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El Grupo de Trabajo Desmemoriados está compuesto por personas comprometidas con la construcción y la preservación de la Memoria Colectiva de Cantabria. Desmemoriados trabaja de forma abierta y plural en proyectos que ayuden a difundir el legado común de la lucha por una sociedad digna, y aporta herramientas metodológicas y tecnológicas para  la conservación y divulgación de las voces y los elementos documentales que conforman la memoria colectiva de Cantabria.

Desmemoriados aborda así proyectos concretos de recuperación, conservación y difusión de esa memoria así como alimenta y comparte una base de datos de acceso público con fotografías, documentos, testimonios, pegatinas, carteles… que documentan, siempre de forma incompleta, la trayectoria social y política desde la II República hasta los años 90 del siglo XX.

Página web: www.desmemoriados.org

La batalla por la opinión pública en el conflicto de Las Forjas de Buelna: el debate sobre la política empresarial y las estrategias paternalistas

Fragmento de la portada del diario El Cantábrico, que recoge distintos momentos de la inauguración de un monumento en Los Corrales al fundador de Las Forjas de Buelna, José María Quijano.

Desmemoriados.org

Los medios de comunicación juegan un papel esencial a la hora de decantar el favor de la opinión pública hacia las posiciones que se establecen en torno a un enfrentamiento de naturaleza política, laboral o social. En el caso de la huelga en Las Forjas de Buelna, la prensa de la provincia de Santander desempeñó un papel fundamental, comprobable en las distintas fases en las que se desarrolló el conflicto entre 1919 y 1921. Los escritos remitidos por una de las partes eran contestados por la otra refutando hechos, datos y planteamientos. Los actores eran pues conocedores de la importancia de ganar la batalla de lo publicado.

Así, veinte días antes de desatarse las hostilidades en Las Forjas, el 10 de junio de 1919, sorprendía en la prensa cántabra [1] un escrito remitido por la Junta Directiva de la Asociación de los empleados y obreros de las Forjas de Los Corrales de Buelna desmintiendo las acusaciones que había realizado Avelino Zorrilla de la Maza -que fue senador por la provincia de Santander durante tres legislaturas, comprendidas entre 1911 y 1920- en un mitin celebrado el 8 de junio de 1919 en el Círculo liberal-conservador, y que aseguraban que “en este pueblo de Los Corrales existe un Economato, que más que para otra cosa, parece establecido con tendencias a la usura y no con el fin de mejorar la situación de los obreros”.

A la luz de los acontecimientos posteriores adquiere sentido cómo los rectores de la Asociación de empleados y obreros, que no eran otros que los representantes de los patrones de la empresa, salieran rápidamente a desmentir las palabras del senador. Se expone cómo se constituía el capital social de la Cooperativa y la contribución al mismo por parte de la Sociedad:

«Las precedentes líneas bastarán para demostrar al público la falsedad de las manifestaciones del señor Zorrilla, y por ellas podrá comprenderse que las relaciones entre la Cooperativa y la Sociedad Anónima no pueden ser otras que las de la cordialidad, el afecto y el agradecimiento por parte de la primera… la buena fama de esta Cooperativa y la Sociedad Anónima José María Quijano es sobradamente conocida».

Más allá de las palabras, la realidad apuntaba a que el economato era parte nuclear de la empresa, no un elemento lateral o accesorio. Cualquier cuestionamiento suponía arremeter contra el buen nombre de la Sociedad y la obra del fundador.

Una vez desencadenada la huelga, el diario El Cantábrico publicó el 6 de agosto de 1919 una carta de los Señores Quijano en la que venía a formular una serie de afirmaciones referidas a informaciones inexactas que se habían hecho públicas. Comenzaba refiriendo el jornal medio de un obrero mayor de 18 años: 4,60 pesetas. El segundo punto aludía a que la Sociedad de las Forjas había venido subvencionando a la Cooperativa durante el periodo de carestía de las subsistencias que venía produciéndose con las cantidades necesarias para mantener los precios de los artículos de primera necesidad. Dicha subvención había ascendido en el primer semestre de 1919 a la cantidad de 112.000 pesetas. Igualmente mencionaban que cedían al personal los menudos de cok a 20 pesetas los mil kilogramos.

