo institucional de otra comunidad autónoma, lo que supondría una pérdida del patrimonio cultural cántabro.

El museo lleva décadas en precario y tiene una vivienda particular alquilada en la planta superior. ACAF ve con amargura que después de tantos años ADIF les siga tratando como a cualquiera otra de las empresas que operan en los espacios ferroviarios y que también están llamadas a reubicarse: da igual preservar material ferroviario que ofrecer trasteros o ser un servicio de Correos, el trato es indiferenciado. El único que ya tiene emplazamiento alternativo es el aparcamiento de superficie que existe dentro del espacio ferroviario.

En ACAF sabeN que en las reuniones sobre la reordenación ferroviaria se ha abordado la situación del museo. Sin embargo, ADIF considera que este es un problema del Ayuntamiento, ya que la ciudad será la gran beneficiaria de la ordenación al obtener miles de metros cuadrados de espacio libres. El Ayuntamiento ya les ha comunicado que actuará cuando reciba notificación por escrito del desahucio.

Una alternativa antigua que ha quedado desechada es ocupar la sede de la Policía Local, situada en las inmediaciones pero que en breve ocupará nuevo edificio. No obstante, el actual es de Renfe, y se descarta la posibilidad de ocuparlo. Otra alternativa es instalar el museo en el depósito de locomotoras de Cajo, el único de España que tiene una rotonda eléctrica, pero la decisión está pendiente. en todo caso, “antes que en la calle se lo damos a cualquiera si el Ayuntamiento y el Gobierno no hacen nada. Buscamos un sitio decente”, concluye Cristian Suárez. Lo que tienen claro en ACAF ahora mismo es que no venderán ni cederán locomotoras para rotondas, como ya les ha pedido algún ayuntamiento cántabro.

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