Se apuntaba a que la Sociedad poseía 95 viviendas con huertas e instalación de aguas y servicios higiénicos que alquilaban (“para contribuir al bienestar de su personal”) por un precio que oscilaba entre 4 y 15 pesetas mensuales. Se mencionaba explícitamente que “esta Sociedad, como lo hacen legítimamente otras industrias, ha recomendado a sus empleados y obreros en tiempo de elecciones la candidatura que le ha sido grata; pero nunca ha tomado represalias con los electores que han desatendido sus indicaciones”.

Por último, manifestaban que habida cuenta de las carencias producidas en la alimentación de los hijos de los obreros en huelga se hallaban abiertos unos comedores donde pudieran asistir dichos niños, pero que solo ocho de ellos lo habían hecho por impedírselo los organizadores de la huelga que, sin embargo, había decidido su traslado a hogares de trabajadores de Santander para atender sus necesidades.

Una comisión de los obreros en huelga -encabezada por José Saiz Higuera, que dos años más tarde llegaría a ser alcalde de Los Corrales de Buelna- contestó al día siguiente desmintiendo algunos puntos y matizando otros [2]. La realidad salarial difería de lo expresado por la empresa: el jornal de 4,60 pesetas no era el medio, si no el máximo que disfrutaban los obreros mejores y con mayor antigüedad; junto a ellos, señalaban, había obreros mayores de 18 años que cobraban 6 y 7 reales [1 peseta=4 reales] y mujeres trabajando en un taller de tela metálica que percibían 4 y 5 reales diarios.

No negaban que la empresa aportara igual cantidad que la descontada al conjunto los trabajadores (2% del salario mensual), pero el personal de menos sueldo no tenía igual acceso al economato, ya que este era proporcional al sueldo que disfrutaban, siendo el cura párroco una excepción, ya que no contribuía y tenía acceso sin límite.

Afirmaban que la Sociedad pagaba los mismos sueldos que hacía treinta años. Los menudos de cok que se vendían a los obreros eran los mismos que la Compañía del Norte (de trenes) pagaba porque se los quitaran de las vías. Denunciaban que no en todas las casas tenían agua corriente. Para finalizar, usaban la ironía para apuntar que la Sociedad no había tomado represalias porque los obreros a los que acompañaban al colegio electoral los capataces y encargados no podían votar otro candidato aunque quisieran. Además, desde la declaración de huelga los frailes de Las Caldas habían dejado de dar limosna a los hijos de los obreros.

El 8 de agosto se publicaba una contrarréplica [3] en la que, en resumen, se pretendía rebatir la contestación de los obreros: reglamentariamente los socios de la Cooperativa aportaban un 2% de su haber mensual a los fondos sociales. Por su parte, la Sociedad ingresaba igual cantidad, incrementada en los tiempos de carestía de las subsistencias en las apuntadas 112.000 pesetas para mantener los precios. En el año 1916 había donado 50.000 pesetas para aumento de los fondos sociales y en los posteriores estaba construyendo un nuevo edificio social en el que llevaba invertidas 100.000 pesetas. Los menudos de cok, la escarbilla, antes de darlos al consumo se cribaban y lavaban. La mayor parte de las casas que alquilaba la Sociedad estaban dotadas de servicio de aguas, corriendo por cuenta del inquilino el pago de su consumo (0,15 pesetas el metro cúbico). La empresa no había recomendado a los religiosos de Las Caldas que no dieran limosnas para la atención de los hijos de los huelguistas. Como conclusión, “se extraña de la insistencia en propagar especies falsas sobre el bienestar del obrero de Las Forjas, cuando por los mismos organizadores de la huelga se ha reconocido públicamente que las causas de esta no son económicas”.

Reglamentariamente el derecho de acceso a los fondos sociales se perdía en caso de abandonar el trabajador la Sociedad. Así planteado, nos encontramos ante un mecanismo evidente de fijación del personal a la empresa, que operaba como condicionante a la hora de condicionar la movilidad del trabajador así como con un elemento implícito, pero obvio componente disciplinario. La referencia a las estrategias del paternalismo industrial parece clara.

La comisión de los obreros remitió un escrito final firmado del 12 de agosto y publicado dos días más tarde [4] en el que comenzaba dejando traslucir que los Quijano no eran muy proclives al diálogo. Para probar la inexactitud de lo expuesto por la Sociedad, se extendieron en detallar las percepciones salariales por categorías, Los peones mayores de 18 años (2/3 de la totalidad del personal) llegaban a 3 pesetas. Algunos obreros (muy contados) ganaban 3,50 pesetas. Operarios ajustadores, torneros, moldeadores, forjadores, electricistas y carpinteros: entre 3,75 y 5,25 pesetas diarias (según antigüedad y competencia). En los hornos: primer hornero 4,25; segundos 3,75; terceros 3,50 (había una prima diaria de 0,50 céntimos diarios que se perdía por todo el mes si se faltaba un día al trabajo sin previo aviso, aún cuando estuviera justificado). En algunos trabajos especiales el jornal se aproximaba a 4,60 pesetas por ejecutarse a destajo, pero afectaba a una minoría de obreros. Los jóvenes menores de 18 años, cuyo trabajo no desmerecía al de un adulto, percibían salarios que oscilaban entre 7 y 10 reales diarios. Así pues, el sueldo medio no superaba las 3, 50 pesetas… siendo la jornada de 10 horas y media, hasta en los hornos de fundición.

Lo que sigue es la transcripción literal de lo expuesto por la comisión de los trabajadores en alusión al economato, que convierte en coartada de la Sociedad lo que esta preconizaba como un mecanismo redistribuidor de la renta y que funcionaba como una especie de elemento sacro, casi fundacional, de la Sociedad:

«Era propósito nuestro, a fin de no abandonar las diferencias que nos separaban de nuestros patronos, pasar por alto el asunto de la cooperativa, pero la insistencia de los señores Quijano pretendiendo hacérnosla ver como organismo de gran utilidad  para sus obreros, nos obliga a demostrar con datos irrebatibles que dicha institución, más que benéfica, ha venido siendo una tapadera con la que se ha disimulado muy ladinamente, por cierto, la magnitud de nuestra esclavitud económica. Véase la demostración. En el año 1915, el pan nos costaba 0,80 céntimos; la arroba de patatas 1,05 pesetas y el kilo de azúcar una peseta. Desde el 1917 los mismos artículos citados los hemos venido pagando a 0,95; 1,80 y 1,35 pesetas, respectivamente, o sea con un aumento en conjunto de un 65 por 100 aproximadamente.

La diferencia que nos abonaban últimamente nuestros patronos era la equivalente al alza que los artículos experimentaron desde el 1917 hasta la fecha que, según ellos mismos confiesan, importo pesetas 240.000.

Ahora bien; en ese mismo lapso de tiempo nuestros compañeros de otras industrias similares menos prosperas que Las Forjas han conseguido elevar el tipo medio de salario desde 4,50 a 6 pesetas, lo que les da una ventaja sobre nosotros de 1,40 pesetas diarias, aún admitiendo el jornal medio que nos señala la Sociedad. Y por lo tanto, tomando como término medio el número de 700 obreros en los dichos años, siempre resultará que los señores Quijano con su generosa combinación de la cooperación se han ahorrado la bonita suma de 715.400 pesetas que hubieran tenido que pagar de aumentos de salario a cambio de un noble desprendimiento de 240.00 para poder vender a sus obreros los artículos al precio que tenían en el 1917.

Vean pues, nuestros amables lectores, como el fin benéfico de la cooperativa ha consistido en aumentar en cerca de medio millón de pesetas los beneficios de nuestros patronos con evidente perjuicio de nuestros intereses».

En cuanto a la cuestión de la libertad política de voto, en el mismo remitido transcribían literalmente el texto de una circular publicada el 26 de mayo de 1919:

«De orden de la oficina, que no comprometa usted el voto con nadie, que ya se le dirá para quién tiene usted que votar».

Resulta bastante significativo el hecho de no ocultarse en ningún momento que la Sociedad 'orientaba' el voto de sus trabajadores, práctica propia del sistema caciquil, característica de la etapa histórica de la Restauración borbónica. Para terminar, exponían lo que podía ocurrir en caso de contravenir los designios de la Sociedad:

«Tampoco pueden negarnos las represalias que en una ocasión tomaron con los vecinos del pueblo de Coó [localidad del municipio de Los Corrales de Buelna] a quienes suspendieron en el trabajo por haber votado al candidato contrario al que recomendaron los dueños de Las Forjas».

Así pues, el desarrollo y persistencia del paternalismo industrial encuentra factores explicativos en la falta de desarrollo de un modelo de estado que integre principios de democracia y justicia social. Las políticas empresariales envueltas en resonancias moralizadoras convivían con prácticas caciquiles propias de entornos campesinos, como es el caso. La industrialización rural que se produjo en el Valle de Buelna, además, condujo al desarrollo de un modelo de economía familiar pluriactiva, acorde con la existencia del obrero mixto.

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